Martes 01 de Febrero de 2011
Martes 4ª semana de tiempo ordinario 201
Hebreos 12,1-4
Hermanos: Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo
que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin
retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que,
renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora
está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó la oposición
de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a
la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
Salmo responsorial: 21
R/Te alabarán, Señor, los que te buscan.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles. / Los desvalidos comerán hasta
saciarse, / alabarán al Señor los que lo buscan: / viva su corazón por siempre. R.
Lo recordarán y volverán al Señor / hasta de los confines del orbe; / en su
presencia se postrarán / las familias de los pueblos. / Ante él se postrarán las
cenizas de la tumba, / ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, / hablarán del Señor a la
generación futura, / contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: / todo lo que
hizo el Señor. R.
Marcos 5,21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le
reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de
la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con
insistencia: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se
cure y viva." Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años.
Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había
gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor.
Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto,
pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente
de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había
salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
"¿Quién me ha tocado el manto?" Los discípulos le contestaron: "Ves como te
apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"" Él seguía mirando
alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al
comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
"Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud."
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga
para decirle: "Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?" Jesús
alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas; basta que
tengas fe." No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan,
el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el
alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: "¿Qué
estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida." Se reían de
él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus
acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: "Talitha
qumi" (que significa: "Contigo hablo, niña, levántate"). La niña se puso en pie
inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
COMENTARIOS
San Jerónimo (347-420) presbítero, traductor de la Biblia, doctor de la
Iglesia
Homilías sobre el evangelio de Marcos, nº 3
«Levántate»
«Cogió de la mano a la niña y le dijo: 'Talitha qumi ', que significa:
'contigo hablo, niña, levántate'.» «Puesto que has nacido una segunda vez te
llamarán 'muchacha'. Muchacha, levántate para mi, no por tu propio mérito, sino
por la acción de mi gracia. Levántate, pues, para mí: tu curación no es debida a tu
fuerza». «La niña se puso inmediatamente en pie y echó a andar». Que Jesús nos
toque también a nosotros y andaremos inmediatamente. Aunque seamos
paralíticos, aunque nuestras obras sean malas y no podamos andar, aunque
estemos acostados en el lecho de nuestros pecados..., si Jesús nos toca,
inmediatamente quedaremos curados. La suegra de Pedro estaba cogida por la
fiebre: Jesús la tocó con la mano, ella se levantó e inmediatamente les sirvió (Mc
1,31)...
«Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se
enterase». ¿Entendéis ahora porqué echó fuera a todos cuando iba a hacer un
milagro? No solamente les mandó sino que les insistió en que nadie se enterase. Lo
mandó a los tres apóstoles, lo mandó también a los padres de la niña: que nadie se
entere. El Señor se lo mandó a todos, pero la niña, a la que había levantado, no
podía callarse.
« Y les dijo que dieran de comer a la niña » para que su resurrección no
fuera considerada como la aparición de un fantasma. También él mismo, después
de la resurrección, comió pez asado y un postre de miel (Lc 24,42)... Te lo suplico
Señor, también a nosotros que estamos acostados, tócanos la mano; levántanos
del lecho de nuestros pecados y haznos caminar. Cuando hayamos caminado, haz
que nos den de comer. Acostados no podemos comer; si no estamos de pie, no
somos capaces de recibir el Cuerpo de Cristo.
JUAN ALARCÓN, S.J.
(EDD. http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP