VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios»
I. LA PALABRA DE DIOS
- Lv 19,1-2.17-18: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
- Sal 102,1-2.3-4,8 y 10.12-13: «El Señor es compasivo y misericordioso»
- 1Co 3,16-23: «Todo es vuestro, vosotros de Cristo, Cristo de Dios»
- Mt 5,38-48: «Amad a vuestros enemigos»
II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
Ya en la antigua ley, la santidad de Dios se refleja mediante las actitudes con el
prójimo, que han de ser no de odio ni rencor, ni de venganza, sino de amor.
Eran actitudes sobre las que se apoyaba la normativa de la vida civil de Israel
más quizá que en decisiones relacionadas directamente con Dios. El autor les da
valor teológico (1ª Lect.).
En el Sermón de la Montaña, Jesucristo ofrece una dimensión más completa y
perfecta del amor. Ha de extenderse a todos, incluso a «nuestros enemigos, a
los que os aborrecen, a los que os persiguen y calumnian». Rechaza la
concepción utilitaria del amor; contrapone a ella la condición de hijos de Dios,
porque estos no sólo no han de responder al mal con el mal, sino que deben
hacer positivamente el bien a quien les haya hecho el mal. El amor del discípulo
de Jesús a los hombres no tiene fronteras. Debe parecerse al amor de Dios
(Ev.).
III. SITUACIÓN HUMANA
Nuestra sociedad se siente herida por el odio, la violencia y el rechazo de unos
por otros. Aceptamos al otro porque nos conviene, o no, sin otro criterio.
Cuando el amor de Dios busca asentarse en el hombre no encuentra el terreno
precisamente abonado. Para que quepa el amor de Dios, hay que desmontar del
corazón del hombre todo lo que se le opone.
IV. LA FE DE LA IGLESIA
La fe
– El amor de Cristo, escuela del amor cristiano: «Cristo murió por nosotros
cuando éramos todavía enemigos. El Señor nos pide que amemos como El hasta
a nuestros enemigos; que nos hagamos prójimos del más lejano, que amemos a
los niños y a los pobres como a Él mismo» (1825; cf 1822-1829).
La respuesta
– Respetar al prójimo como a uno mismo: "El respeto a la persona humana pasa
por el respeto del principio: «Que cada uno, sin ninguna excepción, debe
considerar al prójimo como `otro yo', cuidando en primer lugar de su vida y de
los medios necesarios para vivirla dignamente». Ninguna legislación podráía por
sí misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las actitudes de
soberbia, de egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades
verdaderamente fraternas. Estos comportamientos sólo cesan con la caridad que
ve en cada hombre un «prójimo», un hermano" (1931; cf 2844).
– Distinguir el mal de quien lo hace: «Este mismo deber se extiende a los que
piensan y actúan diversamente de nosotros. La enseñanza de Cristo exige
incluso el perdón de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de
la nueva ley a todos los enemigos. La liberación en el espíritu del Evangelio es
incompatible con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al
mal que hace en cuanto enemigo» (1933).
El testimonio cristiano
– «O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición
del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a
mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que
manda... y entonces estamos en la disposición de hijos (S.Basilio, reg. fus. prol.
3)» (1828).
El amor a nuestros enemigos nos asemeja a Dios-Amor y a Jesucristo que murió
perdonando a los que le crucificaron; y nos hace instrumentos de su paz.