Lunes 28 de Febrero de 2011
Lunes 8ª semana de tiempo ordinario 2011
Eclesiástico 17,20-28
A los que se arrepienten Dios los deja volver y reanima a los que pierden la
paciencia. Vuelve al Señor, abandona el pecado, suplica en su presencia y
disminuye tus faltas; retorna al Altísimo, aléjate de la injusticia y detesta de
corazón la idolatría. En el Abismo, ¿quién alaba al Señor, como los vivos, que le dan
gracias? El muerto, como si no existiera, deja de alabarlo, el que está vivo y sano
alaba al Señor. ¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su perdón para los que
vuelven a Él!
Salmo responsorial: 31
R/ Alegraos, justos, y gozad con el Señor.
Dichoso el que está absuelto de su culpa, / a quien le han sepultado su
pecado; / dichoso el hombre a quien el Señor / no le apunta el delito. R.
Había pecado, lo reconocí, / no te encubrí mi delito; / propuse: "Confesaré al
Señor mi culpa", / y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
Por eso, que todo fiel te suplique / en el momento de la desgracia: / la
crecida de las aguas caudalosas / no lo alcanzará. R.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, / me rodeas de cantos de liberación.
R.
Marcos 10,17-27
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se
arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?"
Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.
Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre." Él replicó:
"Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño." Jesús se le quedó mirando con
cariño y le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dales el dinero a los
pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, luego sígueme." A estas palabras, él
frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los
ricos entrar en el reino de Dios!" Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
Jesús añadió: "Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su
confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el reino de Dios." Ellos se espantaron y comentaban:
"Entonces, ¿quién podrá salvarse?" Jesús se les quedó mirando y les dijo: "Es
imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo."
COMENTARIOS
El caso del joven rico y de los que se asemejan a él me hace soñar en
aquel viajero que, deseando visitar una ciudad, llega hasta el pie de su muralla,
encuentra allí una posada, baja hasta ella y, desalentado al ver los últimos pasos
que le quedan por hacer, pierde todo el beneficio del cansancio de su viaje y se
priva de ver las bellezas de la ciudad. Así mismo son los que observan los
mandamientos, pero se revelan ante la idea de perder sus bienes. Conozco muchos
que ayunan, oran, hacen penitencia y practican muy bien toda clase de obras de
piedad, pero no sueltan ni un óbolo para los pobres. ¿De qué les sirven las demás
virtudes?
Esos no entrarán en el Reino de los cielos, porque «más fácil le es a un
camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los
cielos». Palabras claras, y su autor no miente, pero son raros los que se dejan
afectar por ellas. «¿Cómo vamos a vivir cuando nos hayamos despojado de todo?»
exclaman. «¿Qué existencia vamos a llevar cuando se haya vendido todo y no
tengamos ya ninguna propiedad?» No me preguntéis qué intención profunda hay
bajo los mandamientos de Dios. El que ha establecido nuestras leyes conoce
también el arte de conciliar lo imposible con la ley.
San Basilio
(Extracto de
EDD. http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP)