MISA PARA LA COMUNIDAD FILIPINA DE ROMA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 1 de diciembre de 2002
¡Larga vida a Filipinas!
1 . "Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es "Nuestro redentor""
(Is 63, 16).
Al inicio del Adviento, la liturgia nos invita a volver a gustar el mensaje
consolador de la paternidad de Dios. Las palabras que acabamos de escuchar,
tomadas del libro del profeta Isaías, nos introducen en el núcleo de la
predicación de Jesús. A la petición precisa de los discípulos: "Señor, enséñanos
a orar", responde animándolos a dirigirse a Dios con el dulce nombre de "Padre"
(cf. Lc 11, 1-4).
Sí, ¡Dios es nuestro Padre! Se interesa por nosotros, porque somos obra de
sus manos. Está siempre dispuesto a perdonar a los pecadores arrepentidos, y a
acoger con ternura a cuantos confían en su misericordia infinita (cf. Is 64, 4).
Amadísimos hermanos y hermanas de la capellanía católica filipina de Roma, me
alegra compartir con vosotros este consolador anuncio , al iniciar el camino del
Adviento. Hubiera querido visitaros el pasado 24 de febrero y celebrar la
eucaristía en la basílica de Santa Pudenciana en el Viminal. No fue posible y, por
eso, os acojo hoy con gran cordialidad aquí, en el Vaticano, reanudando así mis
encuentros habituales con las parroquias y las comunidades de nuestra diócesis.
2. Os saludo con gran afecto y, a través de vosotros, saludo a los miles de
filipinos que viven en Roma y en otras ciudades de toda Italia. Saludo al
cardenal vicario y al obispo auxiliar de la zona centro, que velan constantemente
por vuestra atención pastoral. Saludo también a vuestro compatriota el cardenal
José Sánchez, prefecto emérito de la Congregación para el clero, que nos honra
con su presencia.
Asimismo, agradezco sinceramente la presencia de sus excelencias los
embajadores de Filipinas ante la Santa Sede y ante la República de Italia,
juntamente con otros representantes de la comunidad filipina.
Mi saludo cordial va también a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, y a
los fieles laicos que de diferentes modos sirven a vuestra comunidad grande y
dinámica. En especial, saludo a vuestro incansable capellán, el padre Alberto
Mena Guevara. Le agradezco las amables palabras que me ha dirigido al
comienzo de esta celebración y su presentación de las numerosas actividades
que se realizan en la basílica de Santa Pudenciana, encomendada desde 1991
al Sentro Pilipino .
Hace pocos meses tomó posesión del rico patrimonio de atención pastoral legado
por el muy amado padre Remo Bati después de diez años de generoso y fiel
servicio a la comunidad. Doy las gracias asimismo al señor Exequiel García y al
joven Mark Angelo, que han hablado en representación de todos vosotros.
La solicitud de la Iglesia por los fieles filipinos puede verse también en los treinta
y nueve centros pastorales esparcidos por toda la ciudad, donde podéis
promover vuestras nobles tradiciones cristianas y darles nueva vida, gracias a
los servicios litúrgicos y apostólicos que se ofrecen allí.
3. Queridos hermanos y hermanas, conservad la rica herencia cultural y religiosa
que forma parte integrante de vuestra identidad. Muchos de vosotros habéis
tenido la oportunidad de encontrar empleo en Italia, y habéis alcanzado un nivel
de vida que os permite ayudar a los miembros de vuestra familia que están en
vuestra patria. Sin embargo, a otros, y espero que sean pocos, vuestra situación
de inmigrantes os ha originado serios problemas , como la soledad, la separación
de las familias, la pérdida de los valores transmitidos del pasado y, a veces,
incluso la pérdida de vuestra fe.
Quisiera renovaros a todos, y en particular a las numerosas mujeres presentes
aquí, las palabras de aliento que hemos escuchado en la liturgia de hoy: ¡No os
desaniméis! No debemos permitir que se debilite nuestra fe, porque el Señor
está cerca. Vuestra condición de inmigrantes hace que todos seáis más amados
por Jesús, quien, como recordamos durante el Adviento, vino a la tierra para
salvarnos.
Así pues, continuad con confianza y determinación a lo largo del camino de fe y
solidaridad tan bien expresado en el lema mencionado por vuestro capellán, que
os llama a la "comunión", al "testimonio" y al "anuncio del Evangelio". El
testimonio de una vida auténticamente cristiana os mantendrá unidos entre
vosotros y seguirá conquistándoos el respeto y la ayuda de los demás. A los que
os dan empleo les pido que os acojan y os amen como hermanos amados en
Cristo. Todos debemos trabajar juntos para construir la civilización del amor .
4. "Velad... vigilad". Esta exhortación, que Jesús nos dirige en el evangelio
(cf. Mc 13, 33. 53), es la llamada fundamental del tiempo de Adviento: vigilar
en espera del Mesías . Amadísimos hermanos y hermanas, permanezcamos
despiertos para estar preparados a encontrarnos con el Salvador, que viene a
revelarnos el rostro del Padre celestial.
Que María, la humilde Virgen de Nazaret, elegida por Dios para convertirse en la
Madre del Redentor, haga fructuosa nuestra espera orante y vigilante del
Redentor . Amén.
¡Larga vida a Filipinas!