Comentario al evangelio del Lunes 31 de Enero del 2011
Queridos amigos y amigas:
En este día el evangelio nos relata el encuentro de Jesús de un hombre poseído por un espíritu maligno
sumamente hostil, dotado además de una fiereza y de una fortaleza terribles. Tal encuentro aconteció
en la región de los gerasenos.
Jesús entabla conversación con este hombre poseído por una legión de demonios. Jesús domina la
situación. Se sabe más fuerte y sabio que el mal espíritu invasor. El pobre hombre, tras resistirse y
retarle, termina suplicándole la liberación. Jesús, en efecto, actúa y le libera. Este hecho acaba
espantando a los vecinos de la zona quienes, entre miedos y sospechas, le piden que se marche de allí
cuanto antes. El relato finaliza con la negativa de Jesús a la pretensión del mismo sanado de ingresar en
su grupo. Y, en efecto, no pertenecerá al grupo de discípulos íntimos, pero sí será un resuelto
misionero, como señala el evangelista Marcos en el texto.
¿Podemos extraer alguna conclusión para nuestra vida?
Hemos de combatir siempre el mal . Solo el mal. Y distinguir que no son la misma cosa “mal” y
“persona pecadora”. Aunque lo sabemos y repetimos, no siempre diferenciamos. Debemos tratar
de detectar el mal y rechazarlo. Sin contemplaciones y sin compasión alguna. Pero nunca hemos
de arrepentirnos ni debemos combatir el bien. Porque esto es lo fabulosamente triste: que
nosotros, que, con dificultad, nos arrepentimos del mal, tantas veces, con facilidad, nos
arrepentimos del bien que hacemos o, también, combatimos el que otros hacen.
Es Jesús quien establece el número de componentes de su grupo . No todos tienen por qué
pertenecer al mismo. El ingreso se hace por vocación y no por mera inscripción. Ello nos debe
recordar que tampoco hemos de hacer el bien que Dios no quiere que hagamos. Hemos de hacer
lo que El nos pida. Pertenecer al grupo de Jesús siempre será una llamada sorprendente,
imprevista, gratuita… y nunca iniciativa personal ni pago de un favor.
Jesús acepta el rechazo de los gerasenos sin rasgarse las vestiduras . El evangelista no advierte
en Jesús el menor sesgo de resentimiento, antipatía ni enfado hacia los gerasenos que,
prácticamente y por las buenas, le invitan a marcharse cuanto antes… El está más allá de su
incomprensión y cortedad de miras. Y, en silencio, se marcha sin más… como si no hubiera pasado
nada. La lección es clarísima: Aunque nadie nos lo reconozca y agradezca, hoy también podemos
hacer el bien “gratis”, es decir, porque sí, por amor. Lo hacemos con su ayuda y a su manera.
Vuestro amigo y hermano,
Juan Carlos cmf
Juan Carlos Martos cmf