XIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Sabiduría 1.13-15; 2, 23-25; 2 Corintios 8, 7.9.13-15; Marcos 5, 21-43
EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió
mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la
sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con
insistencia: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se
cure y viva". Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos
médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en
eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de
Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que
con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido
una fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente, preguntando: "¿Quién
me ha tocado el manto?" Los discípulos le contestaron: "Ves cómo te apretuja la
gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado?" Él seguía mirando alrededor, para ver
quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que
había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: "Hija, tu fe te ha
curado. Vete en paz y con salud". Todavía estaba hablando, cuando llegaron de
casa del jefe de la sinagoga para decirle: "Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar
más al maestro?". Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la
sinagoga: "No temas, basta que tengas fe". No permitió que lo acompañara nadie,
más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe
de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: "¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta,
está dormida". Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y , con el padre y la
madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la
mano y le dijo: "Talitha qumi" (que significa: Contigo hablo, niña, levántate"). La
niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se
quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y le dijo que
dieran de comer a la niña.
HOMILÍA
Un sacerdote fue al hospital a visitar a uno de sus feligreses que estaba enfermo de
sida.
La enfermera le aconsejó se pusiera los guantes de látex antes de entrar. Así lo
hizo.
El enfermo se alegró muchísimo al ver a su párroco y extendió los brazos para darle
la bienvenida. Pero cuando el párroco extendió sus manos lo único que vio fueron
los guantes. El sentimiento de alegría y consuelo inicial se transformó en la cara de
ambos en un momento de indecisión y molestia. El párroco se disculpó y en las
siguientes visitas no se puso los guantes.
"Experimenté que no podía ser el representante de Cristo en esa situación a no ser
que hubiera contacto directo", confesó más tarde el sacerdote.
Las palabras, muchas veces, resultan ociosas e impertinentes.
Para expresar el amor y la aceptación de la otra persona, mejor que cualquier
discurso, es el tocar y el abrazar.
El ritual judío prohibía tocar o ser tocado por personas que estaban en estado de
impureza. Los sacerdotes y levitas no podían tocar los muertos. Se hacían impuros,
no agradables a Dios.
El evangelio de hoy es mucho más que la historia del poder de curación y de
resucitar que tenía Jesús. Es la historia de Jesús dando vida y haciendo
precisamente lo que no estaba supuesto a hacer, tocar y dejarse tocar por los
intocables según la ley.
Hoy, una mujer sin nombre, sin dinero, sin esperanza y con doce años de
enfermedad interrumpe el viaje de Jesús hacia la casa de un hombre con nombre,
dinero y una hija de doce años enferma.
A la hemorroisa sólo le queda Jesús. Todos los demás remedios han fracasado.
"Si pudiera tocar"… El atrevimiento de la fe.
Jesús la llama: "hija", la declara familia de Dios, la alaba por su fe que es la que ha
producido el milagro.
Ahora ya sabemos algo de esta mujer y de Jesús.
Nosotros nos desangramos también física y espiritualmente. Pero nos contentamos
con las múltiples pastillas gratis de la farmacia.
La enfermedad nos margina, nos excluye y nos pone en las manos de médicos y
máquinas.
La enfermedad espiritual, el desinterés por Dios y sus remedios nos endurecen, nos
hacen desconfiados y hacen que vivamos con poca esperanza y un tanto
amargados. No caemos en la cuenta de que hay poder en medio de nosotros. Todos
tenemos la oportunidad de tocar y ser tocados por el amor de Jesucristo. Cada
comunión es un abrazo de Jesucristo. Recibida con fe grande es un lanzamiento a
otro universo, a otra visión más amable y esperanzada de la vida.
Creados a imagen de Dios, hemos sido hechos para durar, a pesar de todo, para
vivir para siempre con nuestro amor, Dios.
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Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P