JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Jueves 6 de enero de 2000
Fiesta de la Epifanía
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. El Evangelio de hoy habla de los Magos de Oriente que, guiados por una
estrella, fueron a adorar a Jesús a Belén. Es la Epifanía de Cristo, es decir,
su manifestación a los gentiles. El Mesías nace del linaje de David, cumpliendo
las promesas de los profetas, pero su mensaje de salvación es universal: gloria
de Israel y luz para todos los pueblos (cf. Lc 2, 32).
Por tanto, esta solemnidad pone de relieve la vocación universal de la Iglesia,
llamada a reflejar en su rostro la luz del Señor. En este marco litúrgico y
espiritual, he conferido esta mañana la ordenación a doce nuevos obispos de
varios países del mundo. A la vez que les renuevo a ellos mis mejores deseos, os
invito a vosotros a rezar para que, en su ministerio, sean siempre testigos
auténticos del Evangelio y guías sabios y generosos del pueblo de Dios.
2. Mi pensamiento se dirige ahora al Oriente cristiano, donde viven y proclaman
el Evangelio mis hermanos en la fe, los patriarcas de las Iglesias ortodoxas:
Constantinopla, Antioquía, Jerusalén, Moscú, Rumanía, Georgia y cualquier otra
tierra donde esas Iglesias cantan las alabanzas del Verbo de Dios que se hizo
hombre. Quisiera nombrarlas una por una, expresándoles mi ferviente deseo de
que la luz de Cristo, cuyo nacimiento celebran en este período, les conceda en
abundancia todo lo que puede reforzar la proclamación del único Evangelio de
salvación.
A las Iglesias ortodoxas y a las Iglesias orientales católicas, que celebran
mañana el nacimiento de Cristo, les deseo una feliz Navidad con las palabras de
un tropario que conocen muy bien: "Tu nacimiento, oh Cristo, Dios nuestro,
hizo surgir en el mundo la luz de la verdad. (...) Guiados por una estrella, fueron
a adorarte a ti, sol de justicia, y a reconocerte, aurora celestial. Oh Señor, gloria
a ti".
3. Pensando en todas las Iglesias del Oriente cristiano, les expreso mi deseo de
prosperidad y alegría. Lo hago participando espiritualmente en el canto de sus
liturgias y compartiendo los numerosos dones que el Señor ha derramado en sus
tradiciones y que enriquecen a la Iglesia de Cristo.
Al comienzo de este nuevo año, mientras vivimos intensamente el gran jubileo,
encomendemos a María, "Estrella de la mañana", la misión evangelizadora de la
Iglesia y el camino de los cristianos hacia la unidad plena querida por nuestro
Redentor.