Solemnidad. La Santísima Trinidad Santísima Trinidad.
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Deuteronomio 4,32-34.39-40; Romanos 8,14-17;
Mateo 28, 16-20
EVANGELIO
En aquel tiempo, los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les
había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a
ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y
haced discípulos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
HOMILÍA
Érase una vez un hombre que estaba de vuelta de la vida. Harto de todo. Así que
decidió dejar su pueblo natal y se puso en camino en busca de la ciudad perfecta, la
ciudad mágica. Allí, pensaba, todo sería diferente, nuevo, hermoso y lleno de
recompensas.
En su viaje llegó a un bosque. Se acomodó para pasar la noche y comió un bocado.
Antes de dormir se quitó los zapatos y con mucho cuidado los colocó señalando la
dirección que iba a tomar a la mañana siguiente.
Mientras dormía pasó por allí un bromista y cambió los zapatos de dirección.
Cuando nuestro hombre se despertó se calzó y continuó su viaje hacia la ciudad
mágica.
Después de muchos días llegó a la ciudad mágica. Sin embargo no era tan grande
como la había imaginado.
Encontró una calle conocida, llamó a una puerta conocida, saludó a una familia
conocida y allí se quedó y vivió muy feliz y para siempre.
Nosotros andamos también buscando a Dios en la ciudad mágica, muchas veces en
las nubes. Pero el creyente lo encuentra aquí y ahora, donde está plantado, en lo
cotidiano.
La tentación del hombre es siempre huir, escapar de sus responsabilidades, buscar
la ciudad mágica. Y pensamos, la mujer del vecino está mucho mejor que la mía, la
amistad del haragán es la más divertida, la vida en la calles es más fácil, la iglesia
de enfrente es menos exigente, el Dios de los Mormones es más tolerante…y
huimos en busca de lo más fácil y de lo más divertido.
Como el hombre, en busca de la ciudad mágica, nosotros también necesitamos que
alguien oriente nuestros zapatos cada mañana en la dirección de nuestra casa,
nuestra familia, nuestra iglesia, nuestro Dios.
Tenemos que encontrar a Dios no en la ciudad mágica sino en esta ciudad,
No en las nubes sino en la tierra,
No en las ideas sino en la vida,
No sólo en la iglesia sino también en la casa.
En la familia y en el trabajo.
Dios es todo y está en todo, incluido nuestro pecado.
Dios Padre pronunció una sola palabra: Jesucristo.
Y Jesucristo, en su despedida, pronunció una sola palabra: Espíritu Santo.
Nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo no es una posesión sagrada como la
casita de Momblona que nadie me puede quitar.
¿No han oído estas frases en boca de algunos hermanos?
Yo creo en Dios pero no creo en la Iglesia.
Yo soy creyente pero no practicante.
Yo creo en Dios pero a mi manera.
Mi Dios es sólo mío como mi mujer y no se lo presto a nadie.
Esto es una confesión grave e irresponsable. Es una confesión de no fe.
Nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es como una cuenta en el Banco que
se puede quedar a cero o puede incrementarse cada día. La fe verdadera es
personal y comunitaria, es una relación de amor llamada a crecer día a día a través
del trato y contacto mutuo. Dios-yo-más los hermanos.
Nuestra fe es don de Dios: don a aceptar, vivir y celebrar día tras día para que no
muera.
¿Qué es una fe que no se practica? Un engaño.
¿Qué es un amor que no se da? Un sueño.
¿Qué es una religión que no se practica? Una excusa.
¿Qué es un Dios que no se celebra? Un ídolo, un amuleto.
Jesús nos dice en el evangelio: "Cuando venga el Espíritu, él les guiará a la verdad
plena".
Dios es cada vez más grande, más desconocido y sólo el amor nos va descubriendo
poco a poco algunos de sus secretos. Sólo el Espíritu nos guiará poco a poco a la
verdad plena de Dios.
Hermanos, para subir a una montaña, para subir a la cima del Everest se necesitan
sherpas, expertos en el camino, el clima, las nieves … Nadie puede conquistar el
corazón de Dios sin guías. En nuestra ascensión hacia Dios el guía que Jesús nos ha
dejado es el Espíritu Santo. El conoce mejor que nadie los secretos de esta
ascensión porque Él es también Dios.
"El Espíritu Santo les comunicará las cosas que están por pasar y me glorificará
porque habrá recibido de mi lo que les anunciará", dice Jesús.
Dios no es un enigma, Dios es nuestra fuente de amor, nuestro centro y ha querido
revelarse, no a los sabios y entendidos, sino a los sencillos y a los pobres.
Dios no es la ciudad mágica a explorar. Dios es una presencia que vive y actúa en
nosotros. Y el Espíritu Santo es el bromista que cambia nuestros zapatos de
dirección mientras dormimos para orientarnos a nuestra casa, a nuestra familia, a
nuestra iglesia y a nuestro Dios.
El Espíritu Santo nos guía y enseña pero nosotros tenemos que subir la montaña.
El Espíritu Santo es el maestro interior que nos susurra, inspira, anima y nos hace
ver la imagen de Dios que llevamos en el corazón. Escuchar su voz es
indispensable.
Hermanos, no subimos nuestra montaña solos, sino formando un pueblo, una
comunidad, una iglesia.
Dios no es un hobby personal sino un destino común para todos nosotros.
Tenemos que contar también con la palabra de los pastores y de los hermanos.
Tenemos que contar con la experiencia de los guías que llevan años caminando en
esta aventura hacia Dios. San Pablo nos dice: "sean imitadores míos".
Sí, hermanos, hay hombres y mujeres que guiados por el Espíritu y alimentándose
en la mesa del Señor son ejemplo para todos nosotros. A ellos tenemos que mirar e
imitar. Y como todos tenemos que vivir en el Espíritu, todos nos podemos exhortar
y juntos ascender a la montaña mágica de nuestro Dios sin perder, en lo posible, a
nadie, a ningún hermano en el camino.
"En un grano de arena ver el mundo todo.
En una flor silvestre ver el cielo todo.
En la palma de la mano tener el infinito.
En una hora tener la eternidad.
En un segundo ver a Dios.
En un gesto sencillo dejarse sorprender por el amor eterno de Dios que es Padre,
Hijo y Espíritu Santo."
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P