VIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Martes
“Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Eclesiástico 35,1-15:
El que observa la ley hace una buena ofrenda, el que guarda los mandamientos
ofrece sacrificio de acción de gracias; el que hace favores ofrenda flor de harina,
el que da limosna ofrece sacrificio de alabanza. Apartarse del mal es agradable a
Dios, apartarse de la injusticia es expiación. No te presentes a Dios con las
manos vacías; esto es lo que pide la ley. La ofrenda del justo enriquece el altar,
y su aroma llega hasta el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado, su ofrenda
memorial no se olvidará. Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en
tus ofrendas; cuando ofreces, pon buena cara, y paga de buena gana los
diezmos. Da al Altísimo como él te dio: generosamente, según tus posibilidades,
porque el Señor sabe pagar y te dará siete veces más. No lo sobornes, porque
no lo acepta, no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo, que no
puede ser parcial.
Sal 49,5-6.7-8.14.23 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de
Dios
Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.
«Escucha, pueblo mío, me voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
yo, Dios, tu Dios.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.» R/.
«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,28-31:
En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre
o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este
tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y
tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros
serán últimos, y muchos últimos primeros.»
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR, tú bien sabías lo poco o mucho que habían dejado los apóstoles para
seguirte, pero Pedro te lo recuerda. Es poco lo que yo hago por ti, lo que dejo
por ti. Pero tu generosidad me desborda: cien veces más en esta vida, (es
verdad, con persecuciones) y Vida para siempre a tu lado. ¡Gracias, Señor!
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
“El que observa la ley hace una buena ofrenda”
Los padres no tienen mayor alegría que la procedente de ver a sus hijos
contentos, a gusto en la vida, y que sus hijos les amen. Eso mismo le pasa a
nuestro Padre Dios. La mejor ofrenda que le podemos brindar es nuestra alegría,
una vida en las que estemos contentos. Pero esta alegría, esta felicidad siempre
limitada en este mundo, procede de estar a bien con Él y de cumplir todo lo que
nos ha indicado. Los “mandatos” del Seor, las indicaciones de Jesús, son para
nosotros fuente de vida y de felicidad, no una pesada carga impuesta por un
Dictador, Superior a todos nosotros. Desde este descubrimiento y desde esta
experiencia, el cristiano expresará su relación con ese Padre Bueno de mil
maneras: en alabanza, en agradecimiento, en petición, en limosnas, en
sacrificios… en amarle con todo el corazn, con toda el alma, con todas las
fuerzas. Es la mejor ofrenda a un Padre que le ama.
“Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”
Las palabras de Pedro se sitúan en un estadio anterior a un amor total a Cristo
Jesús. Se sitúan en el reino de las matemáticas y del cálculo de lo entregado y
de lo recibido. En el reino del mercado. Cuando una persona ama a otra con todo
su corazón, cuando un cristiano ama a Jesús con toda su alma, nunca le hará la
insinuación de Pedro. El anhelo de todo el que ama a otra persona es ser
correspondido por ella, disfrutar del amor de la persona que ama. Todo lo demás
es circunstancial para él y lo verá desde ese amor, desde el amor que se deleita
en entregar y del amor que recibe extasiado. Ahí está su gozo máximo y su
recompensa. Todos los santos cristianos que han sido y serán, todos los místicos
cristianos que han expresado mejor que nadie su experiencia con Dios, con
Jesús, han dicho lo mismo: lo que desean ardientemente es la unión amorosa
con el Amado… todo lo demás vendrá por aadidura. “¿Habéis visto al amor de
mi alma? Apenas habíalos pasado, cuando encontré al amor de mi alma, le
aprehendí y no lo soltaré” (Ct 3,4).
Fray Manuel Santos Sánchez
La Virgen del Camino
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