SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Is 49, 3. 5-6; Sal 39; 1Co 1, 1-3; Jn 1, 29-34
Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha
puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a
bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo:
«He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo
no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas
que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo." Y yo le
he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.»
Culminado el tiempo de Navidad, con la Solemnidad del Bautismo del Señor; iniciamos
ahora el Tiempo Ordinario, hoy se nos presenta a Juan el Bautista señalándonos: "...he
ahí el cordero de Dios...", y San Pablo en la segunda lectura, nos presenta al Bautista
como modelo del testimonio de los cristianos, que estamos invitados a ser precursores y
testigos del que viene. En el evangelio del domingo pasado, que es además el primero del
tiempo ordinario se nos habló del bautismo de Jesús. Jesús el siervo de Dios, ha sido
ungido con la fuerza del Espíritu Santo que descendió sobre Él. Al respecto nos dice el
papa Benedicto XVI: cuando el Bautista ve a Jesús que, en fila con los pecadores,
viene a hacerse bautizar, queda asombrado; reconociendo en él al Mesías, el Santo de
Dios, Aquel que está sin pecado, Juan manifiesta su desconcierto; él mismo, el bautista
hubiera querido hacerse bautizar por Jesús. Pero Jesús le exhorta a no oponer resistencia,
a aceptar cumplir este acto, para hacer lo que es conveniente y “cumplir toda justicia”.
Con esta expresión, Jesús manifiesta haber venido al mundo para hacer la voluntad de
Quien lo ha enviado, para cumplir todo lo que el Padre le pide; para obedecer al Padre Él
ha aceptado hacerse hombre (Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad del Bautismo
del Señor, 9 de enero de 2011).
Juan el Bautista ha recibido la gracia de ser testigo cuando el Espíritu Santo en forma de
paloma desciende y se posa sobre el elegido, Jesús, por este hecho puede Juan Bautista
dar su testimonio total. Si el que viene detrás de él existía antes que él, debe venir de
arriba, debe proceder de Dios: “...Doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios...”. Él,
que ha de bautizar con el Espíritu Santo, es el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo. Llegar a estas conclusiones es obra de Dios que actúa sobre Juan el Bautista que
así retoma la profecía de Isaías:”...Yo te hago luz de las naciones para que mi salvación
alcance hasta el confín de la tierra...”.
De esta manera, cuando San Juan el evangelista usa las imágenes del cielo que se abre,
la voz que se escucha y el espíritu que desciende, es porque son signos que expresan que
Cristo es el Hijo de Dios y que el hecho de su encarnación es para llevar a cumplimiento
la voluntad del Padre, lo que significará su misión. Nosotros podemos participar de la vida
nueva que nos da Jesús, porque en Él, el cielo que nos cerró el pecado de Adán, se nos
abre nuevamente para acogernos, porque al acoger al Cordero de Dios que nos libra de la
esclavitud y fuerza del pecado, que llevó al hombre a ser excluido del cielo, hoy, en
Cristo, Dios nos lo ha abierto de nuevo.
 
 
Las lecturas del presente domingo nos presentan el sentido de la vida cristiana y su
fundamento. Queda por parte nuestra dejarnos conducir por Juan el Bautista, que nos
indica quién es verdaderamente, el Cordero de Dios que perdona el pecado del mundo. Y
así como los magos fueron guiados por una estrella hasta el establo donde estaba el niño
recién nacido, nosotros necesitamos a Juan el Bautista, es decir a uno que nos haga este
servicio, que nos señale el camino al Cordero de Dios. En tal sentido, la pastoral
parroquial se convierte en este medio para guiar a nuestros hermanos al encuentro con el
Cordero de Dios. Igualmente los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades son un
medio para que podamos ir tras del Cordero, el siervo que nos conduce de regreso a la
Casa del Padre. Por ello, en las lecturas de este domingo el profeta Isaías y San Pablo
saben y nos manifiestan que todo lo obtenido es por Gracia de Dios y Juan el Bautista lo
atestigua, con Jesucristo no queda ya nada que esperar, se ha llegado al cumplimiento
realización de la Promesa, se nos da todo; Cristo es la respuesta total de Dios para la vida
del hombre.
La figura de Juan Bautista es descrita por el Papa Benedicto XVI: Desde Jerusalén y
desde toda Judea la gente llegaba para escuchar a Juan Bautista y bautizarse en el río,
confesando los propios pecados. La fama del profeta que bautizaba creció hasta el punto
de que muchos se preguntaban si no era él el Mesías. Pero él, subraya el evangelista, lo
negó decididamente: «Yo no soy el Cristo» (Jn1,20). De todos modos, él sigue siendo el
primer «testigo» de Jesús, pues recibió del Cielo esta señal: «Aquel sobre quien veas que
baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo» (Jn1,33).
Esto es lo que sucedió precisamente cuando Jesús, tras recibir el bautismo, salió del
agua: Juan vio cómo bajaba sobre él el Espíritu como una paloma. Entonces «conoció» la
realidad plena de Jesús de Nazaret y comenzó a manifestarlo a Israel (Jn1,31),
presentándole como Hijo de Dios y redentor del hombre: He ahí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo (Jn1,29) (Benedicto XVI, Ángelus en la Fiesta de San
Juan Bautista, 24 de junio de 2007).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar