XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
2 Macabeos 7, 1-2.9-14; 2 Tesalonicenses 2, 15-3.5; Lucas 20, 27-38
EVANGELIO
En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y
le preguntaron: -Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su
hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a
su hermano". Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin
hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin
dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de
ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les contestó: -En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean
juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se
casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque
participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo
indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de
Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos
están vivos.
HOMILÍA
Érase una vez un monje que se acercó a Buda y le preguntó: ¿las almas de los
justos viven después de la muerte?
Buda no le contestó. El monje siguió insistiendo día tras día y Buda callaba.
El monje amenazó con dejar el monasterio, pues de que servía sacrificarlo todo si
las almas morían igual que los cuerpos.
Entonces Buda sintió compasión y habló.
Eres como un hombre que está muriendo de una flecha envenenada. Su familia lo
llevó al hospital pero el moribundo se negó a que le sacaran la flecha si no le
contestaban antes a tres preguntas.
El hombre que le disparó ¿era blanco o negro?, ¿era alto o bajo?, ¿era de una casta
alta o era de una clase social baja?
Muchos somos como ese monje. Hacemos preguntas imposibles. Y muchos dejan la
iglesia y la fe e incluso reniegan de Dios porque no reciben respuesta o no reciben
la respuesta que esperaban.
Los hombres de todos los tiempos, ante el silencio y el muro de la muerte, se han
preguntado y seguimos preguntando: ¿hay algo después?
Unos creen en la reencarnación. Otros, como los saduceos del tiempo de Jesús,
creen que no hay nada. The end.
A Jesús que iba a morir le hicieron la pregunta: y después, si hay más allá, ¿de
quién será la mujer de los siete maridos?
La pregunta no deja de tener su malicia y su gracia.
Aquel domingo los saduceos querían probar y buscar las cosquillas a Jesús.
Es como si alguien me pregunta a la salida de la misa: ¿estará mi gato conmigo en
el cielo? ¿Y los curas seguirán siendo solteros en el cielo? Aquí no se casan algunos,
¿pero tal vez en el cielo?
Algunos se imaginan el cielo como una mera prolongación de esta vida que
conocemos, como una isla encantada en el Pacífico.
Jesús responde.
Los hijos de "este mundo" se casan, se divorcian, se vuelven a casar…
Jesús establece una diferencia entre "este mundo" y el "mundo venidero".
Jesús afirma con claridad que sólo entrarán los que hayan sido juzgados dignos. El
cielo no es Cancún y barra libre para todos.
Hay un test para entrar. Y las preguntas para acceder al mundo venidero serán
sobre cómo hemos vivido en este mundo.
¿Hemos ignorado nuestras responsabilidades humanas, sociales y cristianas?
¿Hemos sido fieles a esta tierra para hacerla más justa y fraterna?
Aquí nos hacemos dignos de la vida en el mundo venidero.
Un hombre rico soñó que moría e iba al cielo. San Pedro le daba un tour por una
calle muy hermosa en la que todas las casas eran auténticos palacios. "Esa", le dijo
San Pedro, es la casa de uno de tus criados".
"Si mi criado tiene una casa tan magnífica, me muero de ganas por ver mi futura
mansión", exclamó el hombre rico.
Llegaron a una calle estrecha y de casas pequeñitas. "Tú vivirás en esa cabaña", le
dijo San Pedro. "Yo, vivir en esa choza", dijo indignado y furioso.
"Esto es lo único que te podemos ofrecer. Tienes que comprender que aquí
construimos las casas con los materiales que nos envían desde la tierra.", le explicó
San Pedro.
Son semejantes a los ángeles…
Hay que renunciar a imaginar cómo será la vida futura.
La vida sexual, la necesidad de procrear, la prolongación de nuestra vida en los
hijos, la llamada de la sangre y los apetitos de la carne desaparecerán. No
necesidad de Viagra.
Los salvados "son como los ángeles". Con esta afirmación Jesús cierra la puerta a
todas nuestras especulaciones.
Alguno se preguntará y ¿por qué Dios no nos explica con más detalle esta famosa
vida del más allá?
Imagínense ustedes esa oruga, ese gusanillo, que un día se transformará en una
mariposa de mil colores. Si lo supiera cuando es oruga desearía esa transformación
ya, sin esperar.
Jesús nos dice que seremos como ángeles. Habrá continuidad pero seremos
totalmente transformados. Esta es la imagen de la resurrección que nos espera.
¿Y después de la muerte qué?
"Son hijos de Dios, herederos de la resurrección".
Somos introducidos en la intimidad de Dios y participamos de su vida. Y como todo
lo que pertenece a Dios no hay manera de expresarlo con palabras humanas.
La resurrección no es un tema marginal, es el corazón de nuestra fe.