IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Jeremías 1, 4-5.17-19; 1 Corintios 12, 31 - 13,13;
Lucas 4, 21-30
EVANGELIO
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: "Hoy se cumple esta
Escritura que acabáis de oír. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban
de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: "¿No es éste el hijo de
José"? Y Jesús les dijo: "Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti
mismo"; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en
Cafarnaún". Y añadió: "Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.
Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo
cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país;
sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías; más que a una viuda de Sarepta,
en el territorio de Sidón.
Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo,
ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio".
Al oír todo esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo
empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su
pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se
alejaba.
HOMILÍA
Uno de los personajes más fascinantes y dramáticos del circo es el domador
rodeado de sus leones y sus tigres. Éste hace que salten anillos de fuego, se
sienten a sus órdenes y coloquen mansamente sus zarpas sobre su cuello.
El domador se siente dueño y señor, ha domesticado a sus fieras.
Los niños embelesados se preguntan: ¿quién es éste a quien los leones y los tigres
obedecen? Y aplauden su valor.
Si se pueden domar los tigres y los leones, todo se puede domar, todo se puede
convertir en mi mascota.
Todos los humanos, incluidos los predicadores y los curas, queremos, sin querer a
veces, domesticar la palabra de Dios, debilitarla, someterla, que pase por el aro de
nuestro fuego, en lugar de quemar con el fuego de Dios.
Tremenda tentación la de reducir a Dios y su mensaje a tamaño natural, a postal o
sticker de consumo.
Dios no es un tigre que pueda ser domado por ningún domador por más experto y
valiente que sea. Y su mensaje tampoco.
Los políticos sondean primero a los ciudadanos para conocer su opinión.
Que los votantes son partidarios de la pena de muerte, ellos también; que son
partidarios del aborto, ellos también; que son partidarios de bajar los impuestos,
ellos también. Es el camuflaje electoral.
A la iglesia venimos a escuchar a los profetas, no a los políticos. Los profetas como
Jeremías, Pablo y Jesús no nos preguntan nuestra opinión. Simplemente hablan
palabra de Dios: exigente, dramática, apasionada, amorosa, sin anestesia… palabra
de Dios, no de nosotros oyentes, palabra de Dios para nosotros los enamorados de
Dios.
Hoy, millones de católicos son como Jeremías formados, conocidos y consagrados
por Dios con este mensaje "levántense y díganles a todos lo que les mando" y como
no les gustará el mensaje intentarán derrotarles o ignorarles pero no podrán
porque yo estoy con ustedes para liberarles.
El profeta Jesús, en el evangelio, nos dice:"Hoy, esta palabra se cumple en medio
de ustedes"
Los profetas no miran al pasado ni al futuro. Miran al presente, a este hoy. En este
hoy hemos de dar cabida a Dios, en este hoy con sus dificultades, con sus
problemas, con sus adicciones, su aburrimiento, sus temores y sus ilusiones… En
este hoy la palabra de Dios tiene que resonar con más fuerza que cualquier otra
palabra.
Hoy, nosotros los pobres, somos llenados con el perdón y el amor de Dios. Hoy
somos constituidos en "ciudad fortificada" contra el mal.
Hoy como ayer muchos se maravillan de las palabras que salen de la boca de Jesús,
de la boca de Dios.
Y hoy como ayer ponemos un pero, un interrogante a esa palabra.
¿No es éste el hijo de José?
Qué bien habla el presidente, pero si supieras…
Qué bien habla el cura, pero si supieras…
Qué bien habla Jesús, pero es sólo el hijo de José…
A los hombres todos se nos pueden poner todo tipo de peros. A Jesús y su palabra
no.
Júramelo. Prométemelo y creeré.
Haz aquí los milagros que dicen has hecho en Cafarnaún.
Una manera de negar a Dios, de domesticar su palabra es pedirle milagros.
Queremos tener a Dios a nuestro servicio. Nosotros somos los que debemos estar
al servicio de Dios.
¿Qué pasó en Nazaret?
Era el primer sermón de Jesús a los suyos, gente piadosa y buena, gente que
acudía al templo todos los sábados, gente que escuchaba la palabra, gente como
nosotros. Nosotros también hacemos esas cosas ¿o no?
¿Qué pasó en Nazaret?
Jesús predicó y se armó un gran escándalo.
Sus oyentes: admiración, aplausos, ojos fijos en Jesús.
Al final del sermón: rabia, gritos y ganas de lincharlo.
Aquellos feligreses de la sinagoga tenían una visión estrecha, limitada y errónea de
la verdad y del proyecto de Dios. Conocían la Escritura pero la malinterpretaban.
Jesús no había venido a predicar el año de gracia sólo para los habitantes de
Nazaret sino para los de todo el mundo.
No hay una tierra santa. Toda la tierra es santa, Sidón, Sarepta…
No hay un pueblo elegido. Todos los pueblos son elegidos.
No hay fronteras. La geografía de Dios no es física sino humana.
No hay partidos. Todos hijos e hijas del mismo Padre.
No hay tigres sin manchas. Todos tenemos las nuestras.
No hay hombres sin pecados. Todos necesitados del perdón grande de Dios.
Jesús es rechazado porque quiere ser para todos.
Es sorprendente pero verdadero, la religión puede endurecer el corazón y rechazar
a Dios que no se deja domesticar.
Expulsaron a Jesús de su pueblo porque quería ser para todos.
Y Jesús continúa su misión, la de amarnos a pesar de nosotros, a pesar de todo.
.