Fiesta. La Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre)
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Números 21,4-9; Filipenses 2,6-11; Juan 3,13-17
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:- Nadie ha subido al cielo sino el que bajó
del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo el que cree en él tenga
vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él.
HOMILÍA
Érase una vez un joven indio que se fue a la montaña para prepararse y orientarse
antes de empezar la etapa adulta de la vida.
En la soledad ayunó y oró.
Al tercer día decidió medir sus fuerzas y luchar contra la montaña y escalar su cima
nevada. Lo logró y contempló el mundo a sus pies. Su corazón se hinchó de alegría.
Oyó un ruido, miró y vio una serpiente.
“Estoy a punto de morir”, susurró la serpiente. Hace mucho frío para mí, ponme
debajo de tu camisa y llévame al valle.
No, dijo el joven. Te conozco. Si te cojo me morderás y moriré.
No, dijo la serpiente. Si me ayudas, serás alguien muy querido para mí y no te haré
daño.
El joven se resistía pero esta serpiente era muy persistente y cariñosa. Finalmente
el joven la creyó y la cobijó bajo su camisa y juntos bajaron al valle. De repente la
serpiente se enroscó y mordió el pecho del joven. Pero tú me prometiste…
Tú sabías cómo soy cuando me recogiste, dijo la serpiente y desapareció.
Así son las promesas de los hombres, palabras engañosas y hermosas, prometen lo
que no pueden dar, prometen ser lo que no son y todos, alguna vez, nos hemos
dejado morder por alguna serpiente mentirosa. Todos llevamos en el corazón un
poco de veneno que no nos deja ser felices.
Los viajeros del desierto, nos ha dicho el libro de los Números, llevaban en el
corazón el veneno de la queja y de la falta de confianza en Dios. Querían volver a
las falsas promesas y a la falsa seguridad de Egipto y Dios les envió las serpientes
para que levantaran los ojos a lo alto, al Dios siempre más grande, al Dios siempre
fiel y salvador.
Nosotros los viajeros de hoy, muchas veces cansados, muchas veces quejándonos
de todo, muchas veces desconfiando de Dios, muchas veces tentados de buscar
otros dioses, muchas veces engañados por otros y engañando a los otros,
envenenados por la avaricia, la lujuria, la bebida, la pereza y la irresponsabilidad…
Nosotros, a pesar de todo, venimos a la iglesia a aprender del “que se hizo
obediente hasta la muerte y una muerte de cruz”, venimos a “mirar al que
levantaron, a Jesucristo, para que el que crea en él tenga vida eterna”.
Hoy, 14 de septiembre, recordamos y celebramos la fiesta de la Exaltación de la
Cruz y más que la cruz celebramos al que fue levantado en la cruz: Jesucristo, el
Hijo de Dios que vino no a condenarte sino a salvarte, que vino sólo por amor.
Contra el veneno de los ídolos está el contraveneno del amor.
Contra el veneno de las falsas promesas de todas las serpientes está el
contraveneno de la promesa fiel y segura de Dios.
Contra el veneno de los amores pequeños y de mero placer está el contraveneno
del amor verdadero de la sangre de Cristo.
Contra el veneno de mirar al suelo y a lo pasajero está el contraveneno de mirar
hacia arriba, a la cruz, al crucificado, al que me ama siempre.
La cruz de Cristo está siempre ahí presente para recordarte la muerte, pero
también la resurrección, el sufrimiento, pero también la gloria y sobre todo el amor.
La cruz de Cristo, hablamos de ella, pero el Señor nos invita a cargar con nuestra
cruz y a seguirle.
¿Tu cruz?
No está hecha a medida como los zapatos. Lo importante es que tú estés a la
medida de Cristo.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P