XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Eclesiastés 1,2; 2, 21-23, -Colosenses 3, 1-5.9-11; Lucas 12, 13-21
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo uno del público a Jesús: Maestro, dile a mi hermano que
reparta conmigo la herencia.
Él le contestó: -Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y
dijo a la gente: -Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande
sobrado, su vida no depende de sus bienes. Y les propuso esta parábola; -Un
hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No
tengo dónde almacenar la cosecha. Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los
graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto
de mi cosecha. Y entonces me diré a mi mismo: Hombre, tienes bienes acumulados
para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida". Pero Dios le dijo:
"Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?"
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.
HOMILÍA 1
Cuentan que Buda tuvo que refugiarse en la cabaña de un pescador a causa de una
tormenta. El pescador que no sabía quien era su huésped le ofreció una humilde
cena y una cama.
A la mañana siguiente, al despedirse, Buda le dijo quién era, le dio las gracias por
la hospitalidad y le dijo que le pidiera lo que quisiera.
"Quiero oro", le dijo el pescador.
Preocupado por su bienestar, Buda le aconsejó: "El oro adquirido sin esfuerzo es
una maldición, no una bendición. Te enseñaré por tanto la manera de adquirirlo".
En la playa, en frente de tu casa, hay una piedra mágica. Si la encuentras y tocas
con ella un trozo de acero, éste se convertirá en oro.
El pescador que llevaba una pulsera de acero se puso de inmediato a buscar la
piedra mágica. Tocaba su pulsera con las piedras y las lanzaba al mar. El ansia del
oro no le permitía descansar. Y así fue lanzando todas las piedras al mar.
Finalmente, miró su pulsera y, oh sorpresa, se había convertido en oro. Pero,
¿dónde estaba la piedra mágica? La había lanzado al fondo del mar.
La piedra mágica se había perdido en el frenesí avaricioso de encontrarla y hacerse
rico.
El mejor uso de la vida es gastarla en algo que perdure más allá de la misma vida.
Hay que pensar en todo y también en el final, en la muerte, cosa que nuestro
hombre rico, calificado de loco no hizo.
Loco o tonto es el que lo tiene todo menos a Dios, el que su escala de valores está
totalmente invertida.
Este hombre rico no es el José, el hijo de Jacob, que en Egipto ante una gran
cosecha abre nuevos graneros y almacena el trigo para la salvación de los demás.
El hombre rico de la parábola sólo piensa en sí, en su seguridad, en sus placeres,
en su vida guardada en una caja fuerte.
Como tantos otros personajes criticados por Jesús, el rico epulón que ignora a
Lázaro, no ve ni piensa en los demás. Sin Dios, todo gira en torno a él, sólo existe
él. A pesar de creer tener la vida asegurada, el seguro de la abundancia, ese mismo
día muere y su riqueza, ironía de la parábola, va a parar a los demás.
Esta parábola, proclamada este domingo, en tiempo de cosecha y este año de una
gran cosecha, nos enfrenta con la enseñanza de Jesús sobre el uso del dinero y de
la riqueza.
En estos tiempos en que todos somos educados para ser ávidos consumidores y
grandes individualistas esta enseñanza de Jesús es más relevante que cualquier
otra.
Jesús nos dice: "Mirad, guardaos de toda clase de codicia"
Todo lo que tienes es de Dios y le pertenece a él y a los demás.
El hombre no es un ser solitario. Es relación y vive con los demás. Y en la cultura
judía esto era más verdad. Se vivía en la familia, en el clan, en la tribu. No había
hombres solos.
Este hombre rico, desconectado de Dios y de los demás, habla consigo mismo. Ha
triunfado, lo tiene todo, pero no tiene a nadie con quien compartirlo y disfrutarlo.
Nadie escucha su monólogo: "túmbate, come, bebe y date buena vida". Él es toda
la audiencia.
Y como en la historia de la piedra mágica el buscador del oro lo pierde todo.
"Necio, esta noche te van a exigir la vida. Así será el que amasa riquezas para sí y
no es rico ante Dios".
La piedra que transforma la vida entera en oro, en felicidad, en riqueza eterna, "en
darte buena vida" es haberla vivido con y para los demás desde el único
mandamiento de Dios, el del amor.