XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario A
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 25, 6-10; Filipenses 4, 12-14.19-20;
Mateo 22, 1-14
EVANGELIO
En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los
senadores del pueblo, diciendo: -El Reino de los cielos se parece a un rey que
celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados,
pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: “Tengo
preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto.
Venid a la boda”.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios,
los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey
montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y
prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados; -La boda está preparada,
pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a
todos los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se
llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje
de fiesta, y le dijo: -Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?
El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: -Atadlo de pies y
manos y arrojadlo fuera a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos
HOMILÍA
Érase una vez un hombre muy rico que solía dar una cena al mes a sus amigos. En
una ocasión algunos invitados no pudieron asistir por enfermedad. Nuestro hombre
quería celebrar y brindar con los amigos ausentes en la siguiente reunión, así que
mandó a su mayordomo colocar una botella de su mejor vino en una caja especial y
le dijo al mayordomo: “Respeta esta caja. Tiene una finalidad muy especial para
nuestros huéspedes”.
El mayordomo respetó la orden de su señor y cada vez que pasaba delante de la
caja hacía una inclinación.
Poco después el señor murió y las cenas siguieron celebrándose. El mayordomo
recordó a los invitados que tenían que respetar la caja especial.
Así las cenas comenzaron a ser más serias y en lugar de celebrar la amistad de
todos, se dedicaron a comer en silencio y a mirar la caja con mucho respeto.
La palabra de Dios, en este domingo, nos habla también de un Dios rico en amor,
de un gran banquete y de una fiesta de bodas.
Dios invita a todos a su fiesta, nadie queda excluido, sólo quedan fuera los que no
quieren entrar; los que no aceptan la invitación; los muy ocupados en sus negocios
para escuchar al Señor.
El Reino de Dios, la vida de Dios el pueblo de Dios está siempre en fiesta, es la
boda de su hijo y boda es igual a amor, alegría, familia, reunión, comida, vino,
música, el encuentro cálido de los seres humanos.
En el álbum de fotos de la familia, las más hermosas y abundantes son las fotos en
torno a una mesa, una tarta y unas velas y un niño o una abuela expresando un
deseo y apagando las velas.
Dios nos ha hecho de tal manera que necesitamos comer y nuestras comidas son
una comunión con los otros.
La comida y la mesa de la amistad es mucho más que llenar el tanque del cuerpo,
es momento de compartir comunitariamente y conectar con el significado profundo
de la vida.
No hay celebración sin mesa y comida. Y no debería haber un día sin mesa y
comida compartida juntos, en familia.
En este mundo de prisas es también de más soledad, estamos solos, comemos
solos, vemos cada uno nuestra televisión, el comedor se ha convertido en sala de
silencio, se ve televisión.
En la Escritura la imagen del banquete, de la comida, se repite muchas veces para
comunicarnos que Dios quiere compartir con su pueblo su amor y su alegría.
El profeta Isaías describe el futuro del pueblo de Dios como una gran comida
preparada por Dios para su familia. Imagen llena de risas, seguridad y abundancia.
Imagen de toda la familia reunida en torno a la misma mesa.
Fíjense en las veces que se repite “todas las gentes”, “todas las naciones”, “toda la
tierra”, “salgan a los caminos e inviten a todos los que encuentren”.
Esta es la pasión de Dios. Dios incluye a todos en su amor, quiere que todos estén
en comunión con Él.
Un profesor de la universidad de Princeton comenta cómo en una ocasión entró en
el ascensor del hotel para ir a su habitación y leyó un cartel que decía: “Esta noche,
Fiesta en la habitación 407”.
Mientras se dirigía a su habitación pensó en el cartel. ¿Sería sólo para los que
conocían a las personas de la 407? ¿Y si estuviera puesto para invitar a todos los
que lo leyeran?
Para los camareros, para las mujeres de la lavandería, para los viajeros cansados,
para la prostituta que trabaja en el hotel…
¿Pero quién puede dar una fiesta semejante?
Nadie. Nadie, excepto Dios.
Nuestra eucaristía. Nuestro banquete dominical es el ensayo para el banquete final
en el Reino y en el amor de Dios.
“La fiesta está preparada”.
Una mesa. Un pueblo que celebra la fiesta. Una comida: pan y vino.
Todos bienvenidos.
Dios espera de nosotros algo más que la mera presencia. (Hombre que no llevaba
el traje de la fiesta)
Una vez aquí, Dios espera que cambiemos y que nos dejemos cambiar.
En la fiesta se rompen todas las dietas. El cristiano está llamado no sólo a asistir a
la fiesta sino a hacer fiesta y comer con alegría el pan de la vida.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P