Martes 08 de Febrero de 2011
Santoral: Jerónimo, Emiliano
Génesis 1,20-2,4a Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza
Salmo responsorial: 8 Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda
la tierra!
Marcos 7,1-13 Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la
tradición de los hombres
“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de
Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin
lavarse las manos. Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ¿Por qué
comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores? Él les
contestó: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me
honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento
de Dios para aferraros a la tradición de los hombres. Y añadió: Anuláis el mandamiento de
Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y el que
maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte; en cambio, vosotros decís: Si uno le
dice a su padre o a su madre: Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo, ya
no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con
esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas”
El precioso relato del Génesis sobre el origen del cielo y la tierra culmina con
la creación del ser humano. Su llegada es tan importante que le confía todo. Todo lo
hermoso que había hecho Dios se ve reflejado en “Hagamos al hombre” Aquí no
hay nada de cuentos de hadas o al nivel de un mito compartido con otras culturas
de la antigüedad. La Biblia quiere darnos un contenido, una verdad, pero no
cualquier verdad. La verdad de la Escritura mira a nuestra salvación. Alguien dijo:
"no nos dice cómo son los cielos sino cómo se va al cielo"
Por eso no somos un accidente, ni un acto de azar, ni el fruto maduro de las
solas fuerzas de la materia. Tenemos un encargo nobilísimo: ser administradores
del universo en el lugar de Dios, con lo que esto implica de poder, pero también de
sabiduría, compasión e incluso ternura para con todo lo que existe.
Si somos muy importantes para Dios necesitamos darle un verdadero culto a
Dios. No vacío dejando a un lado los mandamientos de Dios para aferraros a la
tradición de los hombres. Cuando las personas pierden su sentido de ser para Dios
se justifican con mil razones irracionales.
Se nos presenta la gran oportunidad y conociendo podemos amar a Dios y al
hacerlo reconocemos, por gratitud, sus infinito amor para con nosotros. No basta
con un ritualismo. Se hace necesaria una espiritualidad centrada en la oración
como elemento para acercarnos a Dios. De ahí tener limpio el corazón dejando a un
lado de valorar los preceptos de los hombres por encima del precepto único y
radical de la religiosidad. Me viene el texto de Romanos 13,8 “El que ama tiene
cumplida la ley”
Si vuestra fe depende únicamente de fragmentos de tradición, de buenos
sentimientos o de una genérica ideología religiosa, no seréis capaces de
aguantar el choque con el ambiente (Juan Pablo II)
mrivassnchez@gmail.com