Domingo sexto de Pascua 011 A
¿y si cristo te rogara con su amor?
Cristo sabía que se iba al Padre, y con ese amor grande con que amó siempre a las
multitudes, a los niños, a los pobres, a los desamparados, a los enfermos, a las
viudas indefensas, a los ancianos y a los pecadores, él quiso dirigirse al final de su
vida, con una palabra llena de amor, a los más cercanos de sus colaboradores, los
apóstoles.
Les habló en la última cena, como la gran oportunidad de manifestar su amor y su
deseo de quedarse para siempre con los suyos, y de dejar a su Espíritu para que él
continuara la obra que necesariamente quedaría trunca, porque los días de su vida
mortal estaban contados, pero no así su asistencia por todos los siglos impulsando
la marcha de su pueblo a la casa del Dios de los cielos, el Buen Padre Dios.
“No los dejaré desamparados” les dijo Jesús, refiriéndose a todos sus seguidores,
aunque a nosotros nos parezca otra cosa, pues la persecución contra la Iglesia y
contra los suyos se deja sentir el día de hoy, y parece como que él no existiera,
pues las costumbres de los cristianos no nos harían decir que Jesús está en medio
de nosotros. No obstante, tenemos que decir que si a él lo persiguieron, también
los suyos tendrán que mostrar con las obras que verdaderamente son seguidores
de Jesús aunque eso les acarree incomodidades y muchas veces persecución.
Y aquí hace aparecer Cristo otra palabra y otra petición a los suyos: “Si me aman,
cumplirán mis mandamientos”, pues él no quiso que el seguimiento de los suyos
estuviera fundado sólo en sentimentalismos sino en ese amor que es el distintivo de
los suyos y que se manifiesta con las obras, con los mandamientos, que ya no son
sólo aquellas diez propuestas de Moisés a su pueblo, sino el mandamiento principal
del amor a Dios sobre todas las cosas y el amor al hermano, que debe hacerse
extensivo hasta al que nos odia, al que no nos quiere, al que ha obrado en contra
nuestra. Es difícil, pero Cristo lo dejó perfectamente claro, no sentimentalismos,
sino una vida de entrega, no ritualismos fríos, mientras se vive en un régimen de
mentira y opresión, donde los pobres, los ignorantes y los desposeídos son
aplastados inmisericordemente. La vida y la fe y el amor no podrán separarse
desde entonces en un auténtico seguidor de Jesús.
Y Cristo dejo para el final una palabra que es toda una declaración de amor, y amor
del bueno: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me
ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”. ¿No te
basta con esto para sentirte amado y nunca más solitario y desamparado? ¿No te
declara Cristo que te ama y que el mismo Padre nos ama, de la misma manera que
lo ama a él? ¿Y no habrá llegado entonces el momento comenzar a amar como
Cristo nos ama, dando la camisa y la vida misma si fuera necesario? La pregunta
está lanzada de parte de Cristo: Yo te amo… ¿Pero, tú me amarás de la misma
manera?
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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