Quinto Domingo de Pascua A
“Os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros”
La resurrección es un hecho que no afecta solo a Jesús de Nazaret. También nos
afecta a nosotros, ya que, según san Pablo, formamos con Cristo un cuerpo del que
El es la cabeza y nosotros sus miembros (1 Cor 12). Esa unión con Cristo nos viene
por el bautismo por el que nos vinculamos con El (cfr. Romo 6,4). Es el mismo
Jesús quien, en la parábola de la vid y los sarmientos (Jn 15) nos habla de esta
estrecha relación vital con El. De aquí que nosotros ya somos beneficiarios de la
resurrección por lo que Jesús nos dice que nosotros estaremos donde está El.
Ciertamente llegar a estar con Cristo donde El está supone un camino. El camino
que nos lleve a esa plenitud de vida no es un camino que podamos descubrir con
nuestro esfuerzo personal puesto que esa vida en plenitud es un don de Dios. No es
de extraar la actitud de Tomás: “Seor, no sabemos a donde vas. ¿Cmo
podemos saber el camino?” El camino no lo trazamos nosotros, es Jesús el que nos
lo seala ya que El es “el camino la verdad y la vida” Por eso “nadie va al Padre
sino por mí”.
El estar vinculados a Cristo por el bautismo es una exigencia de ir por el camino
que nos señala Jesús. Seguir la verdad que el nos enseña, y vivir de la vida que El
nos ofrece. Por eso es indispensable aceptarle al El, ya que creer en Cristo no es
tener una opinión sobre El, ni basta saber mucho de El, ni pensar en Cristo como
alguien lejano y ausente. Cristo es una presencia viva, alguien que está en mi vida
y con quien puedo comunicarme en la experiencia de cada día. Hay que dejarse
seducir por El, por su misterio. Captar el espíritu que le hace vivir de manera tan
humana. Intuir la fuerza de su amor al ser humano, su pasión por la vida, su
ternura hacia el débil, su confianza total en Dios. No hace falta saber mucho para
entender su mensaje. Si es necesario guardar sus palabras dentro del corazón y
dejarse interpelar por ellas.
Hay que descubrirlo como Camino. Responder a su invitación de seguirle, a
cambiar, a avanzar y renovarse siempre, para no caer en la rutina y en la
monotonía. Seguir el camino de Jesús es vivir unidos a El y vivir como El vivió.
Seguir su estilo de vida y su manera de ser; encarnarse en la vida real de la gente
como se encarnaba El; despertar en el corazón de las personas confianza en Dios y,
sobre todo, amar como amaba El. Vivir como Jesús vivió significa ser un hombre
para los demás para construir con todos la fraternidad.
No basta seguirle. Hay que encontrar en Cristo la Verdad. Descubrir a Dios en la
raíz de nuestra vida como Padre amoroso. Darnos cuenta de que el hombre sólo es
hombre y se realiza como tal en el amor, porque ha descubierto el amor de Dios y
lo vive en el amor a los hermanos. Verdad que nos orienta en la vida, que nos
descubre el verdadero valor de las cosas, y de las personas, que nos hace valorar,
sin engaños, los acontecimientos de la vida, y nos hace ver el sentido de nuestro
ser y actuar.
Jesús es también la Vida. La vida es lo más preciado que tenemos, por eso los
hombres creemos y seguimos a quien nos ayuda a vivir, nos da vida. Ser cristiano
no es admirar a un líder ni formular una confesión sobre Cristo. Es encontrarse con
El vivo y capaz de hacernos vivir, desde la liberación de nuestros egoísmos,
superando todo miedo y abiertos siempre a un horizonte de bondad y de servicio a
los demás.
¿Cómo dar con la forma más real, digna e intensa de vivir? Jesús responde no con
una teoría filosófica del bien vivir, ni con una moral que indique las pistas a seguir
para que la vida sea según unas normas. Jesús responde de una manera existencial
diciendo que El es la vida. Nadie ha amado la vida como El, ni la ha defendido con
tanto entusiasmo y valentía. Nadie se ha preocupado de aquellos cuya vida era una
maldición por sentirse desamparados y marginados de la sociedad. Nadie se ha
acercado a la vida con la ternura que El lo hizo acariciando a los niños. Nadie ha
afirmado que quiere que “tengamos vida y la tengamos abundante” (Jn 10, 10).
Jesús enseña a vivir y nos acompaña en nuestro vivir.
Jesús es Camino, Verdad y Vida. Es otro modo de caminar por la vida, de ver y
sentir la existencia. Otra dimensión más honda. Otra lucidez y otra generosidad.
Otro horizonte y otra comprensión. Otra luz, energía y modo de ser. Otra libertad y
esperanza.
Participamos de la resurrección de Cristo si de verdad seguimos con ilusión, alegría
y esperanza el estilo de vida que El nos enseña ya que es Camino, Verdad y Vida.
Aventura que no la haremos solos, sino que El está con nosotros.
Joaquin Obando Carvajal