IV Domingo de Adviento, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Miqueas 5, 2-5; Hebreos 10, 5-10; Lucas 1, 39-45
EVANGELIO
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo
de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó
Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó
a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
HOMILÍA
Érase una vez un rey generoso y sabio. Trataba a los ricos y a los pobres del mismo
modo y era muy bondadoso con los niños.
Un año todos sus súbditos decidieron celebrar una gran fiesta en el día de su
cumpleaños. Y lo hicieron de manera distinta a los años anteriores. Como trataba a
todos por igual decidieron que todos los regalos iban a estar envueltos con papel
blanco para que parecieran iguales.
Cuando llegó el día todos trajeron sus regalos blancos al rey. Unos eran un puñado
de arroz pero envuelto en papel blanco. Otros regalos eran joyas o marfil pero
estos también estaban envueltos en papel blanco. Todos parecían iguales y cuando
el rey los abrió trató a todos por igual porque sabía que todos llevaban el mismo
amor y devoción.
Y los que no tenían regalos que ofrecer firmaban en un libro blanco para ofrecerle
su tiempo y sus talentos.
¿Ya ha encontrado el regalo perfecto para esta Navidad?
¿Ya ha practicado la elegancia social del regalo?
Sus hijos no necesitan un nuevo juguete, le necesitan a usted.
Su esposa no necesita el último perfume de Calvin Klein, le necesita a usted.
Sus padres ya mayores no necesitan guantes nuevos, necesitan que usted les
caliente sus manos con su calor.
Dar cosas es fácil, darse uno mismo es lo difícil.
Jesús es el regalo de Dios para todos nosotros y no necesita nada pero nos necesita
a nosotros.
¿Le daremos un poco de nuestro amor, de nuestro tiempo, de nuestra vida?¿Le
haremos una visita al pesebre? ¿Le adoraremos como nuestro rey y Señor?
Hoy, antes de la Navidad, Lucas en 1, 39-45 nos cuenta el viaje de María a la casa
de su prima Isabel. No sabemos si le llevó un regalo. Lucas no lo menciona. Sí
sabemos lo que le llevó, la alegría y el gozo del Espíritu. Sí sabemos que las dos,
María e Isabel, cantaron la grandeza de Dios que ha actuado en sus vidas. Sí
sabemos que los niños, como el rey David ante el arca de la alianza, saltaron de
gozo en el vientre de sus madres. Sí sabemos que María era la portadora de Dios,
la nueva arca de la alianza, llena ahora, no con las tablas de la ley y el maná, sino
llena de Jesús, llena del Espíritu.
Sí, sabemos que María es el vehículo de la esperanza para todos nosotros; sólo ella
romperá la fuente para entregarnos a Jesús, el regalo del amor de Dios.
Sí, sabemos que Isabel, llena del Espíritu Santo, fue la primera en llamarla bendita,
llamarla "madre de mi Señor", la primera en conmoverse ante la presencia de
Jesús.
Isabel llama a María tres veces bendita.
"Bendita entre todas las mujeres".
Dios la miró con amor y actuó con poder.
Dios la eligió entre los pobres para ser la madre de su hijo. Esta es la primera
bendición. La bendición para el nuevo Israel, la nueva alianza.
"Bendito es el fruto de tu vientre".
A partir de ahora, una historia nueva se va a escribir, empieza el Nuevo
Testamento, empieza el tiempo de Jesús, fruto que madura en las entrañas de
María y se nos da como bendición a todos nosotros. Esta es la segunda bendición.
"Bendita tú por haber creído".
María es bendita no por su papel biológico sino por su fe, por ser discípula, por
haberse puesto incondicionalmente en las manos de Dios.
María e Isabel, dos mujeres bendecidas por Dios, son para nosotros verdaderos
modelos de la espiritualidad de la espera y de la confianza en Dios.
María e Isabel, dos magníficos regalos para nosotros en este tiempo de Navidad.
Ambas quedaron embarazadas por el poder de Dios y bendecidas para siempre
porque Dios se acordó de su pueblo.
Hermanos, las bendiciones de Dios no se agotaron aquel día. Dios tiene bendiciones
para todos nosotros.
La iglesia, el culto, la eucaristía es el medio en el que seguimos bendiciendo a
nuestro Dios y recibiendo sus bendiciones.
"Bendita tú por haber creído".
¿Estás aquí con suficiente fe para recibir una bendición?
¿Estás aquí con suficiente fe para ser como María portador de Jesús?
¿Estás aquí con suficiente fe para dejarte fecundar por la palabra de Dios?
Dale hoy a Jesús el regalo de tu fe.
Ojalá nuestras visitas, en este tiempo de visitas y de compartir, sean como la de
María a Isabel, visitas en las que el Espíritu hace saltar de gozo de amor y de paz.
.Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P