II Domingo de Pascua, Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Hechos 4, 32-35; 1 Juan 5, 1-6; Juan 20, 19-31
EVANGELIO
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se
puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y
el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz
a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Y dicho esto
exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos". Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos,
cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él
contestaba: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en
el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo". A los ocho
días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando
cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y dijo: "Paz a vosotros". Luego dijo
a Tomás; "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado, y no seas incrédulo, sino creyente". Contestó Tomás: "!Señor mío y Dios
mío!" Jesús le dijo: "¿Por qué has visto has creído? Dichosos los que crean sin
haber visto." Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a
la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el
Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.
HOMILÍA
Si usted examina un objeto de plata verá que tiene unas marcas grabadas por el
fabricante.
Estas marcas nos revelan dos cosas. La primera es que ese objeto es lo que parece
ser, es decir, está hecho de plata y no está mezclado con otros materiales menos
nobles.
La segunda cosa que nos revela es el lugar donde fue fabricado.
Dicen que esta práctica se remonta al año 1300, en Inglaterra y desde entonces
continúa hasta hoy de una manera u otra.
El evangelio de hoy nos presenta a Tomás, el incrédulo. Tomás se había perdido la
primera visita de Jesús después de su resurrección. Y cuando sus amigos le
contaron la aparición de Jesús, Tomás no les creyó. Tomás quería pruebas, quería
ver las marcas de la verdad y la calidad.
"Si no meto mi mano…"
Tomás se negaba a creer hasta ver las marcas de Jesús.
Verdad que ustedes y yo, como Tomás, vivimos en el planeta de show me,
enséñame, muéstrame la prueba. Es muy bonito decir, dichosos los que creen sin
haber visto, pero todos queremos ver las marcas y leer las etiquetas primero.
Tomás, el incrédulo, una semana más tarde tuvo la oportunidad de su vida. Jesús
se hizo presente y después de saludarles con su saludo habitual: Shalom, la paz
sea con vosotros, Jesús se dirigió a Tomás y le dijo: "Pon tu dedo aquí. Mira mis
manos. Pon tu mano en mi costado. No seas incrédulo sino creyente".
Tomás vio, creyó y exclamó:"Señor mío y Dios mío".
Cuenta una hermosa leyenda que Tomás fue a predicar el evangelio a la India. Y un
rey le dio dinero para que le edificara un palacio. Pero Tomás distribuía el dinero
entre los pobres y les anunciaba la muerte y resurrección de Jesús. Y muchos se
hicieron cristianos.
"¿Cómo va mi palacio?", le preguntaba el rey. "Va muy bien" y el rey le daba más
dinero. Al cabo de un tiempo, la ciudad toda era ya cristiana.
Un día el rey le dijo a Tomás: "¿Cuándo podré ver mi palacio?" "Majestad, pronto lo
verá terminado", le contestó.
"¿Por qué no puedo verlo hoy? Llévame a verlo ahora mismo", le dijo el rey.
Tomás paseó al rey Vecius por la ciudad y le señalaba a la gente y le explicaba
cómo sus vidas habían cambiado para bien.
¿Dónde está mi palacio?, preguntaba el rey.
"Está a su alrededor y es un hermoso palacio. Qué pena que no pueda verlo. Espero
pueda verlo un día", le decía Tomás.
"¿Qué has hecho con mi dinero, ladrón?"
"Tu palacio está hecho de personas, tu palacio es tu gente. Ya no son pobres y
ahora creen en Jesús. Tus gentes son las torres de tu palacio. Dios vive en ellos. Tu
palacio es un magnífico palacio."
Tomás fue encarcelado. Pero el rey vio poco a poco el cambio de la gente y cómo
por el poder de la resurrección de Jesús , éste vivía en el corazón de las gentes. El
último en convertirse fue el rey y éste liberó a Tomás. Y su palacio no fue una obra
de piedras sino de corazones vivos y creyentes.
Hermanos, nosotros que también dudamos y queremos ver las marcas de
autenticidad de la resurrección y los miles de personas que viven en el planeta de
show me, ¿qué podemos hacer para probar lo que ocurrió hace dos mil años?
Nos es mucho consuelo decirnos y decirles: "Dichosos los que no han visto y han
creído".
En el evangelio de hoy una cosa está clara, Jesús, en su aparición, les enseña a los
discípulos las marcas de su amor. Marcas auténticas, marcas puras, no mezcladas
con los metales baratos del egoísmo, el interés, el protagonismo, marcas de sangre
de un gran amor. Marcas registradas no desde el año 1300 como la plata, sino del
año 0, desde la nueva creación.
Hoy, las marcas de su amor no las vemos en el cuerpo físico de Jesús, pero sí
tenemos que verlas en el cuerpo de Cristo que somos nosotros, su iglesia.
Hoy, las marcas del amor de Jesús tenemos que verlas en las vidas cristianas de los
que le imitan, los que se dejan criticar por dar testimonio del resucitado, los que
viven desapegados de la vacuidad y se abrazan a la cruz.
Hay muchas marcas falsas. Lo mismo ocurre en este cuerpo de Cristo que somos
nosotros. Pero nosotros venimos aquí para ver las marcas auténticas del amor y
para dejarnos transformar por el poder de la resurrección y para dejar de ser
mezcla de metales baratos y convertirnos en plata pura de amor y servicio a los
hermanos.
Nuestra Pascua es distinta de la de Tomás.
No hemos visto pero creemos en el milagro de la resurrección. Nuestra Pascua no
es ver sino creer en el amor de Dios. Nuestra Pascua no es tocar sino experimentar
la paz de Cristo Resucitado. Nuestra Pascua es aceptar el testimonio de los que
vieron un día, porque estamos llamados a ver también un día.
Nuestra Pascua es toda nuestra vida.
Todos los días llamados a proclamar con Tomás: "Señor mío y Dios mío".
Abramos las puertas del corazón al Cristo Resucitado, al que lleva grabadas para
siempre las cinco marcas del verdadero amor. Amén
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P