XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 66, 18-21; Hebreos 12, 5-7.11-13;
Lucas 13, 22-30
EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas
enseñando.
Uno le preguntó: -Señor, ¿serán pocos los que se salven?
Jesús les dijo: -Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos
intentarán entrar, y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la
puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: "Señor, ábrenos", y él
os replicará: "No sé quiénes sois". Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y
bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas. Pero él os replicará: "No sé
quiénes sois. Alejaos de mí, malvados".
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y
Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera.
Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en
el Reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.
HOMILÍA
Érase una vez una mujer muy, muy malvada. Y el día en que murió nadie
recordaba ningún gesto de caridad que hubiera hecho a lo largo de su vida.
Así pues el demonio la llevó al infierno. Su ángel de la guarda empezó a repasar su
vida para ver si encontraba una buena acción para presentársela a Dios. Finalmente
encontró una. Una vez arrancó una cebolla de su huerto y se la dio a un mendigo.
Dios le dijo al ángel de la guarda: "Toma una cebolla, enséñasela y que se agarre a
ella, si la puedes subir hasta el paraíso que entre, pero si la cebolla se rompe se
quedará en el infierno".
El ángel de la guarda corrió hacia ella y le dijo: Ven, agárrate y yo te salvaré.
Con mucho cuidado empezó a subir y ya estaba casi afuera cuando otros pecadores
que la vieron ya casi salvada se agarraron a ella para salir también ellos.
Pero como era tan mala empezó a darles golpes y les dijo: "Me están sacando a mi,
no a vosotros; es mi cebolla, no la vuestra. Soltadme". Al decir esto la cebolla se
rompió. La mujer cayó de nuevo al infierno y allí sigue hasta hoy.
Su ángel de la guarda sigue llorando porque no pudo salvarla.
Hoy, le preguntan a Jesús si es verdad que son pocos los que se salvan.
Jesús no contesta a la pregunta de aquel hombre curioso. No dice si son muchos o
pocos. Simplemente dice: "esfuércense por entrar por la puerta estrecha porque yo
les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán.
Hay algunos grupos y predicadores que hablan de la salvación como si de un relajo
se tratara, barra libre para todos, entrada gratis, precio gritar dos veces: gloria a
Dios.
Hay otros grupos que dan a sus miembros un pasaporte azul, como el de USA, y es
el único pasaporte para el cielo.
En la práctica casi todos los grupos afirman lo mismo, tiene la salvación asegurada
si se hace miembro de nuestra iglesia.
Nosotros, hoy, nos vamos a olvidar de todas las recetas fáciles, adulteradas y
fraudulentas de los predicadores charlatanes que tanto abundan y nos vamos a fijar
en la respuesta de Jesucristo, la receta de Cristo.
"Esfuércense por entrar por la puerta estrecha".
Recuerden una cosa: Jesús no nos pide nada que Él no haya hecho primero.
Él fue el primero en entrar por la puerta estrecha.
"No mi voluntad sino la tuya, Padre.
La angustia del bautismo de sangre.
El fuego del Espíritu.
No la paz sino la división.
La cruz abrazada responsable y amorosamente.
La puerta estrecha de Jesús es una vida entera puesta al servicio de la liberación
humana y espiritual de todos.
La puerta estrecha de Jesús es ayudarnos a nacer de nuevo y acercarnos a todos
hasta el amor de su Padre.
Jesús no habla de la puerta del cielo, el cielo no tiene puertas.
De la puerta del cielo sólo hablan los malos predicadores para crear efectos
especiales y asustar a los ignorantes.
"Esfuércense por entrar por la puerta estrecha".
No mañana. Hoy.
No el domingo. Todos los días de la semana.
No cuando se muere. Aquí en la tierra.
Aquí y ahora, en esta iglesia, en estas calles, en este barrio, con estos hermanos,
con estos problemas, Jesús nos ofrece la salvación.
La salvación no está allá sino acá.
Jesús ya abrió la puerta de par en par. Jesús ya hizo todo lo que el Padre le mandó
para que haya salvación para todos.
A nosotros nos toca pasar día tras día por la puerta estrecha de esta vida.
Y como la vieja malvada del cuento que hizo un gesto de amor, suficiente para ser
salvada, nosotros llamados a hacer un gesto de amor a los hermanos. El amor a
Dios y el amor a los hermanos es el único pasaporte válido para entrar en el Reino
de Dios.
A todos los que presentan otro pasaporte, el de predicador, el de don de lenguas, el
de oyente de su enseñanza, el de … les dirá: "No sé quiénes son ustedes".
Y el festín del Reino se llenará con los que aquí sirvieron y amaron.