V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 6,1-2a.3-8; 1 Corintios 15,1-11; Lucas 5,1-11
EVANGELIO
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de
Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a
la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a
una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde
la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
"Rema mar adentro, y echad las redes para pescar". Simón contestó: "Maestro, nos
hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra,
echaré las redes". Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande
que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran
a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se
hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: "Apártate
de mi, Señor, que soy un pecador". Y es que el asombro se había apoderado de él y
de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo
les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres".
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
HOMILÍA
El inventor del lápiz, antes de meterlo en la caja y enviarlo al mundo le dijo: "Cinco
cosas debes saber y recordar siempre si quieres ser el mejor lápiz del mundo".
Podrás hacer grandes cosas, pero sólo si permites que alguien te use.
Experimentarás dolor cuando te saquen punta, pero es necesario si quieres ser el
mejor lápiz del mundo.
Corregirás todas las faltas que cometieres.
Tu parte más importante está siempre dentro de ti.
Dejarás tu huella sobre toda superficie sobre la que seas usado.
Y a pesar de todo, sigue escribiendo.
El lápiz lo entendió y prometió recordarlo siempre y después entró en la caja con
este propósito en su corazón.
Ahora ponte tú en el lugar del lápiz.
Puedes hacer grandes cosas, pero sólo si dejas que Dios y los demás te usen y, a
veces, abusen.
Sentirás dolor cuando los problemas de la vida y las dificultades de todo tipo te
saquen punta. Es necesario para crecer y fortalecerte.
Corrige todos los errores que cometas.
Tu parte más importante está dentro de ti.
Deja una huella hermosa por donde escribas y pases.
Después de ser rechazado por sus compatriotas de Nazaret, Jesús comienza la
aventura de coleccionar lápices, hombres sencillos, pecadores, y dispuestos a
dejarse afilar, usar y dejar impresa la huella de Jesús en el mundo.
Pedro, Santiago y Juan son los primeros lápices de esta colección de Jesús.
Si Jesús, el hijo de Dios, lo puede todo ¿para qué necesita colaboradores?
Si Jesús, la palabra de Dios, lo transforma todo ¿para qué necesita hombres rudos
y pecadores?
Si Jesús con su muerte y resurrección lo redime todo, salva a todos, ¿para qué nos
necesita a nosotros?
La historia de la salvación iniciada por Dios Padre, consumada por Jesucristo y
pilotada por el Espíritu Santo es también nuestra historia. Dios para nosotros, Dios
con nosotros.
En esta barca de Pedro que, a veces no pesca nada, y otras muchas se hunde,
todos somos llamados a echar las redes para hacer la pesca milagrosa de Jesús.
Hoy, los protagonistas somos nosotros. Hoy, la pesca del día somos nosotros. Hoy,
la barca a la que sube el Señor es la barca de nuestra parroquia. Y nos invita a
echar las redes.
Tal vez hemos trabajado mucho, pero nos ha faltado su Espíritu, su presencia.
Hemos trabajado mucho pero para nosotros, no para Él. Hemos trabajado mucho
desde la fuerza de la carne, no desde el poder del Espíritu. Hemos trabajado mucho
desde nuestra sabiduría, no desde la sabiduría de Dios… y hemos pescado poco.
Nosotros somos la nueva colección de lápices de Jesús. Él cuenta contigo, con
todos.
Así como el lápiz deja huella, deja una obra maestra en manos de un buen
dibujante, así también nosotros seremos eficaces en la medida en que Jesús nos
afile y nos use con su poder.
La historia de Isaías, de Pablo y de Pedro son fantásticas y podríamos hablar de
ellas durante horas. Ellos respondieron a Dios y fueron lápices eficaces en sus
manos, dieron gloria a Dios y son parte de esta historia de salvación de Dios con
nosotros.
Pero aquí, aunque parezca exagerado, no venimos a hablar de ellos, venimos a
hablar de nosotros.
¿Por qué? Porque el mismo Jesús que llamó a Pedro, Santiago y Juan, nos llama a
todos nosotros.
Jesús está hoy en la barca de Nuestra Señora del Pilar, no tiene otra, y nos ve
cansados y con las redes vacías y nos invita a echarlas otra vez. Y nos da una red
nueva: la palabra, la oración, la valentía, y nos invita a seguir invitando a los
hombres.
Estaba yo bendiciendo una casa en Santiago de los Caballeros y había muchos
mosquitos. Uno de los niños le dijo a su mamá: ¿crees que puedo pedirle a Dios
que se lleve los mosquitos o que vuelen más alto y dejen de picarnos a los niños?
Me parece una buena idea, le dijo la mamá, pídeselo.
Al cabo de un rato volvió el niño y le dijo y ¿cuál es el número de teléfono de Dios?
No lo encuentro en la guía.
Dios no está en la guía pero sí está el número de teléfono de los hombres.
Por eso Dios llamó y sigue llamándonos a todos.
Lo nuestro no es llamar a Dios. Lo nuestro es responder a Dios. Responder es dejar
las viejas redes y seguir a Jesús.
Eres apóstol, enviado por Dios.
Eres testigo, expresa y vive la alegría de ser hijo.
Eres profeta, habla de tu fe.
Eres mensajero, ayuda a entender.
Eres discípulo, llama como llamó Jesús.
Coge papel y lápiz y haz recuento de las llamadas de Dios y también de tus
respuestas..