XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Sabiduría 9, 13-19; Filemón 9-10.12-17;
Lucas 14, 25-33
EVANGELIO
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: -Si
alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a
sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser
discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. Así,
¿quién de vosotros si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los
gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede
acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran diciendo: "Este hombre empezó
a construir y no ha sido capaz de acabar". ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro
rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del
que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía
legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo
mío.
HOMILÍA
Érase una vez una mujer que caminando por las montañas encontró una piedra
preciosa en un riachuelo.
Al día siguiente se encontró con un viajero hambriento. Nuestra mujer abrió su
bolsa para compartir la comida. El viajero que vio la piedra preciosa, lleno de
avaricia, se la pidió y ella se la dio sin más. El viajero siguió su camino feliz, sabía
que esa piedra preciosa tenía mucho valor y le iba a proporcionar mucho dinero.
Unos pocos días después, el viajero volvió y le devolvió la piedra a la mujer. He
estado pensando y vengo a devolverle su piedra y espero me dé algo mucho mejor.
Déme lo que usted lleva dentro y le da el poder de desprenderse, sin más, de esta
piedra preciosa.
¿Verdad que esta historia viene a cuento con el evangelio de hoy?
Sí, hay algo más precioso y más valioso que las joyas o las cadenas de oro que se
pueden comprar en una joyería.
Lo más valioso está dentro de nosotros, en nuestro corazón:
la libertad frente a las cosas y las personas,
el desprendimiento de las riquezas,
la mirada limpia,
la sabiduría para discernir lo permanente de lo efímero,
el Espíritu Santo que me ayuda a renunciar a todo para seguir a Jesús.
Déme lo que lleva dentro y le da el poder de desprenderse, sin más, de esta piedra
preciosa.
Nos dice Lucas: "Caminaban con Jesús grandes multitudes y dirigiéndose a ellos,
les dijo: No puede ser mi discípulo el que prefiere a su padre, a su madre… El que
no cargue con su cruz. El que no renuncia a todos sus bienes.
En los evangelios y en la predicación hay un Jesús peligroso, un Jesús que nos
escandaliza, un Jesús difícil de entender y hay también un Jesús dulce, manso y
comprensivo.
Jesús es siempre peligroso. Escucharle y seguirle exige valentía y correr riesgos que
el hombre corriente nunca alcanza a comprender.
¿Verdad que usted prefiere a un Jesús hecho de bizcocho que a un Jesús exigente y
bravo?
¿Verdad que usted prefiere un Jesús alto, hermoso y amable a un Jesús
ensangrentado y crucificado?
Hay cosas que ninguna persona puede imponer a otra.
Nadie le va a imponer o decir: renuncia a tus bienes; le dirá enriquézcase, robe si
es necesario, pero hágase rico.
Nadie le va a decir: cargue con su cruz; le dirá más bien, disfrute, goce, beba…
Nadie le dirá: deje a su padre y a su madre…
Sólo Jesús nos lo dice. Sólo Jesús tiene autoridad para exigirlo a los suyos. Sólo
Jesús tiene poder para vincularnos a su persona.
Sólo Jesús puede ser el todo de un cristiano.
Sólo Jesús dejó los suyos para predicar el Reino de Dios.
Sólo Jesús cargó con la cruz y murió en la cruz.
Sólo Jesús renunció a todo para hacer la voluntad del Padre.
Sólo Jesús es modelo para nosotros.
Y hoy le escuchamos y nos dice: "No puede ser discípulo mío si…
no vive desprendidamente, no es libre interiormente, no experimenta la liberación
de los afectos humanos y de las posesiones humanas, no permite que todo lo suyo
sea vivificado por el amor absoluto de Dios.
Tal vez no tenga que renunciar a nada.
Pero como la señora del cuento tiene que estar interiormente tan desprendido que
puede darlo todo cuando el Señor Jesús se lo pida. Jesús es peligroso y se lo puede
pedir en cualquier momento.
Jesús también nos ha contado hoy dos cuentos.
Érase una vez un hombre que quería construir una casa en su campo y comienza a
calcular los gastos…
Jesús nos invita a reflexionar, a calcular los gastos, a aceptar el riesgo, a
mantenernos firmes.
Seguir a Jesús no es cuestión de un entusiasmo pasajero, de una súbita emoción,
de una conversión superficial.
Jesús no promete a sus discípulos éxito, fama, poder…sino riesgos, renuncias y la
cruz.