II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 62, 1-5; 1 Corintios 12, 4-11; Juan 2, 1-11
EVANGELIO
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la Madre de Jesús estaba
allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la
Madre de Jesús le dijo: "No les queda vino". Jesús le contestó: "Mujer, déjame,
todavía no ha llegado mi hora". Su Madre dijo a los sirvientes: "Haced lo que Él os
diga". Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los
judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua". Y
las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó: "Sacad ahora y llevádselo al mayordomo". Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los
sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le
dijo: "Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el
peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora".
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe
de sus discípulos en Él.
HOMILÍA
Imagínense que el programa "Corazón Corazón" comenzara, un día, así:
Les presento a Rubén y Carmen. Llevan diez años casados y tienen dos niños muy
felices. Van a la iglesia todos los domingos, son voluntarios en actividades
parroquiales, aman a sus padres y ayudan a sus hijos con sus deberes.
No se han pegado nunca. No han tenido aventuras extramatrimoniales. No tienen
ninguna adicción.
Una pareja feliz que no se está recuperando de nada y no necesita de ninguna
terapia.
"Rubén y Carmen, ¿cómo es que ustedes son tan "anormales? ¿Les gusta una vida
así"?
"No tenemos ninguna queja. Cada día estamos más felices y más fortalecidos y más
bendecidos".
Según el evangelio de hoy, esta es una pareja a la que no le falta el vino porque lo
encuentra en el Señor, en la fe.
Otras muchas parejas buscan el vino en mil adicciones.
Las palabras de María, en el evangelio de hoy, me recuerdan una conversación que
tuve con un niño de cuatro años. El pequeño vio que tenía una herida en un dedo y
me preguntó: "¿Ya se lo has enseñado a mi papá?. Él te lo puede curar".
Me conmovió la confianza de aquel niño en su papá, que podía curar las heridas.
María vio una necesidad, en la boda, y con confianza se dirigió a su hijo y le dijo:
"No tienen vino".
Nosotros ya sabemos lo que sucedió: el agua, es decir, el aburrimiento, la
vergüenza, el sufrimiento, la tristeza... se convirtió en vino: alegría, animación,
abundancia, vida...
"No tienen vino". Se convierte en un gran símbolo. El símbolo de un mundo roto. El
símbolo de una vida rota.
Miramos a nuestra vida o a la vida de las personas que conocemos; miramos a
nuestras pérdidas necesarias e innecesarias. Nos miramos en el espejo y nos oímos
decir: "Ya no tengo vino". ¿Lo has dicho alguna vez? Seguro que sí.
Ya no tengo paciencia. Ya me he quedado sin fe. No tengo dinero. Ya no confío ni
en mi mujer. La luna de miel se acabó. La vida es insoportable. Cuando dices
alguna de estas cosas estás afirmando que te has quedado sin vino.
El problema no está en que te hayas quedado sin vino o que tengas una herida en
el dedo o en el corazón. El problema es éste: ¿hay una madre o un niño de cuatro
años que se dé cuenta y te ofrezca ayuda o te indique donde puedes conseguir una
buena ayuda, un buen consejo...? Aquí viene en nuestra ayuda el evangelio de hoy.
Jesús quiere entrar en nuestra vida con su poder para transformar nuestra miseria
en el vino del crecimiento y de la realización.
Jesús contó con la ayuda de aquellos sirvientes y necesita también nuestra ayuda
para seguir realizando nuevos signos.
Jesús no resolvió los problemas del mundo: la educación, la guerra, la seguridad
social, las drogas, la pena de muerte... Aquel día Jesús era un simple invitado en el
banquete de bodas pero su presencia hizo una gran diferencia.
Con la ayuda de los sirvientes cambió el agua en vino y cambió la tristeza en
alegría.
María dijo a Jesús: "No tienen vino" Y dijo a los sirvientes: "Haced lo que Él os
diga".
Y el vino nuevo no estaba en esas tinajas de piedra, -corazones de piedra-, Jesús
era el vino nuevo, el milagro nuevo, el nuevo rostro de Dios, la nueva bendición
para todos los que nos hemos quedado sin vino en algún momento de nuestra vida.
Nosotros, los que venimos a la iglesia, al banquete de la boda, a la Eucaristía,
nosotros sabemos quién es el nuevo vino y qué dulce es. Mientras mucha gente
sigue emborrachándose con el vino malo y viejo.
Tenemos que decirles que el mejor vino ha sido guardado para ellos y que es el
amor y el perdón de Jesús.
Ustedes tienen maridos, hijos, amigos, vecinos que se han quedado sin vino. Por
favor llenen sus copas con el vino de la amistad, invítenles a saborear la bondad del
Señor, anímenles a participar en el banquete del Señor, díganles que traigan su
agua para ser transformada en vino, en alegría, en sentido para su vida.
Hay parejas anormales a los ojos del mundo que son la mar de normales vistas con
los ojos de Dios.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P