Solemnidad. La Santísima Trinidad Santísima Trinidad.
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Deuteronomio 4,32-34.39-40; Romanos 8,14-17;
Mateo 28, 16-20
EVANGELIO
En aquel tiempo, los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les
había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a
ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y
haced discípulos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
HOMILÍA
Un niño estaba todo ocupado con sus papeles y pinturas y su madre le preguntó:
¿Qué estás dibujando?
A Dios, le contestó su hijo.
Pero no puedes dibujar a Dios. Nadie sabe cómo es Dios.
Pronto lo sabrán, contestó el niño. Cuando haya terminado mi dibujo.
Todos hemos, alguna vez, intentado dibujar a Dios con pinturas, palabras, sueños,
imaginaciones…
La Palabra de Dios que proclamamos es una imagen, un dibujo de Dios, un eco de
Dios.
La fiesta de la Santísima Trinidad que hoy celebramos es la fiesta del misterio de
Dios. La fiesta del Dios siempre más grande, del Dios siempre incomprensible, del
Dios uno y trino.
Una vez un predicador estaba hablando de la Trinidad en términos muy
complicados y un feligrés se levantó y dijo: " Padre, no entendemos nada de lo que
dice."
No están supuestos a entender. Es un misterio, le contestó el cura.
Sin embargo todos queremos entender a través de una palabra, un dibujo, de un
eco lejano, sí, saber algo de Dios.
San Pablo nos ha dicho en el saludo inicial "que la gracia del Señor Jesús, el amor
del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con vosotros".
En este saludo somos bendecidos por el Dios que es Uno y Trino: Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
La Santísima Trinidad es lo que Dios es en privado. La Trinidad es la vida secreta de
Dios.
Cuando yo me paseo por las calles de la parroquia me pongo a mirar a las ventanas
cerradas y pienso en las familias que viven detrás de los cristales. Y me pregunto:
¿cómo es la vida privada de esa familia?
¿Hay amor entre los esposos y los hijos? ¿Hay comunicación? ¿Hay alegría?
Esa es su vida secreta adonde no me es dado entrar. Nadie sabe lo que pasa ahí
adentro, a no ser que los gritos sean muy fuertes.
La vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo tiene sus secretos, su privacidad.
Nosotros preguntamos, ¿qué es Dios? Y decimos bien cuando lo definimos como
Amor. Si fuera uno, ¿cómo podría amar? Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es
comunidad de amor y comunión de personas en su privacidad. ¿Entienden? Lo que
pasa de puertas hacia dentro es su vida, su misterio. Y aún no somos Dios para
penetrar en la intimidad de las personas y menos en la intimidad de Dios.
Nosotros nos conocemos en el trato, en la acción, en el encuentro.
Lo mismo pasa con Dios. A Dios lo conocemos gracias a sus manifestaciones, a sus
salidas, a sus encuentros con sus hijos, los hombres.
Dios es Padre en su maravillosa creación, en su divina Providencia, en el sol que
brilla para buenos y malos, en su amor a todo lo creado y a nosotros todos.
Jesús es Dios en la historia, en la carne, en el sufrimiento. Jesús es Dios hecho
imagen visible y palpable, lloró con lágrimas como las mías, amó con un corazón
como el mío, trabajó con manos como las mías, y sufrió con un cuerpo como el
mío. Jesús es más que el retrato de Dios, es la presencia de Dios entre los
hombres.
El Espíritu Santo es Dios guiándonos a la fe, limpiándonos del pecado, dándonos
plenitud y salvación, el huésped del corazón.
A Dios lo conocemos por sus manifestaciones, sus salidas, sus encuentros con sus
hijos, los hombres. Cuando sale de su piso y baja a la calle, allí lo encuentro y lo
veo actuar. Detrás de su ventana es el misterio, lo privado, la Trinidad.
El primer milenio fue el milenio del Padre. Tiempo de dejar los múltiples dioses y
descubrir la existencia de un solo Dios.
El segundo milenio fue el milenio de Jesucristo. Tiempo de misión y evangelización
por todo el mundo.
El tercer milenio, recién estrenado, tiene que ser el del Espíritu. Tiempo de la
unidad entre las naciones y de aprender una sola lengua que nos ayude a superar
las divisiones y enfrentamientos.
Todos sabemos lo que es un padre: engendra hijos, los alimenta, los protege, los
educa…
Es esposo, trabajador y fanático del Numancia. Es energía desparramada en
múltiples direcciones.
Dios es sólo Padre y emplea su poder en engendrar hijos para el Reino. No se
reserva nada y proyecta su imagen en su Hijo: Jesucristo.
Este Hijo no tiene planes propios, ni carrera ni familia que cuidar. Sólo es Hijo y su
preocupación es el Reino del Padre, la voluntad del Padre, el amor del Padre. Y el
amor del Padre es tan grande que es otra persona distinta: el Espíritu Santo.
Esta es su vida privada, cada uno se define en su relación con los otros pero todo lo
hacen en comunión.
Nosotros somos también relación con Dios y con los otros.
Creados por Dios Padre. Redimidos por Dios Hijo. Santificados por Dios Espíritu
Santo.
Estaba un cura en el aeropuerto de Barajas esperando a embarcar en el avión y el
hombre sentado a su lado empezó a dar sus opiniones sobre la religión. Se jactaba
de que no aceptaba nada que no pudiera entender. Padre, le dijo, ¿qué es ese
galimatías de tres dioses en un dios? No lo creo y nadie me lo ha podido explicar,
por lo tanto nunca lo creeré.
Señalando al sol que se filtraba por la ventana, el cura le preguntó: ¿Cree usted en
el sol? Por supuesto, respondió el incrédulo.
Muy bien, continuó el cura, los rayos que usted ve a través de la ventana vienen del
sol que está a millones de kilómetros de aquí. El calor que sentimos proceden
también del sol y de sus rayos. Algo así pasa con la Trinidad. El sol es Dios Padre.
El sol nos envía sus rayos, Dios Hijo. Del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo,
el calor. ¿Puede explicar cómo ocurre eso?
El incrédulo cambió el rumbo de la conversación.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P