JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Solemnidad de la Asunción de María
Viernes 15 de agosto de 2003
1. En el corazón del mes de agosto, para muchos tiempo de descanso y
vacaciones de verano, la liturgia celebra con solemnidad la Asunción de la
santísima Virgen María al cielo. Este es un día de esperanza y de luz , porque
todos los hombres, peregrinos en la tierra, pueden vislumbrar en María "el
destino glorioso" que les espera.
Hoy contemplamos a la Esclava del Señor envuelta en un resplandor regio en el
Paraíso, adonde nos ha precedido también con su cuerpo glorificado. La
contemplamos como signo de esperanza segura . En efecto, en María se cumplen
las promesas de Dios a los humildes y a los justos: el mal y la muerte no
tendrán la última palabra .
2. Amadísimos hermanos y hermanas, por más oscuras que puedan ser las
sombras que a veces cubren el horizonte, y por más incomprensibles que
resulten algunos acontecimientos de la historia humana, no perdamos jamás la
confianza y la paz. La fiesta de hoy nos invita a confiar en la Virgen María que,
desde el cielo, como estrella resplandeciente, nos orienta en el camino diario de
la existencia terrena.
En efecto, la Virgen, elevada a la Jerusalén celestial, "prosigue su obra junto al
Rey de la gloria, como abogada nuestra y dispensadora de los tesoros de la
redención" ( Prefacio de la misa de Nuestra Señora de la Merced ). María ayuda a
comprender que sólo su Hijo divino puede dar sentido pleno y valor a nuestra
vida. Así alimenta en nosotros "la esperanza en la meta escatológica", hacia la
que estamos "encaminados como miembros del Pueblo de Dios peregrino en la
historia" ( Rosarium Virginis Mariae , 23).
3. ¡Virgen Madre de Cristo, vela sobre la Iglesia! Haz que un día también
nosotros podamos compartir tu misma gloria en el Paraíso, donde "hoy has sido
elevada por encima de los ángeles y con Cristo triunfas para siempre" ( Antífona
de entrada de la misa vespertina de la vigilia ).
¡Alabado sea Jesucristo!