XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Daniel, 12, 1-3; Hebreos 10, 11-14.18;
Marcos 13, 24-32
EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:-En aquellos días, después de una gran
tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas
caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del
hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para
reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del
cielo.
Aprended lo que os enseña la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan
las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder
esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta
generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no
pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el
Padre.
HOMILÍA
Había una vez una rata que estaba atravesando pausadamente una cocina seguida
por sus seis pequeños ratoncillos.
De repente se encontró con un gato grande y de aspecto furioso. Mamá rata se
quedó petrificada. En seguida se sobrepuso al susto y lanzó un grito con toda la
fuerza de sus pulmones. El gato, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció.
Mamá rata se acercó a sus ratoncitos y les dijo bajito: ¿entienden ahora por qué les
recuerdo todos los días que es muy importante aprender un segundo idioma?
Los creyentes tenemos muchas razones para venir a la iglesia, a nuestra cita con
Dios, a la escuela de Jesús, a la asamblea de los hermanos.
Hoy, cuando ya se acaba el año litúrgico, cuando la Palabra de Dios nos habla del
fin del mundo y nos recuerda nuestro personal final, déjenme que les dé una razón
más para venir a la iglesia.
Tenemos que aprender un "segundo idioma".
Un segundo idioma para asustar y espantar a ese gato negro y amenazador que se
llama: muerte, fin del mundo, fin a secas.
Un segundo idioma para vencer el miedo con la esperanza,
Para escribir nuestros nombres en el libro de la vida,
Para despertarnos con Cristo,
Para vivir en la justicia y brillar como estrellas para siempre.
Tenemos que aprender un segundo idioma, especialmente para comunicarnos con
Dios nuestro Padre.
La oración, la eucaristía, la alabanza, la adoración, la escucha de la Palabra des
Dios, la profesión de nuestra fe, la acción de gracias… son el segundo idioma del
cristiano. Y todos sabemos que lo que no se practica se olvida.
Cada domingo, con fidelidad, tenemos que acudir a la escuela de Jesús a aprender
con Él y practicar con Él el idioma del amor, el de Dios.
A nosotros nos pasa con el idioma de Dios lo que nos pasa cuando aprendemos
inglés. Como no lo necesitamos en la vida diaria, no lo aprendemos. Y nos pasamos
la vida sin aprenderlo. Y también podemos pasarnos la vida sin aprender el idioma
de Dios.
¡Para lo que sirve! ¿Acaso Dios me va a pagar el coche o el Canal+?
La Palabra de Dios, hermanos, nos recuerda una vez más, que tarde o temprano,
tendremos que hablar con Dios, tendremos que vernos cara a cara con El,
tendremos que hablar su idioma o de lo contrario…
El evangelio de hoy termina con esta afirmación solemne: "Los cielos y la tierra
pasarán, mis palabras no pasarán".
En cuanto al día exacto y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo,
sólo el Padre.
No preguntes a los científicos de la Nasa, ni a los sabios, ni a los adivinos, ni a los
predicadores, ni a los curas… No preguntes a nadie. No mires al calendario. No
esperes un final como el de Independence Day. Mira a Dios y aprende su idioma.
"Los cielos y la tierra pasarán", lo dice el Señor. Tú y yo pasaremos, tenemos fecha
de caducidad y lo quiere el Señor; todo pasará. Nosotros venimos aquí a ponernos
en sus manos, hacer su voluntad y confiar en Él nuestro final.
No estamos aquí para asustar a nadie con eso del fin del mundo para que cambien.
Nuestra religión no tiene nada que ver con el fin del mundo ni con la muerte.
Nuestra fe es fe en un nuevo principio, una vida siempre nueva y eterna, una
renovación de la comunidad cristiana, una humanización de nuestro vivir.
Nuestra fe es una gracia, una responsabilidad, nunca una evasión. Nuestra fe nos
exige trabajar, aquí y ahora, para construir un mundo más humano, más pacífico,
más habitable, más justo, más amable, más de Dios.
Los cielos y la tierra pasarán pero nosotros estamos llamados a vivir como si no
fueran a pasar nunca, trabajando por el reino de Dios, amando con el corazón de
Dios, hablando siempre el idioma de Dios.
"Mis palabras no pasarán", dice el Señor. Por eso tenemos hambre de una palabra
que no pasa, que se cumple, que es siempre igual, que es de Dios.
Dios no cambia de opinión como nosotros, Dios no cambia de amante como
nosotros, Dios no cambia de religión como nosotros…Dios es siempre fiel.
En este diálogo con Dios, a través del segundo idioma de la oración, la alabanza y
la eucaristía, nosotros le contamos nuestras infidelidades y Él nos promete su
fidelidad. Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Ante ese stop final para mí, Dios no me pide miedo sino confianza, no me pide
despreocupación sino vigilancia, no me pide haraganería sino trabajo, no
adivinación sino fe, no me pide silencio sino comunicación.
Dios me pide que aprenda su idioma, que viva este día como si fuera el último, que
prepare y espere su venida con gozo, que confíe y viva de su palabra.
El futuro de Dios se prepara en el interior, en el corazón y se prepara hoy.
El futuro con Dios no hay que ir a buscarlo en ninguna parte, está aquí en esta
asamblea, en esta palabra, en esta mesa, en estos hermanos.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P