BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 18 de noviembre de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
En la página evangélica de hoy, san Lucas vuelve a proponer a nuestra reflexión la
visión bíblica de la historia, y refiere las palabras de Jesús que invitan a los
discípulos a no tener miedo, sino a afrontar con confianza dificultades,
incomprensiones e incluso persecuciones, perseverando en la fe en él: "Cuando
oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis miedo. Porque eso tiene
que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida" ( Lc 21, 9).
La Iglesia, desde el inicio, recordando esta recomendación, vive en espera orante
del regreso de su Señor, escrutando los signos de los tiempos y poniendo en
guardia a los fieles contra los mesianismos recurrentes, que de vez en cuando
anuncian como inminente el fin del mundo. En realidad, la historia debe seguir su
curso, que implica también dramas humanos y calamidades naturales. En ella se
desarrolla un designio de salvación, que Cristo ya cumplió en su encarnación,
muerte y resurrección. La Iglesia sigue anunciando y actuando este misterio con la
predicación, la celebración de los sacramentos y el testimonio de la caridad.
Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación de Cristo a afrontar los
acontecimientos diarios confiando en su amor providente. No temamos el futuro,
aun cuando pueda parecernos oscuro, porque el Dios de Jesucristo, que asumió la
historia para abrirla a su meta trascendente, es su alfa y su omega, su principio y
su fin (cf. Ap 1, 8). Él nos garantiza que en cada pequeño, pero genuino, acto de
amor está todo el sentido del universo, y que quien no duda en perder su vida por
él, la encontrará en plenitud (cf. Mt 16, 25).
Nos invitan con singular eficacia a mantener viva esta perspectiva las personas
consagradas, que han puesto sin reservas su vida al servicio del reino de Dios.
Entre estas, quiero recordar en particular a las llamadas a la contemplación en los
monasterios de clausura. A ellas la Iglesia dedica una Jornada especial el miércoles
próximo, 21 de noviembre, memoria de la Presentación de la santísima Virgen
María en el Templo. Debemos mucho a estas personas que viven de lo que la
Providencia les proporciona mediante la generosidad de los fieles. El monasterio,
"como oasis espiritual, indica al mundo de hoy lo más importante, más aún, en
definitiva, lo único decisivo: existe una razón última por la que vale la pena vivir,
es decir, Dios y su amor inescrutable" ( Discurso a los monjes cistercienses de la
abadía de Heiligenkreuz, Austria, 9 de septiembre de 2007: L'Osservatore Romano ,
edición en lengua española, 21 de septiembre de 2007, p. 6). La fe que actúa en la
caridad es el verdadero antídoto contra la mentalidad nihilista, que en nuestra
época extiende cada vez más su influencia en el mundo.
María, Madre del Verbo encarnado, nos acompaña en la peregrinación terrena. A
ella le pedimos que sostenga el testimonio de todos los cristianos, para que se
apoye siempre en una fe firme y perseverante.
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