Quinto Domingo del Tiempo Ordinario 6 de Febrero de 2011
“Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo”
El Sermón de la Montaña recopila lo fundamental del mensaje de Jesús, las
enseñanzas del Reino, realidad nueva que se plantea como alternativa a la
existente, y que se caracteriza por la paternidad de Dios, la fraternidad de sus
hijos, y por el lugar preeminente que tienen los más débiles y pequeños.
Con dos imágenes, comprensibles para todos, Jesús indica que la alternativa
cristiana es existencial, no es una teoría. Es una manera nueva de enfocar la
existencia, sabiendo que los cristianos no somos seres aparte. El mundo de los
cristianos no es otro mundo. La historia de la salvación no es otra historia. Pero
la fe hace que estos hombres, este mundo y esta historia queden sazonados e
iluminados por el amor gratuito de Dios y la respuesta de la fe. La fe en el Reino
de Dios no nos aleja de la vida y de la historia. Al revés, es el fermento para que
nuestra vida y nuestra historia tengan sabor y esté iluminada.
“Vosotros sois la sal de la tierra”.El cristianismo no es una doctrina, una moral,
sino una vida, una encarnación. Jesús ve a sus discípulos como hombres y
mujeres llamados a ser “sal de la tierra”. La sal aparece como imagen que
purifica, da sabor, conserva y da vida a los alimentos.
El cristiano, sal del mundo, trata de conservar al ser humano con sus
características, sus cualidades, sus valores, su capacidad de amar y de vivir en
comunión con los demás, y su capacidad para relacionarse con Dios Padre.
Conserva al hombre libre de corrupciones como: la deshumanización, el
consumismo, las mil formas de esclavitud que se dan en nuestros días.
La sal sazona. El cristiano tiene que darle a la vida alegría, esperanza, sentido,
razón de ser; motivos para hacer frente a las dificultades co n ilusión, para
superar los problemas, para no dejarse llevar por el desánimo; motivos para
luchar por los más débiles, para defender al indigente. El cristiano tiene la gran
alegría de saber que el amor de Dios es lo más fuerte que hay en la vida.
La sal no se ve, pero actúa. Así el cristiano está presente en la vida sin
espectacularidad, sin escenarios, sino con el testimonio de su vida, con el
ejemplo de su amor solidario. Estar, aunque no se nos vea, pero eficazmente,
dando sabor a la vida.
“Vosotros sois la luz del mundo”. Junto a la imagen de la sal, la de la luz, viene a
reforzar lo que ha de ser el cristiano en el mundo. Ser portadores de luz, ser
testigos, es lo que nos encargó Cristo. Lo seremos si nuestro modo de actuar y
nuestras preocupaciones miran hacia delante, hacia los hombres y hacia el
mundo. Si cada uno, y la Iglesia entera, sabemos tomar el programa de las
bienaventuranzas. Sólo el que ama es luz. “Cuando partas tu pan con el
hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu
oscuridad se volverá mediodía” (Is 58, 10). Los discípulos de Jesús no deben
llevar a los hombres nuevos conceptos del mundo, nuevas filosofías, sino
acciones vivas que puedan ser vistas y oídas.
Un cristiano, en su familia, en su trabajo, en su ambiente, puede contribuir a dar
gusto y sabor a la existencia y a conservar sus mejores valores. Dar un gusto de
evangelio, de amor, de solidaridad, de comprensión, de responsabilidad, de
confianza en Dios, de reconocimiento de la propia debilidad, llevando la luz que
abre nuevos caminos.
Dos imágenes sencillas y claras que nos llevan a preguntarnos, como cristianos
¿somos sal que sazona con gusto evangélico la vida? ¿Nuestra manera de actuar
ilumina para que todos lleguen a descubrir a Cristo, verdadera luz del mundo?
No dejemos la respuesta para otra ocasión. La palabra de Dios nos interpela
para salir de un cristianismo rutinario y acomodaticio.
Joaquin Obando Carvajal