Octavo Domingo del T iempo Ordinario 27 de Febrero de 2011
“No podéis servir a Dios y al dinero”
Que el Reino de Dios es el centro del mensaje de Jesús y su proyecto
salvador, nadie lo pone en duda. Su predicación arranca de esa realidad:
“Se ha cumplido el plazo, el Reinado de Dios está cerca. Arrepentíos y
creed la buena noticia” (Mc 1, 15).
Jesús habla de Reinado de Dios como de una buena noticia, por tant o, de
un acontecimiento que aportará a la humanidad toda una serie de
beneficios cuyo fruto redundará en bien de los hombres. El Reinado de
Dios no es una simple teoría, es una realidad nueva que se plantea como
alternativa a la existente, y que se caracteriza por la paternidad de Dios,
la fraternidad de sus hijos y por el lugar preeminente que tienen los más
débiles y pequeños. Es la actuación de Dios en este mundo, no en el más
allá, invitando a todos a buscar un orden de cosas más humano y más
justo. Hombres y mujeres que comenzaran a actuar como Dios actúa. Por
eso el Reino de Dios exige un cambio de actitud y un actuar nuevo.
El Reino de Dios es una realidad concreta que se va haciendo presentes
en el mundo mediante hombres y mujeres nuevos, impulsados por el
Espíritu y siguiendo los pasos de Jesús. Es necesario que vaya surgiendo
ese hombre nuevo con ilusión y esperanza. Perfil que se esboza en el
Sermón de la Montaña que venimos leyendo en estos domingos, que va
marcando las pautas a seguir con una radicalidad nueva y valiente, pero
esperanzadora.
Hoy nos encontramos con un tema de gran importancia y de gran
exigencia ya que por desgracia el dinero, las riquezas, crean grandes
divisiones entre los hombres, y es causa de grandes injusticias y
explotaciones. La afirmación de Jesús es contundente: “No podéis servir a
Dios y al dinero”. Servir es estar sujeto y supeditado a otro haciendo lo
que él quiere y dispone. Las riquezas, no siempre bien repartidas han
causado situaciones angustiosas y denigrantes para multitudes de seres
humanos. Todos conocemos estas situaciones injustas y las
consecuencias que de ellas se derivan, Porque, por desgracia, las riquezas
de algunos solo pueden mantenerse y crecer a costa de la pobreza de
otros. Quien se afana por acrecentar su propio capital sin preocuparse de
los necesitados está impidiendo que nazca una sociedad más solidaria y
fraterna querida por Dios.
La riqueza en sí es buena. La maldad está en el acaparar con un apego
desmesurado disfrutando de los bienes sin mayor preocupación por los
demás, por los desamparados- Si se tiene espíritu de pobre y verdadero
despego interior, se busca compartir de alguna manera lo que se tiene,
para librar a los necesitados de una pobreza deshumanizadora.
Algo falla en nuestra vida cristiana cuando somos capaces de vivir
disfrutando despreocupadamente de nuestras cosas, sin sentirnos
interpelados por el mensaje de Jesús y las necesidades de tantos que
viven en la miseria.. ¿Por qué hay tantos millones de seres humanos en la
pobreza, si Dios puso en las manos del hombre una tierra con recursos
suficientes para todos? La respuesta es fácil: se sirve, y de manera bien
patente al dinero. Así el Reinado de Dios no encontrará caminos para ser
alternativa de salvación.
El consumismo, como filosofía de la vida provoca en nosotros una espiral
insaciable de necesidades artificiales que nos va vaciando de espíritu y
sensibilidad humanitarias. Es el culto al dinero, el servicio a lo que
pensamos nos da seguridad, poder y bienestar en la vida.
No echemos en saco roto la advertencia de Jesús. Si caminamos por la
senda que nos traza, con todas las dificultades que conlleva, ofreceremos
una alternativa que haga de nuestra sociedad un realidad más digna y
humana.
Joaquin Obando Carvajal