CELEBRACIÓN DEL HIMNO AKÁTHISTOS EN SANTA MARÍA LA MAYOR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Viernes 8 de diciembre de 2000
1. María es "icono de la Iglesia, símbolo y anticipación de la humanidad
transfigurada por la gracia, modelo y esperanza segura para cuantos avanzan
hacia la Jerusalén del cielo" ( Orientale lumen , 6).
Amadísimos hermanos y hermanas, nos hemos reunido en la basílica que el
pueblo romano, después del concilio de Éfeso, dedicó con devoto fervor a la
santísima Virgen María. Esta tarde la tradición litúrgica bizantina celebra las
primeras Vísperas de la Concepción de Santa Ana, mientras que la liturgia latina
alaba a la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios.
Expreso mi viva satisfacción por la presencia de numerosos hermanos y
hermanas que están aquí con nosotros esta tarde en representación de las
Iglesias orientales católicas. Dirijo mi cordial saludo a todos los obispos de rito
bizantino presentes en esta basílica junto con sus fieles.
2. Esta tarde todos nos sentimos embargados por una íntima alegría: la alegría
de alabar a María con el himno Akáthistos, tan apreciado por la tradición
oriental. Es un cántico totalmente centrado en Cristo, a quien se contempla a la
luz de su Madre virgen. Ciento cuarenta y cuatro veces nos invita a renovar a
María el saludo del arcángel Gabriel: Ave Maria!
Hemos recorrido las etapas de su existencia y alabado los prodigios que el
Todopoderoso realizó en ella: su concepción virginal, inicio y principio de la
nueva creación, su maternidad divina, y su participación en la misión de su Hijo,
especialmente en los momentos de su pasión, muerte y resurrección. María,
Madre del Señor resucitado y Madre de la Iglesia, nos precede y nos lleva al
conocimiento auténtico de Dios y al encuentro con el Redentor. Nos indica el
camino y nos muestra a su Hijo. Al celebrarla con alegría y gratitud, honramos la
santidad de Dios, cuya misericordia hizo maravillas en su humilde esclava. La
saludamos con el título de Llena de gracia e imploramos su intercesión por todos
los hijos de la Iglesia que, con este himno Akáthistos, celebra su gloria.
Que ella nos lleve a contemplar, en la próxima Navidad, el misterio de Dios
hecho hombre por nuestra salvación.