SANTA MISA Y ADMINISTRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
HOMILÍA
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 9 de enero de 2000
1. "Tú eres mi Hijo predilecto, en quien tengo mis complacencias" ( Mc 1, 11).
Estas palabras, tomadas del evangelista san Marcos, nos llevan directamente al
corazón de esta fiesta del Bautismo del Señor, con la que concluye el tiempo de
Navidad. Hoy conmemoramos la manifestación del misterio del amor trinitario,
que tuvo lugar precisamente al inicio de la actividad pública del Mesías.
En Belén, la noche santa, Jesús nació entre nosotros en la pobreza de una
cueva; el día de la Epifanía, los Magos lo reconocieron como el Mesías esperado
de los pueblos; hoy toda nuestra atención se centra en su persona y en su
misión. El Padre le habla directamente: "Tú eres mi Hijo predilecto", mientras
los cielos se abren y el Espíritu Santo baja sobre él en forma de paloma
(cf. Mc 1, 10-11). Por tanto, la escena a orillas del Jordán presenta la solemne
proclamación de Jesús como Hijo de Dios. Así, comienza públicamente su misión
salvífica.
2. El Señor recibe el bautismo en el marco de la predicación penitencial de san
Juan Bautista. El gesto ritual de sumergirse en el agua, propuesto por el
Precursor, era un signo exterior de arrepentimiento de los pecados cometidos y
de deseo de una renovación espiritual.
Todo eso remite al sacramento cristiano del bautismo, que dentro de poco
tendré la alegría de administrar a estos niños, y que nosotros hemos recibido
hace ya mucho tiempo. El bautismo nos ha injertado en la vida misma de Dios,
convirtiéndonos en sus hijos adoptivos, en su unigénito "Hijo predilecto".
¡Cómo no dar gracias al Señor, que hoy llama a estos dieciocho niños a
convertirse en hijos suyos en Cristo! Los encomendamos en nuestra oración y
les brindamos nuestro afecto. Proceden de Italia, Brasil, España, Estados Unidos
y Suiza. Con gran alegría los acogemos en la comunidad cristiana, que a partir
de hoy es realmente su familia. Deseo, asimismo, dirigir mi más cordial saludo a
sus padres, a sus padrinos y madrinas, que presentan a estos niños ante el
altar. Demos gracias al Señor por el don de su vida y, más aún, por el de su
nuevo nacimiento espiritual.
3. Es muy sugestivo administrar el sacramento del bautismo en esta capilla
Sixtina, en la que estupendas obras maestras de arte nos recuerdan los
prodigios de la historia de la salvación, desde los orígenes del hombre hasta el
juicio universal. Y más significativo aún es contemplar estos signos de la acción
de Dios en nuestra vida durante el Año jubilar, centrado totalmente en el
misterio de Cristo, que nació, murió y resucitó por nosotros.
Deseo a estos niños que crezcan en la fe que hoy reciben, de modo que pronto
puedan participar activamente en la vida de la Iglesia.
A vosotros, queridos padres, que vivís este importante momento con intensa
emoción, os pido que renovéis los compromisos de vuestra vocación bautismal.
De este modo, estaréis más preparados para realizar la tarea de primeros
educadores de vuestros hijos en la fe. Estos niños deberán encontrar en
vosotros, así como en sus padrinos y madrinas, un apoyo y una guía en su
camino de fidelidad a Cristo y al Evangelio. Sed para ellos ejemplos de fe sólida,
de profunda oración y de compromiso activo en la vida eclesial.
María, Madre de Dios y de la Iglesia, acompañe los primeros pasos de los recién
bautizados. Los proteja siempre, al igual que a sus padres, a sus padrinos y
madrinas. Ayude a cada uno a crecer en el amor a Dios y en la alegría de servir
al Evangelio, para dar así pleno sentido a su vida