IV DOMINGO DE PASCUA, CICLO A
¡QUÉ OCURRENCIA!
Padre Pedrojosé Ynaraja
Ningún experto en campañas electorales, o ninguna agencia de promoción de
nuevos productos de consumo, le hubiera aconsejado a Pedro que procediera como
lo hizo aquel día. ¿a quién se le ocurre empezar un discurso inaugural, increpando
duramente al auditorio? Pues el Apóstol, que lo hacía inspirado por Dios, sí. De un
tal modo inaugura la promoción de la nueva realidad que habían experimentado
aquel Pentecostés, y que quería compartir con los demás vecinos de Jerusalén.
Quiero recordaros, mis queridos jóvenes lectores, que algo así como un centenar de
personas, contando a los apóstoles, a las santas mujeres que habían sido tan fieles
al Señor durante su vida y las primeras a las que se les comunicó su resurrección,
sin olvidar, evidentemente, a Santa María, la virgen-madre querida y el puñado
largo de discípulos que de algún modo habían participado de su Pascua, todos ellos
habían vivido refugiados y temerosos, sin decidirse a deslumbrar de Caridad y de
Esperanza a su alrededor y que se extendiera la tal nueva hasta los confines de la
tierra. A iluminar con la Fe en el Resucitado, las tinieblas de un mundo decadente y
fracasado. Excluyamos a María, por descontado, que ocupaba un lugar
fundamental, discreto, de apoyo y ternura maternal. Uno y otro día se encontraba
el Señor con grupitos y alentaba su desánimo, pero fue preciso que se empaparan
del Espíritu, para que se realizara el cambio. Ya sé que estoy adelantando
acontecimientos que litúrgicamente todavía no hemos celebrado, pero debo
referirme a las lecturas de la misa de hoy, a sus enseñanzas, sin atenerme a
cronologías estrictas.
Lo cierto es que Pedro recuerda a los oyentes, convecinos, que han sido culpables
de la crucifixión de Cristo y ellos lo reconocen y se deciden a convertirse ¿Cómo
puede ocurrir tal cosa? Pues porque a la honradez del Apóstol, responden con una
actitud humilde. ¡Y esto es lo difícil! Ser humilde es la gesta más grande que uno
pueda imaginar. Grande y difícil. ¿Acaso lo importante no es ser emprendedor y
gozar de autoestima? No dudo que estos criterios puedan ser necesarios para el
progreso social, galardones deportivos y conseguir medallas a cualquier mérito, por
ilusorio que se le pueda considerar. Pero no debemos aplicar a la evangelización,
las normas que rigen los negocios o triunfos de partidos políticos o éxitos olímpicos,
que son harinas de otro costal. Y que cada uno escoja el terreno por el que quiera
progresar, pero que no se deje confundir, o quiera engañarse a sí mismo. Primera
lectura.
El sufrimiento es cosa propia de casi todos los seres vivos. En algunos casos ni
siquiera es casi un fenómeno individual y corresponde a la dinámica de la especie.
Estoy pensando en el insecto hembra que devora a su macho, ya que, a la
aportación de los gérmenes fecundantes, le acompañaba la entrega de proteínas
necesarias para proseguir su función. Se deja comer y así no se extingue la
“prosapia”.Pero el animal, a medida que progresa su calidad sufre, cosa que le es
molestia y que de inmediato pretende rehuir, sin que sea capaz de hacerse
preguntas al respecto. El hombre sí, el ser humano, a su sensibilidad, añade la
búsqueda del porqué del suceso molesto…
Me diréis, mis queridos jóvenes lectores, que me estoy yendo por las ramas y
seguramente tendréis razón, pero es que quería que, desde una situación muy
nuestra, escucháramos lo que dice la segunda lectura. En un momento u otro
sentimos dolor. Es un ingrediente como la sal de los alimentos, que si carecen de
ella son insípidos y si abunda asquerosos.
Soportar el sufrimiento, para el cristiano, no es masoquismo. Aceptarlo puede ser
una de las maneras de unirse a Cristo, de comulgar con su realidad. Si las heridas
del Señor nos han curado, nuestros dolores pueden ser vacuna que nos inmunice
frente a acechanzas del enemigo y temple y robusteza el carácter. Las enseñanzas
del texto evangélico utilizan una figura simbólica que a muchos de vosotros no os
resultará familiar. Jesús se define como un pastor. Este oficio, además de existir en
su tierra y ver la estampa del rebaño con frecuencia, era la peculiar vida de los
antepasados de aquel pueblo que le escuchaba. Podían ser pescadores,
comerciantes, cultivar una viña o un trigal, pero sentían el orgullo de ser raza
beduina, algo así como aristocracia social.
Las relaciones del pastor con su rebaño son singulares y solo se saben si uno está
en contacto con ellos. De pequeño conocí los pastores de mi tío, hombres rudos y
nobles de la meseta castellana, que me obsequiaban con sus explicaciones. Vive en
mi casa un pastor y experimento este curioso mimo que siente por sus cabras. Tal
vez el Maestro escogería hoy otra imagen. Pienso en la cuidadora a domicilio de
enfermos o ancianos, en la parvulista, o en cooperadores en instituciones como
cottolengos o asilos. Gente que sienten que lo suyo es vocación y no simple
profesionalidad. (No olvido que para algunos estas ocupaciones, son simples formas
de ganarse la vida, sin darle otro significado y ejercida con honradez, pero no me
refiero a estos)
El amor de Jesús es ternura. Y escoja cada uno, si necesita, una expresión plástica
que le ayude. Tal vez la imagen paleocristiana del Buen Pastor, la del Corazón de
Jesús o la contemporánea de la Divina Misericordia.
Padre Pedrojosé Ynaraja