Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario 30 de Enero de 2011
“Estad alegres y contentos, que vuestra recompensa será grande en el
cielo”.
El Evangelio de este domingo es el comienzo del llamado “Sermn de la
Montaa”, donde san Mateo recopila diversos temas de la predicacin de Jesús
en ocasiones distintas. Lo iremos leyendo en domingos sucesivos hasta la
Cuaresma.
La Bienaventuranzas, que hoy se proclaman, son el prólogo de dicho sermón. No
son una ley, sino Evangelio. La ley pone al hombre ante sus propias fuerzas, y le
pide que las tenga en cuenta. El Evangelio, buena noticia, sitúa al hombre ante
el don de Dios, y le pide que lo acoja con gratitud, y lo convierta, de verdad, en
fundamento y clave de su vida.
El Sermón de la Montaña es el anuncio gozoso de las condiciones que hacen
posible el seguimiento de Jesús. El cristianismo es un estilo de vida nueva, como
nos dice san Pablo al hablar del bautismo: “Aquella inmersin que nos vinculaba
a su muerte nos sepultó con El, para que, así como Cristo fue resucitado de la
muerte por el poder el Padre, también nosotros empezáramos una vida nueva”
(Rom 6, 4).
Este sermón no se dirige a individuos aislados, aunque no los excluye, ni a un
grupo selecto dentro de la Iglesia. Es más bien la línea directriz de la Iglesia,
que, como nuevo Pueblo de Dios, tiene que ser sal y luz del mundo. Matiz que
tiene su importancia, ya que las exigencias que presenta son difíciles de cumplir
para los individuos aislados. Sin embargo, tiene grandes oportunidades de
realizarse en la Comunidad Cristiana, espacio colectivo en que toma cuerpo el
Espíritu de Jesús. Pero la Comunidad la constituyen individuos concretos, que
sintiéndose vinculados por una misma fe, han de esforzarse para vivir con ilusión
el camino señalado por Jesús.
Las Bienaventuranzas son la esencia del programa del Reino de Dios, que
supone una completa inversión de valores, pudiendo parecer un atentado contra
los anhelos más profundos del hombre. Analizadas en profundidad corresponden
a una nuevo modelo de hombre que, lejos de destruir las potencialidades
humanas, intenta llevarlas a la máxima realización, superando el egoísmo
individual y colectivo para llegar a la solidaridad y fraternidad; suprimir la
agresividad y la violencia para construir la concordia y la paz; eliminar todos los
determinismos, a fin de conseguir la plena libertad; trascender las exigencias de
la mera justicia conmutativa, para instaurar unas relaciones fundadas en el
amor, la misericordia y el perdón.
Es un camino nuevo, y Jesús lo presenta como camino de felicidad, no porque no
lleve consigo renuncia y esfuerzo, sino porque libera de esclavitudes engañosas
que nos desvían de la verdadera felicidad, fruto de una vida sencilla y de un
buen corazón. La vida y el ejemplote Jesús, son la clave más auténtica de
interpretación de las bienaventuranzas. El fue pobre y sufrido, tuvo hambre y
sed de justicia, fue misericordioso y limpio de corazón, trabajó por la paz y la
reconciliación, fue perseguido y murió por causa del bien y el amor al hombre.
Encarnó en su persona las actitudes básicas el Reino de Dios, que para el
discípulo es programa real y posible del seguimiento incondicional de Cristo.
Quien las practicas es quien entiende las bienaventuranzas. Son paradójicas y
suponen una inversión total de criterios al uso. Pertenecen a la esfera de la
vivencia experimental del don de Dios desde la fe. Por eso únicamente son
capaces de entenderlas quienes las viven como una opción personal siguiendo a
Cristo y comprometido en ser sal y luz en el mudo. Las Bienaventuranzas no son
una ley, es una Buena Noticia, y como tal hay que saberlas acoger con gozo y
gratitud.
Joaquin Obando Carvajal