III Domingo de Pascua, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Hechos 5, 27b-32.40-41; Apocalipsis 5, 11-14;
Juan 21, 1-19
EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al algo de
Tiberíades.
Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el
Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan: "Vamos también nosotros
contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya
amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían
que era Jesús.
Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?" Ellos contestaron: "No". Él les dice.
"Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían
fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto
quería le dice a Pedro: "Es el Señor". Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que
estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se
acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros,
remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado
puesto encima y pan.
Jesús les dice: "Traed los peces que acabáis de coger". Simón Pedro subió a la
barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y
tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: "Vamos, almorzad".
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien
que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar
de entre los muertos.
HOMILÍA
Cuentan que en un pueblo remoto había un lugar llamado la Casa de los Mil
Espejos.
Un perrito muy alegre supo de la existencia de esa casa y decidió visitarla. Cuando
llegó subió las escaleras con las orejas levantadas y agitando su cola velozmente. Y
al entrar, oh sorpresa, se encontró mirando a mil perritos felices con sus colas que
se agitaban tan veloces como la suya. Sonrió con una gran sonrisa y fue respondido
con mil sonrisas tan amistosas y cálidas como la suya.
Al salir se dijo: este es un lugar maravilloso. Volveré aquí muchas veces.
Había también un perrito triste y de pocos amigos que decidió visitar la Casa de los
Mil Espejos. Subió la escalera con la cabeza baja y cuando entró vio mil perros que
le miraban de mal humor. Cuando vio esos perritos tan poco amigos dio un ladrido
y se sintió horrorizado cuando mil ladridos furiosos le contestaron.
Al salir se dijo: este es un lugar horroroso. Nunca más volveré aquí.
Esta es nuestra casa de los mil espejos. Yo espero que tu sonrisa de pascua sea
respondida con la sonrisa amable de todos los hermanos ya que la sonrisa de Cristo
resucitado está garantizada en esta fiesta de la Eucaristía del primer día de la
semana.
La estupidez de la cruz y el escándalo de la cruz del Viernes Santo fue romper en
mil pedazos el espejo de la esperanza y de las ilusiones mundanas de sus
seguidores. Tuvo lugar una sola vez, un día cualquiera.
La resurrección, recomponer ese espejo en el que nosotros nos miramos hoy, es
fruto de muchas revelaciones, muchas apariciones, muchos encuentros y muchas
preguntas. ¿Creen en eso que llaman love at first sight o el flechazo? Ustedes, tal
vez, sí. Pero Pedro y sus compañeros que se fueron a pescar al lago de siempre no
creían.
En el evangelio del domingo pasado, Juan nos decía que Jesús se les apareció el día
primero de la semana mientras celebraban su reunión, su Eucaristía dominical.
Hoy, Juan nos dice que se les aparece después de haber intentado pescar durante
toda la noche. Nada. En un medio hostil, las aguas del mar. Nada.
Estos hombres no son superhombres. Son hombres corrientes como nosotros.
Tienen dificultad para creer. Les cuesta reconocer a Jesús. Experimentan el fracaso,
nada. Vuelven a su pueblo, a sus trabajos de siempre, hablan de sus ilusiones, de
lo que podía haber sido y no fue.
Y la noche pasa y ya están a punto de volver a casa con las manos vacías.
Nosotros, los aquí reunidos, también tenemos dificultad para creer, nos cuesta
reconocer a Jesús, trabajamos mucho y siempre somos pobres, amamos y no
somos correspondidos, miramos al pasado y nos quejamos, la noche pasa y no
acabamos de encontrar el amor perdido y la felicidad que acariciamos se nos
escapa entre los dedos.
La noche pasa y nada.
"Al amanecer, Jesús se presentó en la orilla. Pero los discípulos no podían saber que
era Él."
Jesús siempre se presenta de incógnito, disfrazado, humilde. Su presencia es
siempre imprevisible, nunca viene en limusina o vestido de Superman. Pero está
ahí en la orilla, en la luz del nuevo día, en la luz tenue y tibia del amanecer.
Está ahí para servir, ayudar a los suyos. Y los discípulos siguiendo su consejo
hicieron la pesca más grande del año.
La palabra de Jesús y la obediencia de los suyos.
La palabra de Jesús y el trabajo de los suyos.
El milagro es siempre obra de dos: Jesús y nosotros, llamados a colaborar con Él.
"Es el Señor". Sólo el que ama reconoce a Jesús bajo cualquier forma y en cualquier
circunstancia.
Y el único milagro verdadero es el del amor.
"Vengan a desayunar".
Como el día de la multiplicación de los panes, Jesús alimenta a sus discípulos con lo
que han pescado, con su trabajo.
Es una comida eucarística. Eucaristía en el cenáculo y junto al mar, Eucaristía del
domingo y la de la vida de cada día. Ahí comprendieron y comprendemos que Jesús
es el Señor.
"Es el Señor" pero tenemos que amar para reconocerle en todas las formas en que
se nos aparece. ¿Quieres hacer milagros? Ama.
"Vengan a desayunar". En esta orilla Jesús ya ha preparado el pan y el vino. Es la
Eucaristía del amor. Es la presencia más humilde del Señor.
Los que lo recibimos cada domingo experimentamos su fuerza, su fuego y su amor.
Y decimos como el perrito de la casa de los mil espejos: Este es un lugar
maravilloso. Volveré aquí muchas veces.
La cruz, el Cristo crucificado, una vez, un día cualquiera.
La resurrección, el Cristo resucitado, muchas Eucaristías, muchos envíos, muchas
redes y muchos peces, muchas preguntas…muchos I love you.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P