JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 13 de febrero de 2005
Amadísimos hermanos y hermanas:
¡Bienvenidos!
1. Nos encontramos de nuevo en este lugar para alabar al Señor. Quiero daros
las gracias a vosotros, y también a cuantos siguen este Ángelus a través de la
radio y la televisión, por vuestra cercanía, vuestro afecto y, sobre todo, vuestra
oración durante los días de mi estancia en el policlínico "Gemelli".
Siento siempre necesidad de vuestra ayuda ante el Señor, para cumplir la misión
que Jesús me ha confiado.
2. El miércoles pasado, con el rito de la imposición de la Ceniza, iniciamos la
Cuaresma , tiempo litúrgico que todos los años nos recuerda una verdad
fundamental: no se entra en la vida eterna sin llevar nuestra cruz en unión con
Cristo. No se alcanza la felicidad y la paz sin afrontar con valentía la lucha
interior. Se trata de una lucha que se vence con las armas de la penitencia: la
oración, el ayuno y las obras de misericordia. Todo esto se ha de hacer de forma
oculta, sin hipocresía, con espíritu de amor sincero a Dios y a los hermanos.
3. Esta tarde, como todos los años, comenzaré los ejercicios espirituales ,
juntamente con mis colaboradores de la Curia. En silencio y recogimiento rogaré
al Señor por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo. Os pido también a
vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, que me acompañéis con vuestra
oración.
María santísima, que en medio de sus ocupaciones diarias dirigía siempre su
mente y su corazón al misterio de su Hijo, nos guíe a realizar un fructuoso
itinerario cuaresmal.
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