COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DOMINGO
III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Hemos llegado al tercer domingo del Tiempo Ordinario. Recuerdo que este año la
liturgia de la Palabra dominical sigue el llamado Ciclo A que tiene como
característica que nos presenta en la mayoría de domingos la lectura del evangelio
según san Mateo, de modo que si participamos todos los domingos de la eucaristía
y prestamos atención al evangelio, al final del año tendremos una buena visión de
lo que nos narra san Mateo en su escrito. El texto de Mateo que leeremos será
parte del capítulo cuarto, y será complementado con el final del capítulo 8 e inicio
del capítulo nueve del Profeta Isaías y con la continuación del capítulo uno de la
Carta del Apóstol san Pablo a los Corintios. Mientras que el Salmo será el 26, “El
Seor es mi luz y mi salvacin”.
El profetismo en Israel, al contrario de lo que podamos pensar por la acepción que
conocemos de la palabra profeta, fue una institución creada por Dios para dar
ánimo y esperanza al pueblo que sentía los rigores de la persecución, de la
ocupación, del destierro, de la pobreza. Sentimientos todos que impulsan a las
personas a tener sed de justicia y a buscar ayuda en el ser todopoderoso, en ser
que les ha creado, en Dios. Es claro que esta visión es distinta a la que tiene la
gente que piensa que el profeta es alguien que ve el futuro y hace predicciones, y si
se predicen catástrofes u otras cosas negativas, entonces se acuña el término
“profetas del desastre”. Los profetas elegidos y enviados por Dios no son adivinos,
son creyentes a los que Dios les pide que denuncien los malos pasos que el pueblo
ha dado o está dando, y que le alejan de él, y les dice que anuncien la buena
noticia de que Dios les acompaña y les dará la salvación. Entonces por la misión
recibida, los profetas fueron muchas veces despreciados y condenados, porque las
denuncias tocaban las miserias del pueblo, que prefería vivir así que seguir por el
sendero de Dios. Podemos pensar que es la misma situación que vemos en
nuestros días cuando nuestros pastores, empezando por el Papa, denuncian a los
pueblos las cosas que no están bien, las cosas que están llevando a la humanidad a
la perdición. Y si bien no se les lapida o condena a muerte como lo hicieron con
muchos profetas, a nuestros pastores se les califica de cualquier cosa, con tal de
que callen las verdades que dicen en nombre de Dios. Y lo mismo podemos decir
cuando somos nosotros los que buscamos dar testimonio de Dios imitando a los
profetas; con seguridad seremos perseguidos. Pero así como ayer, Dios sustentó a
los profetas para que cumplieran su misión, hoy también nos asiste con su Espíritu
para que no tengamos miedo ante el mal que denunciamos.
Una de las situaciones que evidencian la lejanía de Dios de los pueblos son las
divisiones que existen entre sus habitantes. El enemigo es experto en dividir, de
modo que en la medida en que haya más divisiones a todos los niveles, en esa
misma medida él está ganando la batalla. Por eso san Pablo, al escribir a los
Corintios, les ruega, en nombre de Dios, que se pongan de acuerdo, que no anden
divididos. Y lo mismo se nos pide hoy a nosotros, que dejemos de lado las
cuestiones particulares y nos pongamos en disposición de ayudar todos en la obra
de la evangelización. Que nos gusta más una manera que otra, que nos sentimos
identificados más con un grupo que con otro, lo que interesa es que todos estemos
conscientes que cada quien debe sumar en la obra de evangelización, para la
mayor gloria de Dios.
El mensaje de Jesús en su predicación está centrado en la conversión. Que significa
que la mayoría está lejos de Dios, ha seguido un camino que no es el querido por
Dios. Y ese mismo mensaje tiene una validez diría que mayor en nuestros días,
porque el ser humano no obstante que ha crecido mucho en conocimientos, ha
disminuido mucho en su fe, y por tanto en su cercanía y fidelidad a Dios. Jesús es
la luz para el mundo, y quiere que cada uno de nosotros, sus fieles, seamos los
transmisores de esa luz para este mundo de tinieblas, y repitamos el mensaje de
esperanza que él trajo: “está cerca el Reino de los Cielos”.
Este domingo tercero del tiempo ordinario Jesús nos vuelve a hacer el llamado que
nos hizo el día de nuestro bautismo, que seamos sus discípulos y demos testimonio
de él.
Fuente: Radio vaticano. (con permiso)