III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A.
CAFARNAÚN: CAMPAMENTO BASE
Padre Pedrojosé Ynaraja
En cualquier gran catástrofe natural, o si se pretende emprender la ascensión a un
gran pico, es tarea fundamental el escoger un lugar desde donde se dirigirán los
proyectos. Galilea es una planicie, levemente inclinada hacia abajo y al Este. La
vida social o familiar de Jesús había transcurrido en Nazaret, una población no
demasiado grande, en la parte alta, muy próxima a un núcleo que en aquellos
momentos estaba alcanzando gran relieve político, militar y social. Se estaba
edificando a la manera clásica Sephoris (o Diocesarea) con categoría de capital.
Cuando uno visita lo que queda de ella, el trazado de sus calles, los elementos
urbanos y familiares, y los decorados de ambos, queda asombrado. Sus mosaicos
son maravillosos. Jesús debería conocerla muy bien. Seguramente acudiría al lugar
como operario independiente en materia de edificación, su oficio, cosa que le
permitiría al margen de su labor profesional, aprender a leer el hebreo, escribirlo tal
vez y entender algo la lengua griega y hasta un poco de latín. Le separaba de su
domicilio escasos 6 kilómetros, así que aprovecharía para instruirse en las
Escrituras. Allí lograría ser reconocido Rabí. Pero, llegado el momento de iniciar
públicamente la misión que le había encomendado el Padre, se decidió por otra
población situada a unos 30 Km., junto al Lago, núcleo de comunicaciones y
estación aduanera para los que se desplazaban, camino de la capital, a cumplir
votos religiosos, negocios comerciales de productos orientales, o adquirir salazones
en la prestigiosa Mágdala. Estas características exigían también que hubiera un
destacamento militar.
Cafarnaún, pues, ciudad de la que vengo hablando, era un variopinto centro
humano. Tenía una excelente sinagoga y un discreto puerto. Allí vivía una familia
pescadora que daría mucho que hablar. Pedro y Andrés eran propietarios y
patronos de barca. De idéntica posición gozarían otros dos hermanos, que también
destacarían en la empresa que iniciaba el Señor, se trataba de Santiago y Juan,
este último un inquieto jovenzuelo de no más de trece años. Si el Centurión gozaba
de poderes y prestigio, no menos importante era el Publicano, cobrador de
impuestos a favor de Roma, que, en aquellos días, se llamaba Mateo. No hay que
ignorar, pues, la capacidad estratégica del Maestro.
Hay que reconocer también que la huida de Judea, de las regiones bajas del Jordán
donde acudió a escuchar y bautizarse por Juan, cercano el sitio del sagrado Templo,
y a donde todo judío debía desplazarse por motivos religiosos, fue debido a que se
enteró de que el Bautista, el agitador profeta y precursor, había sido encarcelado.
La importante misión recibida de Dios-Padre, debía iniciarse en un ambiente donde
fueran reconocidas las libertades personales y que gozase de capacidad y facilidad
para habituales desplazamientos. Pese a todo el realce que le he dado a Cafarnaún,
su extensión era discreta y muy apta para iniciativas personales. No hay que
olvidar tampoco, que por la región pululaban movimientos revolucionarios de más o
menos categoría, los llamados zelotes y sicarios. La lejanía respecto de Jerusalén o
de Cesarea, a orillas del Mediterráneo, donde sí residían disciplinadas y grandes
guarniciones romanas, permitían gozar de una libertad de movimientos y
originalidad de iniciativas, que hubieran sido inimaginables en Jerusalén.
De todos modos, no hay que olvidar, que todo galileo era sospechoso a los ojos de
los habitantes del Sur. Se evidenció esto último en los momentos de la Pasión del
Señor, alguien dijo de Pedro: pero si tu mismo acento galileo te delata, eres, pues,
sospechoso (Mt 26,73). En un lugar tan complejo y siendo totalmente desconocido
del pueblo, el Señor se atrevió a empezar y, lo curioso del caso, es que de los
pocos a los que se dirigió, recibió una respuesta afirmativa, generosa y valiente.
Pero os advierto, mis queridos jóvenes lectores, que no os tenéis que tomar al pie
de la letra las palabras evangélicas del texto proclamado hoy. El encuentro con
estos primeros discípulos sería más rico de lo que nos cuenta Mateo. Algunos
pasaron con Él, en su casa, todo un día entero, nos lo cuenta el mozalbete Juan (Jn
1,39). Pero de lo que no hay duda es de que fueron valientes, no se excusaron
diciéndole que no tenían tiempo, que eran muy pocos y que para hacer algo de
prestigio, se necesitaba más gente.
Toda opción supone una renuncia. Escogieron seguir a Jesús, aceptaron abandonar
el negocio familiar y su seguro oficio de pescadores. ¿No os dice algo esta decisión?
¿Qué le hubierais contestado vosotros de estar en su lugar?
No olvidéis que el que cautivo a los Apóstoles es el mismo que llama hoy a vuestro
corazón. Dentro de pocos días, tal vez mientras me estéis leyendo, en el mismo
Cafarnaún, junto a donde el Señor reposó, comió y obró milagros, rezaré por
vosotros, me lo apunto para no olvidarme llegado el momento, pediré al Maestro
que os ayude a ser valientes y audaces, como lo fueron los que os he mencionado.
Padre Pedrojosé Ynaraja