III Domingo de Cuaresma, Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Êxodo 20, 1-17; 1 Corintios 1, 22-25;
Juan 2, 13-25
EVANGELIO
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el
templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados;
Y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a
los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían
palomas les dijo:" Quitad eso de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi
Padre". Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: "El celo de tu casa me
devora". Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: "¿Qué signos muestras
para obrar así?" Jesús contestó: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré".
Los judíos replicaron: "Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú
lo vas a levantar en tres días? " Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando
resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y
dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en
Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los
signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y
no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay
dentro de cada hombre.
HOMILÍA
Una señora fue al médico y le presentó la lista de todas sus enfermedades. Después
de examinarla el médico concluyó que era su actitud negativa ante la vida, la ira, el
coraje, el resentimiento… lo que hacía que estuviera enferma.
El médico le mostró una estantería llena de frascos y le dijo: "¿Ve esos frascos?
Todos tienen distinta forma pero todos están vacíos." Yo puedo tomar un frasco y
llenarlo con veneno o una medicina. La decisión es mía.
Cada día que estrenamos es como un frasco vacío. Podemos elegir llenarlo con
actitudes positivas: amor, servicio a Dios y a los hermanos…o con el veneno del
odio, el rencor, la indiferencia, el pesimismo… La elección es siempre nuestra.
Dios nos ha regalado hoy este santo domingo. Los que estamos aquí venimos a
llenarlo con la medicina del amor de la fe y de la esperanza. Venimos a llenarlo con
la palabra de Dios, la oración y la alabanza. Esta ha sido nuestra elección.
Si hemos escuchado la proclamación del Éxodo vemos que Dios llena nuestro frasco
con las 10 palabras, los 10 mandamientos. 10 hilos que nos vinculan a Dios y a los
hermanos. Y Pablo nos llena de Cristo que es "la fuerza y la sabiduría de Dios".
La Cuaresma es tiempo de decir no al tentador como lo hizo Jesús. No queremos
que sea el tentador el que llene nuestro frasco.
La Cuaresma es tiempo de subir a la montaña y dejarse transformar por el amor de
Dios.
La Cuaresma, en este domingo, es tiempo de purificación.
Jesús, según el evangelio de Juan, viajó a Jerusalén y fue al templo como tantos
peregrinos en la fiesta de la Pascua. ¿Y qué vio? Algo como el Corte Inglés en un
día de rebajas. "Vendedores de bueyes, ovejas, cambistas…"
Vio el templo convertido en un gran centro comercial. Jesús le llama la "casa de mi
Padre, la casa de oración, la casa de la vida nueva, la casa del Reino de Dios".
Aquel día Jesús eligió la medicina de la purificación. Y devorado por el celo llenó su
frasco de valor para limpiar la casa y convertirla en casa de oración.
¿Se imaginan el barullo que se armó? Los jefes del templo llamaron a la policía y
ésta rodeó el templo con sus carros y sus tanques. Lo que hizo Jesús aquel día era,
en palabras nuestras, como un golpe de estado, un tejerazo. En lenguaje bíblico era
un gesto profético. La purificación del templo era una lección, una enseñanza sin
palabras.
A partir de aquel momento el templo pertenecía al pasado, nacía un templo nuevo.
Con este gesto sorprendente, Jesús quiere enseñarnos tres cosas.
"Este es mi Hijo amado. Escúchenlo".
Jesús es el rostro encarnado de Dios, es el nuevo templo en el que Dios y su gloria
habitan para siempre.
Ya no hay que subir al templo de Jerusalén, sólo hay que acercarse a Jesús para
entrar en el nuevo templo y adorar en espíritu y en verdad. Todos los templos
quedan abolidos. Sólo en Jesús está plenamente presente Dios. Y todos nosotros
somos también templos por la presencia de su Espíritu en nosotros.
"Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días".
El cuerpo destruido de Jesús es el sacrificio nuevo, último y eterno con el que Dios
nos demuestra su amor.
Todos los sacrificios de bueyes, ovejas y palomas quedan también abolidos. La
muerte de Jesús es el sacrificio que inaugura la nueva alianza.
No más sacrificios. No más sangre de animales. No más negocios en la casa de
Dios.
Sólo la sangre de Jesús. Sólo el templo de su cuerpo. Sólo el sacrificio de Jesús.
Sólo la resurrección les hizo caer en la cuenta de que Dios había cancelado la vieja
cuenta y empezaba un nuevo balance: el de la vida y el amor.
Cuaresma es tiempo de purificación. Nosotros somos templos del Espíritu, templos
de Dios.
¿Hará usted como Jesús un látigo con cuerdas en esta cuaresma?
¿Echará usted, como Jesús, a todos los cambistas y vendedores de su corazón?
¿Hará usted de su corazón una casa de oración o seguirá siendo un lugar de
negocios malos y sucios?
La elección es suya. Usted sabe que el corazón es el centro de operaciones de su
vida.
Si en ese centro está Dios y su Espíritu, usted llenará su frasco de bendiciones,
alabanzas y servicio a los hermanos. Y, algún día, como Jesús, sentirá esa santa ira
que le hará hacer un látigo para destruir a sus enemigos interiores y exteriores.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P