Sexto Domingo de Pascua
Hch 5, 8. 14-17; Sal 65; 1P 3, 15-18; Jn 14, 15-21
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro
Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien
el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis,
porque mora con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos: volveré a
vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis,
porque yo vivo y también vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy
en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y
los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo
le amaré y me manifestaré a él.”
Las lecturas de este domingo nos confirman que Dios deja sentir su presencia de
forma providencial, lo que en el mundo muchas veces se puede llamar: suerte,
coincidencia, casualidad, etc.; solo desde la Fe, humildemente podemos decir que
es signo del amor de Dios, y de que El –el Padre Misericordioso-, no abandona la
obra de sus manos. Es así que las Palabras de la Escritura, tienen un tenor de
confirmarnos en la fe, pues el Señor está anunciando su partida, y por lo tanto está
consolidando en la fe a sus apóstoles.
Al respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: Es importante entender que el
Señor nos da su cuerpo glorioso, no nos da carne para comer en sentido biológico;
se nos da él mismo; lo nuevo que es él entra en nuestro ser hombres, en nuestro
ser personas, en mi ser persona como persona, y llega a nosotros con su ser, de
modo que podemos dejarnos penetrar por su presencia, transformarnos en su
presencia. Es un punto importante, porque así ya estamos en contacto con esta
nueva vida, este nuevo tipo de vida, ya que él ha entrado en mí, y yo he salido de
mí y me abro hacia una nueva dimensión de vida. Pienso que este aspecto de la
promesa, de la realidad que él se entrega a mí y me hace salir de mí mismo y me
eleva, es la cuestión más importante: no se trata de descifrar cosas que no
podemos entender sino de encaminarnos hacia la novedad que comienza, siempre,
de nuevo, en la Eucaristía (Benedicto XVI, Entrevista emitida por la RAI, 22 de
abril de 2011).
En la actualidad, en el estilo de vida que muchas veces el mundo nos impone,
tantas veces nos cuesta trabajo comprender que la Iglesia de Cristo continúa y no
termina con los hombres, ni siquiera lo ha sucedido con su Fundador. Este pervivir
de la Iglesia es muestra y garantía de que Ella, peregrinará en este mundo, seguirá
proclamando y mostrando el camino de la salvación a los hombres de cada
generación, hasta cuando Cristo retorne en su segunda venida y ponga todas las
cosas a los pies del Padre; por la Presencia y Guía del Paráclito, que manifiesta de
manera visible la providencia y voluntad del Padre de la Misericordia, -
precisamente a través de la Iglesia - para cada hombre. Así tenemos como en la
primera lectura Felipe, con su predicación y signos milagrosos, expresaba la
autenticidad de que no hablaba por su cuenta, sino que había sido elegido para una
misión, de la quería ser fiel transmisor.
En el evangelio, Cristo el enviado del Padre, el Dios que se ha encarnado para
redimir la historia de la humanidad, toda su vida Pública ha sido una confirmación
de que Él era el Mesías, el Salvador, el Esperado de los Siglos; por eso en varios
pasajes de los evangelios responderá diciendo: “...si no me creéis, creed por lo
menos a las obras que el Padre realiza por mi,...". Por eso que el evangelio de la
presente semana comienza diciendo: " ... si me aman guardarán mis
mandamientos ..."; Cristo de esta manera nos está ayudando a comprender que Él
ha venido al mundo para revelarnos la vida del Hombre Nuevo, no a que lo
contemplemos como un ser extraordinario, por eso guardar sus mandamientos
significa vivir, abrazar la vida de Él; que también es cierto que no podemos vivir la
vida que Cristo nos ha revelado y nos llama a participar, si no somos revestidos por
el Espíritu vivificador (Espíritu Santo).
Según el evangelio, no guardar los mandamientos de Cristo, significa rechazar, el
diseño y plan de Amor del Padre que se nos ha revelado en el Hijo, a través de su
misterio Pascual: encarnación – vida – pasión – muerte – resurrección - ascensión
al cielo - envío del Espíritu; y así no revestirnos de la Vida Nueva, no participar de
la Nueva Creacin, y como dice el mismo Cristo: “... vino nuevo en odre nuevo,...
".
Cristo mismo señala, que esta vida nueva de la que el Espíritu Santo, nos hace
participar, y que el mundo no la puede recibir, es porque el mundo ha rechazado al
autor de la Vida, y al rechazarlo ha quedado encerrado en sus propios pecados: “...
yo no he venido a juzgar al mundo, sino para que todo el que crea se salve, (...).
Pero la palabra lo juzgará por no haber creído en el Hijo único de Dios...". Pero
cuando el evangelista habla del mundo hace referencia a aquellos, que luego de
haber recibido la predicación de la Salvación, la han rechazado. La Iglesia nos hace
presente que si el hombre, no ha sido alcanzado por el anuncio del evangelio, pero
actúa según la recta conciencia, se salvará; pues esta recta conciencia, es la misma
ley de Dios inscrita en el corazón de los hombres como dice Jeremías. San Máximo
el confesor al respecto dice que para expresar el amor al prójimo o cumplir el
mandamiento de Cristo que es amar como El nos ha amado, hay dos condiciones, la
primera es la que se refiere cuando Jesús dice: “...no todo el que me dice Señor,
Seor entrará en el reino de los cielos...”, y la otra citacin es “...si no guardáis mis
mandamientos no tendréis vida eterna...”.
El evangelio de este día, nos hace presente que el Espíritu Santo Paráclito
primeramente revestirá de la vida nueva a aquellos que han acogido el anuncio y la
predicación de Cristo, en segundo lugar el Espíritu Santo le dará la garantía y
avivará sus vidas en la esperanza para que no sienta el creyente que ha sido
abandonado. El mismo Cristo dice: “...Padre te ruego por ellos que aún quedan en
el mundo...”, y en tercer lugar el Espíritu Santo hará testigos a aquellos que han
sido revestidos de la vida nueva porque viven su vida en la esperanza de
encontrarse un día cara a cara con Cristo que está junto al Padre. Por ello signo que
vivimos ya en este mundo la novedad de la vida eterna es que guardamos las
enseñanzas del evangelio y nos amamos entre los hermanos.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar