JUAN PABLO II
ÁNGELUS
domingo 9 de enero de 2000
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Hoy, fiesta litúrgica del Bautismo del Señor, concluye el tiempo de Navidad,
que este año hemos vivido con una intensidad y una participación totalmente
singulares. En efecto, en la Nochebuena, con la apertura de la Puerta santa en la
basílica de San Pedro, comenzó el gran jubileo.
Este tiempo navideño nos ha brindado una nueva ocasión de hacer memoria del
"hecho", acaecido hace veinte siglos, que cambió definitivamente el curso de la
historia: el nacimiento de Jesús en Belén.
Al hacer memoria del nacimiento de Jesús, hemos celebrado el gran misterio de
la redención, que contemplamos de modo particular durante todo el itinerario
jubilar. El Hijo de Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera ser elevado a
la dignidad de hijo adoptivo de Dios.
2. La fiesta del Bautismo del Señor nos invita a esa íntima unión con la vida
divina. Como en los años pasados, también hoy he tenido la alegría de
administrar, en el sugestivo escenario de la capilla Sixtina, el sacramento del
bautismo a algunos niños. En total fueron dieciocho: ocho niñas y diez niños,
procedentes de Italia, Brasil, España, Estados Unidos y Suiza. En el marco del
Año jubilar, tiempo de gracia, alegría y renovación de vida, esta celebración del
sacramento del bautismo es para todos nosotros una invitación a volver a las
raíces de nuestra vocación cristiana. En efecto, todo el bien que hacemos con la
ayuda de Dios tiene su fundamento en el bautismo que, al comunicarnos la
gracia divina, nos hace hijos de Dios y nos incorpora a la comunidad de los
creyentes.
3. Encomendemos a María santísima, Madre del Salvador, a los niños y niñas
que hoy han recibido el bautismo, así como a sus familias, a sus padrinos y
madrinas y a sus comunidades cristianas. La santísima Virgen los acompañe con
su protección materna por el camino de crecimiento en la fe y los haga participar
cada vez más en el misterio de salvación que hoy ha comenzado en ellos.
Que la Virgen también nos asista a nosotros, para que durante este Año jubilar
correspondamos cada vez mejor a nuestros compromisos bautismales,
alimentando día a día la llama de la fe, que nos entregaron al inicio de nuestra
existencia cristiana.