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Domingo 9A TO
6 marzo 2011
“No basta decir: „Señor, Señor, sino cumplir la voluntad de Dios”
(Mt 7, 21-27)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Construido sobre roca )
¿Has hecho algún papel en el teatro?
<El pequeño Jaime trabajó duro para conseguir un papel en la obra de teatro de su escuela,
aunque temía que no le dieran ninguno. El día en que los papeles fueron distribuidos, corrió a su
madre, se arrojó a sus brazos con los ojos muy contentos, y lleno de orgullo le gritó:
-“Adivina, mamá. He sido elegido para aplaudir y animar”.> (Félix Jiménez, escolapio)
No hay extras en la Iglesia de Jesús. Todos somos importantes, cada uno con su carisma. Y
todos los cristianos tenemos que desempeñar bien nuestro papel.
¿Cuál es nuestro papel?
Nuestro papel es hacer la voluntad de Dios: “ Hágase, Señor, tu voluntad ”. Lo nuestro son
acciones, obras. Así lo afirma hoy Jesús: “ No todo el que me dice “Seor, Seor” entrará en el
Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo .”
Jesús describe a quienes aparentan cumplir un gran ministerio, pero en realidad no hacen
nada. Llaman a Jesús „Señor‟. Inclusive logran hacer actos espectaculares en su nombre, parecen
cumplir grandes hazañas por la causa de Cristo, pero no cumplen los mandatos de Dios y de la
Iglesia.
Es muy fácil decir a alguien “Mi amor” y fundirse en abrazos y besos, pero amar de verdad
es mucho más que eso, es muy exigente. El amor y la fe en alguien se verifican en las obras, en la
obediencia y en la aceptación. “Obras son amores y no buenas razones”.
¿Y cuál es la voluntad del Padre para poder cumplirla?
El mismo Jesús la explicó de muchas formas. He aquí algunas:
- Guardar los mandamientos (5:17-20).
-Cumplir las Bienaventuranzas: ser pobre, tener hambre y sed por la verdad y la justicia,
hacer la paz… (5:2-11).
-Ser luz del mundo y sal de la tierra.
-Actuar de manera cariñosa y generosa – hasta con nuestros enemigos (5:38-48);
-Perdonar (6:14-15), reconciliarse.
-Buscar primero el reino de Dios y su justicia (6:24-34).
-No juzgar a los demás (7:1-5).
-Alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, dar la bienvenida al extranjero, vestir al
desnudo, visitar al prisionero (25:31-46).
Entonces, ¿no vale la pena orar?
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Hace falta. Tenemos que seguir haciendo oración de alabanza, de petición, de acción de
gracias, en el triunfo y en el pecado, porque sólo Él, en nuestras omisiones e indiferencias, puede
sanarnos y rescatarnos de nuestra demostrada mediocridad.
Se necesita la fe auténtica que rinde buenos frutos – que nos impulse a actuar de acuerdo
con la voluntad de Dios – que nos guíe hacia la acción leal.
¿Explica esto Jesús con algún ejemplo?
Así es. Él dice: “El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a
aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos,
soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba
cimentada sobre roca”.
Aquí Jesús nos aconseja sobre el principio más importante de construcción – establecer los
cimientos. Así podremos sobrevivir las peores tormentas.
Todos somos llamados a poner ladrillos y a edificar nuestra propia vida y la de la
comunidad sobre el cimiento que es Cristo. Jesús no quiere maquetas ni decorados; quiere casas
sólidas, edificadas por el arquitecto Espíritu Santo y sobre la roca que es Cristo.
¿Qué representan la casa y las tormentas?
La casa es el hombre. Las tormentas de la vida son las enfermedades, accidentes, muertes,
pérdidas de trabajo, etcétera.
La fe puede reducir nuestro nivel de estrés y la oración puede, en algunas circunstancias,
llevar a curas milagrosas. Pero los cristianos debemos estar preparados para vivir las tormentas y
tragedias tan comunes para el ser humano.
La última prueba, por supuesto, es la del juicio final. Ese día Dios eliminará todos los
pretextos. Aquellos que solo aparentan tener fe, se quedarán tan desechos como una casa floja en
medio de un gran huracán.
¿Qué es lo que nos da cimientos fuertes?
Oír y cumplir las palabras de Jesús (v. 24), es como la casa construida sobre roca.
Pero la casa del hombre estúpido se cae porque éste la construyó sobre arena. La
diferencia está en si han hecho lo que Jesús enseñó o no.
Para muchos el cimiento y la seguridad humanos están en un buen título universitario, en
inversiones diversificadas, en un seguro contra catástrofes, en el ejercicio físico, en una dieta
nutritiva, en una visita anual al médico... En muchos casos, el dinero y la salud se han convertido en
su Dios.
La fuente más creíble de las palabras de Jesús está en las Escrituras, en la tradición, en el
magisterio de la Iglesia y en el misterio de los sacramentos. También podemos oír las palabras de
Jesús en libros, música, prensa, web, y también en el consejo de buenos amigos.
¿Y qué pasa con la casa de malos cimientos?
Jesús explica: “El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece
a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos,
soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundi totalmente”.
El hombre, que se derrumba como una casa sin cimiento entre derrumbes y deslaves,
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encuentra las palabras de Jesús como algo importante de escuchar, pero no las cumple.