Domingo 16 de Enero
2a Sem. del T. Ordinario Ciclo A
P. Emilio Betancur Múnera
UN PRECURSOR SABE RETIRARSE
Juan Bautista con su amor a la verdad, sin valor de no arrogarse cualidades
mesiánicas, su humildad de ser testigo, adquirió un espacio moral en medio de
los judíos hasta llegar a la conciencia de la gente para moverla a la conversión y
deseo de bautizarse para iniciar una vida nueva.
En medio del gentío que escuchaba a Juan apareció Jesús para ser bautizado,
tomando sobre si la inconmensurable tarea de asumir el pecado del mundo, de
ponerle fin al mal que no le permite al hombre ser feliz. Así el pecado del
hombre fue vencido. Ya lo había anunciado Juan con una invitación a mirar:
“He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo! Jesús no slo vence
los pecados individuales sino los de todo el mundo, pone fin al dominio del
pecado. “Me am y se entreg por mi” diría después Pablo.
EL CORDERO ES EL SIERVO
El apocalipsis “Ve un cordero de pie aunque había sido inmolado…. Después
miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y las criaturas vivientes
y los mayores, y eran más de miles y miles, que decían en voz alta ¡Digno es el
cordero que fue muerto, de recibir el poder y la riqueza y la sabiduría y
soberanía y honor y gloria, bendición! Y así las criaturas del cielo y de la tierra y
bajo la tierra y en el mar, y todos los que estaban, diciendo: “Ay él que se
sienta en el trono y al cordero, bendición, honra, gloria y poder por siempre y
por siempre!” (Ap. 5, 6,11-14) Ante el espectáculo con las cuatro criaturas
vivientes “todo nuestro ser grita: Amén!”.
El cordero de Dios se identifica con el siervo de Dios: “Maltratado, aguantaba,
no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el
esquilador, no abría la boca sin arresto, sin proceso, lo quitaron de en medio”
(Is 53,7-8).
A los ojos de Juan, Jesús es investido del Espíritu; entonces es Jesús quien
bautiza en el Espíritu. Así el testigo Juan puede concluir: “Pues bien yo lo vi y
doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Evangelio).
El Hijo de Dios que conoció Juan en el Jordán es el mismo que hoy reconocemos
desde la fe mirando al siervo, que como cordero en Cruz asume todas nuestras
debilidades, pecados y sufrimientos.
“Todos somos absueltos sin merecerlo, generosamente, por el rescate que
Jesucristo entreg” “… cuando todavía éramos inválidos, a su tiempo, Cristo
murió por los malvados.- por un inocente quizás muera alguien; por una
persona buena quizás alguien se arriesgara a morir. Pues bien, Dios nos
demostró su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros. Con mayor razón, ahora que su sangre nos ha hecho justos, nos
libraremos por El de la condena. Pues si siendo enemigos, la muerte de su Hijo,
nos reconcilió con Dios, con mayor razón, ya reconciliado, nos salvará su vida:
por medio de Jesucristo, que nos ha traído la reconciliación, ponemos nuestro
orgullo en Dios” (Carta de los Romanos).
Sólo el Cordero inmolado en la cruz, para asumir el sufrimiento humano, puede
responder a todos los que se preguntan como el Iván racionalista de los
Hermanos Karamazov, libro de Dostoyevski: “Si también el sufrimiento inocente
debería servir para construir una humanidad mejor, ¿pueden los hombres
aceptar una felicidad construida sobre sangre inocente?”
A esta interrogacin, responde Alioska: “Tú has dicho: Hay en el mundo entero
un solo ser, que puede perdonar, y que tenga derecho a ello?”
Bastará dice la fe que seamos humildes para hacer silencio y escuchar la única
palabra que, sobre el sufrimiento es razonable: “La humanidad fue sometida al
fracaso por la imposición de otro; pero con la esperanza que esa humanidad se
manciparía de la esclavitud de la corrupción para obtener la libertad gloriosa de
los hijos de Dios” (Romanos).
JUAN: UN TESTIMONIO AMPLIADO
El testimonio de Juan fue integral: primero fue precursor, luego se supo
retirar. A Juan no le pidieron la renuncia porque el mismo supo que terminaba
su misión y debía darle paso a Jesús y los suyos.
Saber retirarse requiere más sabiduría que saber comenzar siendo precursor
pastoral. La sabiduría del retiro en Juan contó con un corazón sensato. Juan no
se dej seducir con frases bonitas para quedarse como Mesías “El que viene
detrás de mí tiene precedencia sobre mí, porque existía antes que yo”, “yo no le
conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que Él sea dado a conocer a
Israel.
Seguro que a Juan le dijeron todo lo has hecho bien, eres, ¡irremplazable!, si te
vas se acabará tu mensaje, esto no se puede dejar en manos inexpertas (Jesús).
Sólo el Espíritu a pesar de las verdades dichas a Juan Bautista; el mismo Espíritu
del Bautismo, hizo que Juan tuviera el discernimiento de saber que había
terminado su misión que también vista desde Jesús fue una imprescindible
misión pastoral: ser precursor no es sólo en relación a la muerte sino a la vida
pastoral a lo que se refiere el salmo 90: “Enséame Seor, a calcular mis aos
(de servicio) para adquirir un corazn sensato”.
NO QUITARLE GLORIA A DIOS
Juan nunca compartió la gloria con Jesús, jamás, como precursor, le quitó gloria
a Jesús siendo competidor de su misión por eso fue llamado “el mayor entre los
hijos de los hombres”.
Saber por inspiración y obediencia al Espíritu cuando terminaba su misión de
precursor permitió que otros se acercaran a Jesús haciendo que por su actitud el
Señor creciera y él, Juan disminuyera, quedarse es cubrir el espacio para que
otros puedan crecer y quitar tiempo para que el Evangelio pueda avanzar.
Si Juan y sus discípulos no se hubieran retirado después de señalar ahí está el
Cordero de Dios, los discípulos no hubieran seguido a Jesús después de El
decirles ¿Qué buscan?
Respondieron: Rabí (que significa Maestro) ¿dónde resides?
Les dice vengan y vean. Fueron, pues, vieron dónde residía y se quedaron con
El aquel día. Eran las cuatro de la tarde (Jn 1,35-39).
Con los discípulos empezó el mundo nuevo originado por la muerte y
resurrección de Jesús y cuyo anuncio precursor terminó en Juan y sus
discípulos, continuando con Pablo: “Yo Pablo, apstol de Jesucristo por voluntad
de Dios y Sóstenes mi colaborador, saludamos a la ciudad cristiana que está en
Corinto. A todos ustedes a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son
pueblo Santo. Así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el
nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos, les deseo la gracia y la
paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Seor” (Segunda
Lectura 1 Cor 1,1-3).
Isaías 49, 3. 5-6
El Señor me dijo: «Tú -eres- mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Y ahora habla
el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a
Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi
fuerza- «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y
conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que
mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Salmo 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10 (R.: 8a y 9a)
R/. "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad"
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.»
Como está escrito en mi libro:
«Para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.
1 Corintios 1,1-3
Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y
Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los
consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que
en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean
con vosotros.
Evangelio Juan 1, 29-34
En aquel tiempo; al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: -«Éste es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije:
"Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes
que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea
manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo:
-«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó
sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
"Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de
bautizar con Espíritu Santo. "
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»