El domingo, 6 de febrero de 2011
V DOMINGO ORDINARIO
(Isaías 58:7-10; I Corintios 2:1-5; Mateo 5:13-16)
Fue un golpe de genio. Galvanizó tanto la opinión internacional como al pueblo
hindú. Cuando los gobernantes ingleses tenían un impuesto en la sal, Mahatma
Gandhi llamó una marcha en protesta. La ley exigía que todos compraran la sal
del gobierno y prohibía la recogida de la sal aun por el uso propio. Era
particularmente severa al pueblo porque la sal es “la especie de los pobres”. En
tiempo los hindús ganaron su independencia en parte por el éxito de la protesta.
En el evangelio hoy Jesús subraya el significado de la sal para su gente.
Jesús llama a sus discípulos “la sal de la tierra”. Ellos tienen que servir como el
mineral a la vez el más común y el más útil que se encuentra. Aunque la Biblia
no habla de la sal como agente para derretir el hielo en los caminos durante el
invierno, era más útil en el tiempo de Jesús que hoy. Primeramente se usaba la
sal para condimentar comida. Por eso, los discípulos de Jesús – nosotros tanto
como Simón, Santiago, y Juan – tienen que hacer la vida más agradable con el
servicio. Puede ser algo sencillo como mostrar una sonrisa a otra persona o algo
práctico como prestar la mano para ayudarle.
Antes de la refrigeración la gente echaba la sal como preservativo en carne,
pescado, y verduras en los días. Como extensión de este uso, el pueblo judío
ponía la sal en sus sacrificios para simbolizar la perpetuidad de la alianza con
Dios. Asimismo comía la sal junto con sus asociados para significar la fuerza de
la amistad. Podemos entender este uso de la sal también atrás de la instrucción
de Jesús. Sus seguidores tienen que ser fieles a Dios no sólo por entrar el
templo el domingo sino por socorrer a los pobres durante la semana. En la casa
tienen que ser ambos tiernos y firmes con sus familias poniéndose de guantes
de cuero cuando se necesita la corrección y de guantes de seda el resto del
tiempo. En todos locales tienen que ser fieles a sus palabras. Los jóvenes
practicarán la fe sólo si los mayores dicen siempre lo que creen es la verdad.
Otro uso para la sal en tiempos bíblicos era para rendir infecunda la tierra. Los
ejércitos vertían la sal sobre territorios conquistados para incapacitar a sus
enemigos. En este sentido Jesús está cargando a los discípulos a denunciar la
maldad. En nuestro tiempo, por ejemplo, se ha dejado a los cristianos a llamar
la atención a la pornografía en el Internet. Esta contaminación se ha puesto tan
perversa y tan prevalente que está deteriorando las relaciones entre hombres y
mujeres. Como resultado el aborto está destruyendo más que cincuenta por
ciento de los embarazos en algunas comunidades.
Jesús advierte a sus discípulos que ellos, como la sal, pueden volverse inútiles.
Eso es, pueden perder la capacidad a hacer la vida más agradable, más abierta a
la fe, y menos contaminada. Esto pasa cuando los cristianos permiten que los
atletas profesionales y las estrellitas de Hollywood sean sus modelos de vida.
Ganar el campeonato se hace la prioridad transcendente sin preocuparse de lo
que pase a la familia, al su bien propio, mucho menos al oponente.
Recientemente se reportó que varios personajes como Nicole Kidman y Elton
John han pagado a mujeres para dar a luz a sus bebés concebidos en el
laboratorio. En lugar de ver sus películas y comprar sus discos tenemos que
decir a los adolescentes que el comportamiento de estas personas es tan
bárbaro como la esclavitud.
Cuando los ingleses hablan de una “sal vieja”, se refieren a los marineros con un
mil de historias. Sean la verdad, la verdad en media, o pura fabricación las
historias promueven la vida a bordo del barco. En manera semejante los
cristianos pretenden ser “sales viejas” del evangelio. Aunque decimos sólo lo que
creemos es la verdad, queremos relacionar a los jóvenes que satisfactorio es la
vida de los discípulos de Jesús. Estamos agradables en el servicio, firmes contra
la contaminación, y listos a dar luz a Jesucristo en nuestro tiempo.
Padre Carmelo Mele, O.P.