Comentario al evangelio del Lunes 07 de Febrero del 2011
Queridos hermanos:
Todos hemos oído alguna vez el lamento: ¿por qué tanto sufrimiento en nuestro mundo? Incluso
hemos leído a algún pensador que, ante la tragedia del dolor y la muerte de niños inocentes, ha optado
por el ateísmo: “Si Dios existiese, las cosas serían de otra manera”.
En tales situaciones el cristiano se queda frecuentemente sin palabra, o se limita a ofrecer soluciones
escasamente convincentes, pasmado él mismo ante el misterio de que el propio Hijo de Dios haya
pasado por un proceso de injusticia y crueldad pocas veces superados en la historia humana.
No tenemos la explicación de la raíz última del mal; hay algunas respuestas cosmológicas (un
mundo que se está “asentando”), antropológicas (mal uso de la libertad),... pero aquí se hace cierto
(que el gran poeta místico nos perdone la cita abusiva) aquello de que “ y todos más me llagan/, y
déjame muriendo/ un no sé qué que quedan balbuciendo.. ”.
Sin embargo el cristiano sabe algo: que Dios no es amigo del caos, sino del “cosmos” (palabra
griega que significa belleza o adorno) y que la creación es hermosa y buena ; que no es meramente
funcional, sino que está “decorada”. Dios emplea tres días en “separar” , es decir, poner orden; y
luego otros tres en adornar ; hoy hemos visto cómo embellece el cielo con astros; mañana se nos
narrará cómo adorna las aguas y la tierra. Y parece como si Dios mismo se quedase extasiado ante la
creación, admirándose de su bondad.
El dolor es un desorden que no pertenece al proyecto del Creador. Por eso Jesús, para decirnos que
Dios establece su Reino, devuelve la salud a quienes sufren; él se presenta como un regenerador
universal: en aldeas, ciudades, descampados,... basta con tocar el borde de su manto, pues él es la
salud, “la resurrección y la vida” (Jn 11,25).
El libro de los Hechos nos contará que Pedro y Pablo prolongan esa acción vivificadora de Jesús :
los enfermos de Jerusalén esperan en las plazas a que pase Pedro y su sombra los alcance, y así
recuperan la salud (Hch 5,15); los sufrientes de Éfeso se curan cuando se les aplican pañuelos u otras
prendas que haya tocado Pablo (Hch 19,12). No nos toca en este momento dilucidar cuánto hay aquí de
historia y cuanto de simbolismo, pero sí extraer una conclusión muy clara: al seguidor de Jesús le
toca pasar sembrando vida, eliminando sufrimiento, creando un mundo mejor, más harmónico,
más bello. Aunque no tengamos el donde hacer “milagros”, en el sentido estricto del término, nadie
pude sentirse dispensado de realizar el milagro cotidiano de mejorar la vida y el curso de la
historia . Hermosa tarea.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf
Severiano Blanco cmf