Carta del Obispo de Posadas – 8º domingo del año – 27-02-2011
Solidaridad o Avaricia:
El texto de este domingo (Mt. 6, 24-34) nos plantea que nadie puede servir a dos señores, porque
aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo.
“No se puede servir a Dios y al dinero”. En realidad el texto hace una refleccin sobre un tema que
a veces queda marginado de nuestro estilo de vida que es la providencia, o bien, el sabernos
cuidados por Dios, el tenerlo a Él como absoluto en nuestra vida. En general cuando Dios no está
en nuestro corazón corremos el riesgo de poner otros absolutos como es el caso del tener o el
poder. En la misma Palabra de Dios se nos enseña a no equivocarnos poniendo todo nuestro
esfuerzo en “acumular bienes”, porque nadie sabe si estará al día siguiente: “¿Quién de Ustedes,
por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?” (Mt. 6, 27).
Es importante señalar que en la perspectiva cristiana a diferencia de otras creencias religiosas no
hay un desprecio de los bienes materiales, ni del uso de los mismos. Sí, se nos enseña que no
debemos poner nuestro corazón en el tener y en el poder, sino que debemos entenderlos como
“dones” de Dios, que los podamos multiplicar y usar para servir, y administrarlos teniendo en
cuenta a los demás. En este contexto es clave entender la comunión de bienes, el ejercicio de la
caridad cristiana, y el valor de la justicia.
Muchas de las desproporciones sociales y situaciones de injusticia son dadas porque algunos
acaparan riquezas sin considerar a los demás, e incluso dañando a otros en su dignidad. Es
escandaloso que en pleno siglo XXI tengamos tantas situaciones de aquello que hoy son llamados
“trabajo esclavo”. Sabemos que en nuestra patria se dan muchas de estas situaciones de diversas
maneras y fundamentalmente en nuestros jóvenes explotados sobre todo en zonas rurales.
Situaciones de explotación que quedan en profundos pozos de silencio donde ni la justicia, ni el
sindicalismo y ni el Estado están presentes.
Este no es un tema exclusivo de nuestra Patria, por eso el documento de Aparecida hace algunas
referencias que lamentablemente se dan en nuestro Continente en relación a estos desequilibrios
sociales. Dicho documento señala algunos beneficios que comportan el fenómeno de la
globalización, pero también se señalan algunos riesgos: “no obstante estos avances el Papa
también señala que la globalización comporta el riesgo de los grandes monopolios y de convertir
el lucro en valor supremo”. Por ello. Benedicto XVI enfatiza que “como en todos los campos de la
actividad humana, la globalización debe dirigirse también por la ética, poniendo todo al servicio de
la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios… Conducida por una tendencia que
estimula el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración
de poder y de riquezas en manos de pocos, no solo de los recursos físicos y monetarios, sino
sobre todo en la informacin y de los recursos humanos…aumentando las desigualdades que
marcan tristemente nuestro continente y que mantiene en pobreza a multitud de personas…Por
eso, es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear más fuentes de
trabajo y de invertir en la superación de esta nueva pobreza”.(60-62)
Es cierto que en la raíz de estos profundos desequilibrios se encuentra “la avaricia” que pone su
corazn en la absolutizacin del tener o del poder que no reconoce a Dios, como “Seor”, y lo
remplaza venerando ídolos. El Evangelio de este domingo nos da luz sobre estos temas y nos
dice: “Busquen primero el Reino y su justicia y todo lo demás se le dará por añadidura. No se
inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su
afliccin” (Mt. 6, 33-34).
Tanto los cristianos, como la gente de bien, tendremos que revisar donde tenemos nuestro
corazón. La avidez daña, genera odios y violencias, por el contario una justa valoración del poder
y tener, aún mejor la comprensión de estos como “don”, nos permiten ser generadores de justicia
y solidaridad social.
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo Mons. Juan Rubén Martínez.