VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A.
EXAMEN DE CRISTIANISMO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Vosotros sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que lo primero que un medico hace
ante un enfermo, es comprobar si tiene fiebre y cual es su tensión arterial. (Ya sé
que no siempre es así, es puro ejemplo). A partir de estos datos generales, podrá
investigar, tratar de descubrir lo que padece. O reconocer que no hay que
preocuparse, pues ha sido una falsa alarma lo que le ha hecho acudir al lugar.
Es muy legítimo que uno se pregunte, en el ámbito espiritual, cual es su estado, si
goza de salud o si su situación es preocupante. (Ya sabéis que hay enfermedades
que pasan una larga temporada de vida latente y cuando se hacen visibles son
difíciles de erradicar). En el evangelio de la misa de hoy, se nos da una respuesta.
Estamos estos domingos aprendiendo criterios de vida, faltan todavía dos meses
para que el testimonio de la Pasin y muerte del Seor, nos invite a “doctorarnos”
en la Fe.
En primer lugar Jesús, como buen maestro, empieza por recordar los criterios
vigentes entonces. Recuerda la llamada “ley del talin”. Aunque os pueda resultar
cruel eso del “ojo por ojo, diente por diente” tal enunciado supuso un adelanto de
importancia histórica. El hombre siente en su interior un vehemente instinto de
venganza y tales normas supusieron la regulación del castigo espontáneo y de la
agresión incontrolada. Se dio esta ley y algo mejoró. No obstante, Jesús, que no
viene a abolir, sino a mejorar, enriquece las normas de la justicia, invadiendo la
interioridad personal de caridad. Y ahí está el secreto y la grandeza.
No invalida la justicia. Defender al inocente, será norma cristiana. Aunque deba
recurrirse a la violencia. Él mismo la practico, con mesura y sin dejarse arrastrar
por instintos fanáticos incontrolados, en aquella ocasión en la que expulsó a los
mercaderes de la explanada del Templo. Condena con dureza a aquellos que por
falsa piedad y taimado egoísmo, desamparan a sus padres (Mt 7,11). En ningún
momento condena el oficio de juez y reconoce implícitamente su necesidad (Mt
5,25 y otros).
Pero la imagen del Señor no es la de un quijote justiciero. Jesús pone el acento en
la bondad, la caridad y la generosidad. Aceptar la bofetada con serenidad, puede
conducir al que la da al estupor, a preguntarse el porque del pacífico
comportamiento del que la recibe y, a la larga, a adentrase por los caminos del
Señor. Según se nos dice, la causa más eficaz de la conversión del pagano mundo
romano, no fue la astucia de los apologetas cristianos, que los hubo y de categoría,
San Justino es un ejemplo admirable. Lo que causó admiración, fue ver como se
amaban los cristianos. Morir abrazados y cantando en las arenas del circo, sin
proferir insultos ni amenazas, fue la mejor prueba de la calidad de su religiosidad.
A quien pide, no nos dice el Maestro que le demos lo que solicita, sino que le demos
más. Vosotros sabéis, mis queridos jóvenes lectores, mi enojo ante la práctica de
cobrar entrada en algunas iglesias de estos pagos (por si lo ignoráis, os advierto
que ni en el Vaticano, ni en ninguna de las basílicas romanas, se cobra entrada.
Excuso decir que tampoco en Nazaret, ni en Belén, ni en el Santo Sepulcro). Pues
bien, yo estoy convencido de que si este mensaje que os envío yo ahora, os llegara
del “puo y letra del Seor”, aadiría: no os limitéis a poner un letrero que señale
que la entrada es gratuita, como en cualquier establecimiento comercial. A quien se
acerque, saludadle cordialmente, abridle la puerta y acompañadle a un lugar donde
se sienta bien. Quien por la calle os pregunte una dirección, no le contestéis
diciéndole: después del semáforo, tome la derecha hasta la quinta travesía, tuerza
entonces a la izquierda y vaya siguiendo hasta encontrar una plaza, cerca de allí la
encontrará. Al que os solicite, de acuerdo con el tiempo que dispongáis,
acompañadlo. En una ocasión, al llegar a una gran población para mí desconocida,
rogué que me indicaran donde podía aparcar. La persona que me estaba
esperando, me dijo: déjame el coche y te lo haré yo. Al volver, me entregó el
volante correspondiente, diciéndome: lo tienes pagado hasta tal hora. Así se
comporta un buen cristiano.
El termómetro de la caridad, es la capacidad de perdonar. Creo que fue el canciller
Adenauer el que, en su visita a Israel, empezó su discurso diciendo: a veces es
imposible olvidar, pero siempre es posible perdonar. La distinción es importante. Os
confieso sinceramente, que no he olvidado al chico que hace 70 años, se me llevó
una pelota. Recuerdo que en mi primera confesión, me fue difícil perdonarle. Ahora,
cuando por Burgos paso por el lugar de autos, sonrío en mi interior, pese a recordar
el incidente.
El evangelio de hoy exige que nos demos cuenta de que una cosa es el
comportamiento de un buen ciudadano, el de un correcto burgués, el de un
educado hijo de vecino y, con frecuencia, otra la del buen cristiano. Os pongo un
ejemplo que os puede parecer tonto. Cuando llego a un lugar y voy a aparcar mi
utilitario, no lo hago de cualquier manera, donde hay sitio. Pienso en el que vendrá
después de mí y que si estaciono en el medio, tal vez impida que él pueda hacerlo.
Aproximarme al de delante, exigirá maniobras adicionales, mucho más cuando de
mañana pretenda marchar, pero mis convicciones cristianas me dictan normas que
a un correcto conductor nadie le exige. Es un sencillo ejemplo, que cada uno de
vosotros examine su común proceder, para comportarse como buen cristiano.
Padre Pedrojosé Ynaraja