TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A
VIERNES
a.- Hb.10,32-39: No renunciéis a vuestra valentía.
b.- Mc. 4, 26-34: La semilla crece sola y el grano de mostaza.
La primera parábola es propia de Marcos, y quiere profundizar en el tiempo que va
entre el anuncio y la cosecha. La enseñanza de Jesús es evidente para sus oyentes:
luego de la siembra, el campesino espera la recolección con paciencia. La tierra
produce por sí sola hasta que se recoge el fruto maduro. Jesús ha sembrado con
éxito, de ahí que espera que su predicación no fuese inútil. Pero la intención de
Jesús es enseñar a sus oyentes, que si bien la predicación ya fue hecha la fuerza
divina sigue trabajando, aunque en forma oculta, callada, germinando en la tierra.
La cosecha llegará sin tardar, hay que esperar pacientemente, confiar en la acción
de Dios. La actividad del hombre no suple la acción de Dios, la iniciativa es siempre
suya, por lo tanto el reino de Dios, no lo hacen los hombres sino la gracia divina.
Maduro el fruto se mete la hoz, ha llegado el tiempo de la siega (cfr. Joel 4,13). Los
oyentes deben poner su confianza en Dios y en su obrar: el reino llega, ya está
entre nosotros, pero actúa calladamente, sin que notemos su crecimiento. La
predicación de la comunidad primitiva, llena de infortunios y persecuciones, puso su
confianza en Dios, enseñanza a tener presente hoy, donde lo que cuenta es la
cercanía siempre operante de Dios y no tanto la proximidad temporal de la cosecha
o recolección (cfr. Mc. 9,1; 13, 30; 13, 28). Sólo Dios Padre conoce el día y la hora
(cfr. Mc. 13, 32), y esa confianza en su obrar callado pero fecundo, nos da paz y
fortaleza.
La parábola del grano de mostaza, quiere destacar el insignificante comienzo y su
esplendoroso final. Ese grano de mostaza contiene la fuerza para formar un gran
árbol, donde hasta los pájaros pueden anidar. Imagen bíblica del reino de Dios, que
acoge a muchos pueblos hasta convertirlo en su morada definitiva. Este reino de
Dios, actúa en la Iglesia, pero también fuera de ella en toda la tierra; no es visible
como la Iglesia, pero está presente en todas partes porque crece por la fuerza de
Dios. Las parábolas del grano de la mostaza y de la levadura quieren constatar la
llegada del reino de Dios entre los hombres, independiente de la intensidad y
extensión de la actividad de la Iglesia. Jesús, cuenta con la Iglesia, pero también
con esas fuerza divina y con el resultado final ese recolección de frutos de santidad.
Esta parábola quiere estimular una gran dosis de fe inquebrantable y una esperanza
cierta en su cumplimiento, es decir, de victoria. Esto no quita realismo al
evangelista que mira este futuro espléndido, porque sabe que antes que Jesús
venga al final de los tiempos no sólo se anunciará el evangelio en todas partes sino
que padecerá la Iglesia persecuciones y grandes angustias (cfr. Mc. 13, 10; 13, 5-
23). El triunfo final es de Dios.
La vida de oración hay que comenzarla con una determinada determinación, es
decir, fijos los ojos en Jesucristo, que inició este camino hasta llegar al Reino de
Dios. Bien lo comprendió Teresa de Jesús: “Por esto y por otras muchas cosas
avisé yo en el primer modo de oración, en la primera agua, que es gran negocio
comenzar las almas oración, comenzándose a desasir de todo género de tormentos,
y entrar determinadas a sólo ayudar a llevar su cruz a Cristo, como buenos
caballeros, que sin sueldo quieren servir a su Rey, pues le tienen tan seguro. Los
ojos en el verdadero y perpetuo reino que pretendemos ganar.” (V 15,11).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD