EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la VII Semana del Tiempo Ordinario A
Libro de Eclesiástico 4,11-19.
La sabiduría encumbra a sus hijos y cuida de aquellos que la buscan. El que la ama,
ama la vida, y los que la buscan ardientemente serán colmados de gozo. El que la
posee heredará la gloria, y dondequiera que vaya, el Señor lo bendecirá. Los que la
sirven rinden culto al Santo y los que la aman son amados por el Señor. El que la
escucha juzgará a las naciones y el que le presta atención habitará seguro. El que
confía en ella la recibirá en herencia y sus descendientes también la poseerán. Al
comienzo, ella lo conducirá por un camino sinuoso, le infundirá temor y
estremecimiento y lo hará sufrir con su disciplina, hasta que tenga confianza en él y
lo haya probado con sus exigencias. Después, volverá a él por el camino recto, lo
alegrará y le revelará sus secretos. Si él se desvía, ella lo abandonará y lo dejará
librado a su propia caída.
Salmo 119,165.168.171.172.174.175.
Los que aman tu ley gozan de una gran paz, nada los hace tropezar.
Yo observo tus mandamientos y tus prescripciones, porque tú conoces todos mis
caminos.
Que mis labios expresen tu alabanza, porque me has enseñado tus preceptos.
Que mi lengua se haga eco de tu promesa, porque todos tus mandamientos son
justos.
Yo ansío tu salvación, Señor, y tu ley es toda mi alegría.
Que yo viva y pueda alabarte, y que tu justicia venga en mi ayuda.
Evangelio según San Marcos 9,38-40.
Juan le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y
tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo
impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de
mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Pío XII, papa desde 1939 a 1958
Encíclica «Mystici Corporis Christi»
«Se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros»
Imitemos la inmensidad del amor del mismo Jesús, modelo supremo de amor
hacia la Iglesia. Indudablemente que la Esposa de Cristo, la Iglesia, es única; y sin
embargo el amor del Esposo divino se extiende tan ampliamente que, sin excluir a
nadie, abarca en su Esposa a todo el género humano. Si nuestro Salvador ha
derramado su sangre, es con el fin de reconciliar con Dios, en la cruz, a todos los
hombres, incluso aunque estén separados por la nación o la sangre y reunirlos en un
solo Cuerpo. El verdadero amor de la Iglesia exige, pues, no solamente que unos
sean miembros de los otros en el mismo Cuerpo, llenos de mutua solicitud (Rm
12,15), miembros que deben alegrarse cuando otro miembro es honorado y sufrir
con él cuando él sufre (1C 12,26); sino que exige también que en los demás
hombres todavía no unidos a nosotros en el Cuerpo de la Iglesia, sepamos reconocer
en ellos a hermanos de Cristo según la carne, llamados igual que nosotros a la
misma salvación eterna.
Sin duda que no falta gente, sobre todo hoy, ¡desgraciadamente!, que
orgullosamente alaban la lucha, el odio y la envidia como medio para sublevar y
exaltar la dignidad y la fuerza del hombre. Pero nosotros, que discernimos con dolor
los lamentables frutos de esta doctrina, seguimos a nuestro Rey pacífico, que nos ha
enseñado no sólo amar a los que no pertenecen a la misma nación o tienen el
mismo origen (Lc 10,33s), sino incluso amar a nuestros enemigos (Lc 6,27s),
Celebremos con san Pablo, el apóstol de las naciones lo ancho, lo largo, lo alto y lo
profundo del amor de Cristo (Ef 3,18); amor que la diversidad de pueblos o de
costumbres no puede romper, que la inmensidad que se extiende en el océano no
puede disminuir, que, en fin, las guerras, hechas por una causa justa o injusta, no
pueden disgregar.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”