BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Solemnidad e la Epifanía
Sábado 6 de enero de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
La solemnidad de la Epifanía celebra la manifestación de Cristo a los Magos,
acontecimiento al que san Mateo da gran relieve (cf. Mt 2, 1-12). Narra en su
evangelio que algunos "Magos" —probablemente jefes religiosos persas— llegaron
a Jerusalén guiados por una "estrella", un fenómeno celeste luminoso que
interpretaron como señal del nacimiento de un nuevo rey de los judíos. Nadie en
la ciudad sabía nada; más aún, Herodes, el rey que ocupaba el trono, se turbó
fuertemente con la noticia y concibió el trágico plan de la "matanza de los
inocentes" para eliminar al rival recién nacido.
Los Magos, en cambio, se fiaron de las sagradas Escrituras, en particular de la
profecía de Miqueas, según la cual el Mesías nacería en Belén, la ciudad de
David, situada aproximadamente diez kilómetros al sur de Jerusalén (cf. Mi 5, 1).
Al ponerse en camino en esa dirección, vieron de nuevo la estrella y, llenos de
alegría, la siguieron hasta que se detuvo encima de una cabaña. Entraron y
encontraron al Niño con María; se postraron ante él y, rindiendo homenaje a su
dignidad real, le ofrecieron oro, incienso y mirra.
¿Por qué este acontecimiento es tan importante? Porque con él comenzó a
realizarse la adhesión de los pueblos paganos a la fe en Cristo, según la promesa
hecha por Dios a Abraham, que nos refiere el libro del Génesis: "Por ti serán
bendecidos todos los linajes de la tierra" ( Gn 12, 3). Por tanto, si María, José y
los pastores de Belén representan al pueblo de Israel que acogió al Señor, los
Magos son, en cambio, las primicias de los gentiles, llamados también ellos a
formar parte de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, que ya no se basa en la
homogeneidad étnica, lingüística o cultural, sino sólo en la fe común en Jesús,
Hijo de Dios. Por eso, la Epifanía de Cristo es al mismo tiempo epifanía de la
Iglesia, es decir, manifestación de su vocación y misión universal.
En este contexto, me alegra dirigir mi cordial saludo a los amados hermanos y
hermanas de las Iglesias orientales que, siguiendo el calendario
juliano, celebrarán mañana la santa Navidad : con afecto les deseo abundancia
de paz y de prosperidad cristiana.
Me complace recordar también que, con ocasión de la Epifanía, se celebra
la Jornada mundial de la infancia misionera . Es la fiesta de los niños cristianos
que viven con alegría el don de la fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a
todos los niños del mundo. Doy las gracias a los niños de la "Santa Infancia",
presente en 110 países, porque son valiosos colaboradores del Evangelio y
apóstoles de la solidaridad cristiana con los más necesitados. Aliento a los
educadores a cultivar en los niños el espíritu misionero, para que surjan entre
ellos misioneros apasionados, testigos de la ternura de Dios y anunciadores de su
amor.
Nos dirigimos ahora a la Virgen María, Estrella de la evangelización . Que por su
intercesión los cristianos de todas las partes de la tierra vivan como hijos de la
luz y lleven a los hombres a Cristo, verdadera luz del mundo.
© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana